ANPBA critica que el consejero de Cultura de CyL, Gonzalo Santonja, defienda el «Toro de fuego» de Medinaceli con el argumento de la ‘tradición’
El consejero de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Castilla y León, Gonzalo Santonja, ha recibido el escrito que le remitió ayer el presidente de la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales (ANPBA), Alfonso Chillerón.
ANPBA ha criticado que el consejero de Cultura salga en defensa del «Toro de Fuego» de Medinaceli apelando únicamente a un elemento tan raído como es el concepto de “tradición”, al que opone ANPBA datos constatables referidos a la propia historia de la tauromaquia y a la evolución de la sociedad española. (Ver documento y justificantes adjuntos).
En su misiva ANPBA ha recordado al Consejero de Cultura que «el progreso ético y moral de la sociedad española del siglo XXI ha evolucionado sustantivamente», que la sociedad actual «ya no es la sociedad española de siglos pasados».
Así, cabe recordar aquellos tiempos en que los toros, en las corridas, eran matados a cuchilladas por la gente cuando se ponía el sol y sobre los cosos caían las tinieblas del ocaso. El público, navaja en mano, bajaba en tropel a la arena y asestaba incontables puñaladas al animal, al que previamente habían cortado los tendones de las patas traseras con medialunas para que no pudiera levantarse y defenderse. También, en la historia de la tauromaquia, constan sonados espectáculos en los que enfrentaban a perros, tigres e incluso elefantes contra los toros. Sin olvidar que, hasta la implantación del peto en el primer tercio del siglo XX, abundaban los caballos de picar que eran corneados y destripados en las plazas. Los enloquecidos equinos corrían despavoridos arrastrando por el albero las tripas que brotaban de sus desgarrados vientres; y, si aún tenían la “suerte” de no morir de inmediato, en los “patios de caballos” eran sometidos a un tortuoso cosido de tripas, rellenando con serrín aquellas oquedades producidas por las tripas arrancadas, momento en que los devolvían al coso para ser montados, de nuevo, por los picadores. También, en tiempos tan recientes como el siglo XX, en la historia de la tauromaquia constan espectáculos de vacas encohetadas, a las que colocaban en los lomos mantas con cohetes a los que prendían fuego, achicharrando literalmente al animal, y las banderillas de fuego que clavaban a los toros inteligentes (conocidos en tauromaquia como ”mansos”). Cuando la pólvora estallaba en sus carnes, el humo y el olor a carne quemada inundaba el lugar.
Por su parte, hoy nadie utiliza tartanas para desplazarse, ni acude a un sacamuelas para que le arranque, sin anestesia, la pieza bucal, ni se alumbra con velas.
Por tanto, concluye ANPBA su misiva, «quienes claman por mantener vivas las antorchas en las astas del Toro de Fuego de Medinaceli (eufemismo, “Toro Jubillo”), tendrían que ser consecuentes y viajar en tartana, solicitar los servicios de un sacamuelas e iluminarse con velas. De lo contrario, carecen de razón para exigir que este anacrónico festejo se mantenga apegado a rancias, casposas e inmisericordes “tradiciones”, especialmente cuando nuestro Ordenamiento jurídico ha establecido ya, como bien jurídico protegido, que los animales, todos, son seres “dotados de sensibilidad” física y psíquica».
Finalmente, ANPBA concluye esta reflexión recordando lo establecido por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (TSJCyL), Sala Contenciosa, Sec. 1, en su Sentencia 401/2018 de 30/04/2018, Rec. 584/2017, cuando dice que «la tradición sin más no es un argumento para justificar la persistencia de determinados ritos que la sensibilidad social actual puede rechazar. No hace falta citar aquí tradiciones de tiempos pasados cuya admisión ahora resulta impensable».