Las migraciones interiores y la emigración exterior en la España franquista
El desarrollo económico en los años sesenta provocó en España unos movimientos migratorios internos y externos sin precedentes históricos por su magnitud, especialmente las migraciones interiores. La atracción ejercida por los sectores en crecimiento –industria y servicios- sobre la población excedente del campo provocó que más de tres millones de personas emigraran a las zonas industriales tradicionales, los nuevos polos de desarrollo y las áreas turísticas. Las grandes ciudades experimentaron un extraordinario crecimiento, creándose grandes áreas metropolitanas, especialmente en torno a Madrid y Barcelona, generando graves problemas de vivienda y poniendo de manifiesto unas graves carencias de infraestructuras y servicios.
La emigración exterior alcanzó también elevadas cifras. Como el modelo español de crecimiento no generaba empleo suficiente y, en cambio, en Europa occidental había posibilidades de acceder a muchos empleos porque su expansión económica sí se basó en la creación de puestos de trabajo, muchos españoles optaron por emigrar. Más de un millón y medio de españoles emigraron a países europeos en los años sesenta, especialmente a Francia, Alemania y Suiza. La mayor parte de los emigrantes dejó España con carácter temporal, con una media de permanencia en el extranjero de tres años. Una parte de los emigrantes con destino a Francia terminó por establecerse en el país vecino de forma definitiva.
La emigración exterior fue vital para la economía española por la entrada de divisas pero, además, para la estabilidad social del régimen franquista, ya que se convirtió en una válvula de escape para mantener bajo el paro y evitar la conflictividad social, al menos, hasta finales de los años sesenta.