CCOO pide que se excluya a la extrema derecha de la gobernabilidad europea y que se apueste por una profundización del modelo social europeo
Tras la celebración de las Elecciones al Parlamento Europeo, lo primero que cabe destacar es el alto nivel de abstención, que en España ha superado el 50%. Buena parte de la población española sigue viendo las instituciones europeas como un ente lejano y abstracto, por el que no se siente concernida. Ese nivel de abstención hace difícil sacar conclusiones categóricas en clave de política nacional, ya que hay un porcentaje de voto desmovilizado, que previsiblemente sí participará en otras citas electorales, lo suficientemente grande como para recomendar prudencia en los análisis.
El resultado global en la Unión Europea señala un movimiento a la derecha en la configuración del próximo Parlamento Europeo, aunque las fuerzas mayoritarias, sobre las que se ha constituido la gobernanza en las instituciones comunitarias, siguen ostentando una representación que les permite mantener ese esquema estratégico. El resto de actores colaterales sufren un peligroso balanceo hacia la extrema derecha. La caída de los liberales, va acompañada de un mal resultado de los verdes, que no supone un refuerzo de la izquierda, que apenas es capaz de mantener resultados. Por el contrario, son las distintas familias ultraderechistas quienes obtienen una mejora más relevante en su representatividad, aunque no tanta como para ser decisivas. La Unión Europea se asoma al abismo, pero no se arroja por él. Es cualitativamente relevante el resultado obtenido por los populismos de extrema derecha en el eje franco-alemán (mención especial a la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas en Francia ante la debacle de Macron y el resultado de Le Pen), al que hay que añadir la posición de fuerza de Meloni en Italia.
Ante este escenario, desde el mundo del trabajo debemos hacer un llamamiento en un doble sentido. Por un lado, a excluir a las extremas derechas de la gobernabilidad en la Unión Europea. El PPE tiene que afrontar un dilema que, si resuelve en sentido contrario, puede ser letal para la UE y las clases trabajadoras de nuestra Unión. Pero no sirve solo con un cordón sanitario a estas fuerzas reaccionarias. La UE debe avanzar en un proceso de integración que genere recursos y políticas de justicia social y descarte la vuelta a políticas de ajuste y austeridad.
Las transformaciones socio-económicas en marcha, la transición digital o la energético-ecológica, deben hacerse protegiendo a la ciudadanía y a las comunidades. Dar pasos atrás respecto al Pacto Verde Europeo, o renunciar a políticas de autonomía estratégica en materia de energía, que conlleven la generación de empleos de calidad, es solo una tentación de vuelo corto que traería problemas más graves a medio y largo plazo.
La actual extrema derecha tiene su nicho de crecimiento en el miedo y la inseguridad, cuando las transformaciones no producen más bienestar para las mayorías sociales, o se perciben deterioros en las expectativas de vida. La opción del repliegue y la vuelta a las viejas certezas de los estados nación y a las viejas jerarquías reaccionarias, no son una opción ni deseable éticamente, ni posible políticamente en el actual contexto geoestratégico mundial. Un mundo de incertezas, con la guerra en el este de Europa y la precariedad laboral y vital demasiado presentes, es un caldo de cultivo para la reacción.
Cabe señalar que la desinformación que venimos denunciando y las realidades paralelas que se generan al margen de los medios de comunicación y que se extienden de forma clandestina a través de las redes sociales, son una amenaza sobre la que debemos actuar de inmediato a nivel político y social.
Haciéndonos eco de las posiciones expresadas por la secretaria general de la CES, Esther Lynch, “estos resultados aclaran que Europa debe resolver urgentemente la inseguridad económica y social que está detrás de la creciente ira y miedo de nuestras sociedades”.
Respecto a los resultados en España, para el sindicato es precipitado hacer grandes afirmaciones o extraer conclusiones rotundas viendo el diferencial de participación en estas elecciones respecto a las que serían previsibles en unas generales. Además de dar la enhorabuena al PP por su victoria, cabe destacar que el PSOE ha aguantado en porcentajes por encima del 30% (apenas a unos días de la aprobación de la Ley de Amnistía, que se supone un momento crítico de la legislatura), y que los bloques de oposición e investidura se mantienen en porcentajes equilibrados.
El punto débil de los resultados son los obtenidos por SUMAR, que como miembro de la coalición de gobierno deberá reflexionar para recuperar espacio social y electoral. Es mucho lo que está en juego en el medio plazo en nuestro país, y el conjunto de fuerzas políticas debe hacer una reflexión honesta sobre la mejor manera de concurrir ante la ciudadanía, teniendo en cuenta que el hecho de que la extrema derecha se mantenga con cierto vigor, hace fundamental una disputa electoral por el tercer puesto cuando las circunscripciones sean provinciales. Los intereses de la clase trabajadora se disputarán en buena medida -al menos en el terreno político- en ese terreno.
CCOO pide recuperar una agenda social vigorosa, empezando por la reducción de la jornada legal de trabajo, las políticas de acceso a la vivienda y una agenda de profundización democrática. La Ley Mordaza, la renovación del CGPJ, o la regulación de nuevas expresiones comunicativas que hoy contaminan el ecosistema mediático, deben cobrar protagonismo. El trumpismo, la injerencia en procesos electorales por poderes económicos o potencias externas en otros países del mundo, la mentira y la construcción de realidades paralelas, forman parte ya hoy de la configuración política del mundo. Subproductos como la candidatura “Se acabó la fiesta”, solo se explican desde este nuevo paradigma de intervención política desde los subsuelos sociales en torno a marcos comunicativos que hoy operan sin normas, sin transparencia alguna y sin reglas.