El Atlántico sigue rompiendo récords de temperatura semana tras semana. Los investigadores aún no saben por qué
«Perpleja». Ese es el término que usa el meteorólogo González Alemán para referirse a la comunidad científica. Y es que ya sabíamos que el Atlántico norte lleva meses dando máximos de temperatura superficial, pero lo de las últimas semanas no tiene precedentes en tiempos modernos.
Es decir, el Atlántico está entrando en «un territorio inexplorado» y se están generando fenómenos atmosféricos extremadamente raros. La pregunta crucial en este momento es… ¿por qué?
La tendencia es clara: va a ir a más. Esa es la principal conclusión de las salidas recientes de los modelos del ECMWF, el centro europeo de referencia. Según ellas (y según los modelos probabilísticos) las temperaturas superficiales van a subir mucho. En el Golfo de Vizcaya se podrían alcanzar los 22-24 grados en las últimas semanas del mes.
Como señalaba Roberto Granda, las previsiones cambian constantemente, pero la confluencia de resultados hace que la tendencia parezca sólida y que «[podamos] esperar que el Atlántico (y el Mediterráneo occidental) continúen calentándose las próximas semanas».
¿Por qué? ¿Qué está pasando? Aclaremos lo más evidente: nadie sabe exactamente qué está pasando. Por lo que sabemos sobre las relaciones entre los océanos y la atmósfera, lo más probable es que (de manera similar a lo que ocurre con El Niño) el problema esté relacionado con un debilitamiento de los vientos alisios.
Los alisios son unos vientos que «soplan de manera regular de este a oeste desde las altas presiones subtropicales hacia las bajas presiones ecuatoriales». A estas alturas del año, los vientos deberían ser fuertes y el anticiclón de las Azores (que surge en el ‘hueco’ que queda entre los alisios y los vientos del oeste) debería estar «en su máximo esplendor».
¿Cuál es el problema? Que nada de eso está pasando. La falta de vientos fuertes hace que no se refresque la superficie del agua y, según creen los investigadores, eso hace que se inicie una reacción en cadena que acaba originado las dinámicas anómalas que estamos viendo.
Como digo, todo esto tiene mucho de hipótesis científica. En la medida en que es la primera vez que vemos algo así y que los científicos están recabando datos en tiempo real, es posible que el mecanismo que haya originado este calentamiento sean otro. Lo que está claro es que las consecuencias están aquí.
Las consecuencias que ya hemos visto (y las que estamos por ver). Porque ese es el mayor problema: que nuestros modelos trabajan a tientas en estas circunstancias. No solo vivimos una situación nueva, es que los cambios están ocurriendo muy rápido y eso genera mucha incertidumbre: no estamos en condiciones de estimar con exactitud qué va a pasar en las próximas semanas y meses. Eso es, sin lugar a dudas, lo peor.
Fuente: xataka