Redacción •  Actualidad •  05/06/2019

El aumento del cultivo de caña de azúcar pone en peligro la supervivencia de miles de familias en Centroamérica

  • Alianza por la Solidaridad denuncia la insostenible situación social y ambiental que genera un producto que reduce acuíferos y contamina ríos básicos para la vida.
  • Organizaciones locales, apoyadas por Alianza, reclaman el apoyo internacional frente a una expansión empresarial que destruye su entorno.
El aumento del cultivo de caña de azúcar pone en peligro la supervivencia de miles de familias en Centroamérica
La organización Alianza por la Solidaridad, como motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, denuncia la insostenible situación ambiental y social que genera el cultivo de caña de azúcar en Centroamérica, donde se pone en peligro la supervivencia de miles de familias debido al estrés hídrico que genera y la contaminación de acuíferos y ríos. 

Alianza prepara una investigación en Nicaragua, El Salvador y Guatemala que clarifique los impactos reales en una población muy afectada por el cambio climático: según los últimos datos de la FAO, en cinco países (El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y NIcaragua) en 2018 más de 3,8 millones de personas han sufrido inseguridad alimentaria aguda, principalmente como resultado de las crisis climáticas (informe global «The food crisis»). De ellos, 1,6 millones viven en el llamado «corredor seco», una de las zonas más vulnerables del mundo al cambio climático, y precisan de acciones urgentes, si bien la tendencia actual es la contraria: una mayor explotación de los recursos hídricos y los acuíferos para cultivos insostenibles. Hay que recordar que la caña de azúcar hoy también se cultiva en la región para biocombustible (etanol) y para su utilización en bebidas alcohólicas exportadas a todo el mundo. 

Los impactos se repiten en todos los países. A la nefasta gestión del agua, se suma la contaminación por agro-tóxicos, que afecta a la salud de las poblaciones cercanas y los trabajadores, la profundización de pozos en la capa freática, la toxicidad en el aire por la quema de la caña, los vertederos en los ríos, etcétera. Son impactos en la población de comunidades cercanas, en especial en las mujeres, pues son ellas, quienes se encargan, en la mayoría de los casos, de cuidar y velar por la siembra y producción de los huertos y parcelas familiares. A ello hay que añadir la explotación laboral y la inseguridad para las personas que lideran la oposición a estos proyectos empresariales, con riesgo de sus vidas.

En el caso de Guatemala, uno de los cuatro grandes exportadores a nivel mundial, la mayor parte de la población se ha visto desplazada a tierras menos fértiles, mientras unas pocas corporaciones se han hecho con la costa sur, la zona agrícola más rica del país, donde se cultivan extensas plantaciones azucareras, bananeras, de palma africana y de hule. En época seca, acaparan el agua de ríos y acuíferos, mientras que cuando llegan las lluvias practican el bombeo del agua excedente, desviándolo a parcelas comunitarias, que exponen a graves inundaciones.

 

En este país ya hay 284.000 hectáreas sembradas con caña de azúcar, casi todas para 12 ingenios. SI bien generan empleo, el 90% de los jornaleros no alcanza el salario mínimo, sobre todo si son mujeres. En total, unos 2.500 agricultores se dedican a este producto en auge, si bien la industria está, casi en su totalidad, en manos de unas cuantas familias poderosas y acaudaladas. 

En el caso de El Salvador, pese a que el 70% de todo el territorio es susceptible a sufrir sequías, en 2018 aumentó la producción de caña de azúcar un 5%, según datos oficiales. Este cultivo que supone ya más de la mitad (55%) de la producción que exporta y sigue creciendo porque el Consejo Nacional de Energía ha decidido fomentar la producción de biocombustibles con este producto, gracias al apoyo de institutciones como la Organización de los Estados Americanos (OEA). 

En Nicaragua, según la Comisión Nacional de Productores de Azúcar (CNPA), el 42% del área sembrada es de 800 productores independientes y el 52% restante está en manos de cuatro ingenios azucareros. El crecimiento de la caña es de un 8,5% anual: si en 2012 se cultivaban 71.500 hectáreas, para 2019 son ya más de 77.000 hectáreas, cifras que contrastan con la alerta climática lanzada por la FAO.

Ana Cecilia Tercero, de la asociación nicaragüense APADEIM, apoyada por Alianza por la Solidaridad en el departamento de Chinandega, señala: “Aquí tenemos dos grandes ingenios de familias poderosas que están generando mucha enfermedad y miseria. Los acuíferos están contaminados y sufrimos enfermedades respiratorias sin que haya ninguna acción social empresarial en las comunidades. Por 200 dólares al mes, se trabajan 12 horas o más al día. Y vemos que utilizan grandes máquinas para hacer pozos industriales que nos dejan secos, sin ningún control de nadie. Es un desastre social y ambiental tremendo”.   
 
Alianza por la Solidaridad reclama, dentro de su campaña TieRRRa, inversiones que sean responsables con los recursos naturales y la caña de azúcar en Centroamérica está hipotecando su futuro. Recuerda que España importa 15.000 toneladas cada año sólo de Guatemala. “Tenemos que ser conscientes de los impactos ambientales que tiene este producto que usamos para endulzarnos la vida, para biocombustibles y licores, y que se la amarga a millones de personas al otro lado del Atlántico porque está asociado a un grave deterioro ambiental, y por tanto social, en un área muy frágil. Debemos preguntarnos de donde viene lo que consumimos y apoyar a las personas que luchan en la defensa de su territorio y que están invisibilizadas, pero que sin nuestro apoyo se sienten muy solas”, apunta Almudena Moreno, responsable de la campaña en la organización.


cambio climático /  Día Mundial del Medio Ambiente /  El Salvador /  Guatemala /  Nicaragua /