Vox reivindica la vandalización de una estatua de Largo Caballero y exige, con amenazas veladas, la retirada de la Ley de Memoria Histórica
- La formación ultraderechista respondió a una publicación del ministro José Luis Ábalos en la que condenaba la vandalización de la estatua dedicada a Largo Caballero con el texto «Derogad la Ley de Memoria Histórica. Primer aviso»
La formación ultraderechista Vox ha vuelto a situarse en el centro de la polémica (de forma deliberada, como siempre) haciendo uso de amenzas veladas contra el gobierno y reivindicando la vandalización de una estatua de Largo Caballero en Madrid. El histórico dirigente socialista y presidente del gobierno de la República durante la Guerra Civil ha sido elegido como el objetivo del nuevo delirio anti histórico de la formación reaccionaria, estableciendo la retirada de su nombre de calles de Madrid (con el beneplácito del alcalde Almeida y los «centristas» de Ciudadanos) a modo de pulso contra la supresión de elementos de exaltación de la dictadura franquista en las calles de la capital.
Ahora Vox da un paso más, planteando una amenaza velada contra el gobierno en el caso de que no retire la Ley de Memoria Histórica, al más puro estilo del matonismo posfascista de sus lamentables antecedentes históricos más recientes, la desfasada Fuerza Nueva de Blas Piñar a principios de los ’80. O quizá más bien identificándose con su mayor nicho de votantes: exaltados digitales de foros de internet con escasa o nula conexión con el mundo real.
No es la primera vez que la formación de extrema derecha juega con la reivindicación de la violencia. Al margen de sus constantes apelaciones a un autogolpe de la monarquía para establecer una involución democrática, la jugada preferida del rentismo reaccionario del país, el partido liderado por el ex asesor del Partido Popular sin dedicación profesional conocida, Santiago Abascal, ya reivindicó implícitamente su papel en el frustrado intento de atentado con explosivos en un centro de menores.
El exabrupto en redes sociales ha generado, como era de esperar, una oleada de reacciones de condena. Pero también un indiscutible cierre de filas de los partidarios, reales o robóticos, de la formación. Una respuesta medida y calculada por los asesores de comunicación de la organización que siguen, hasta el más mínimo detalle, el manual de estilo del neofascista estadounidense Steve Bannon.
Mientras el país atraviesa una crisis sanitaria sin precedentes, una crisis que evidencia el fracaso de los modelos políticos y económicos hegemónicos desde hace décadas a nivel mundial, Vox continúa acaparando la atención con sus delirantes acusaciones y enemigos inexistentes, desde niños huérfanos extranjeros a conspiraciones internacionales, pasando por la supuesta «amenaza okupa».
Más allá de las pataletas digitales de la esperpéntica organización, resulta preocupante la fragilidad de la democracia y los sistemas de representación. El constante secuestro de la atención pública por parte de Vox, simplemente pone de manifiesto esta debilidad. A río revuelto, ganancia de pescadores, se suele decir. Incluso si el pescador es un partido político totalmente artificial, sin propuesta concreta para resolver ni uno solo de los problemas reales del país. Una formación que ha llegado a ser definida por la socialité conservadora Carmen Lomana como, el partido «de los más tontos de cada casa».