2016: Otro año sin hacer lo necesario por el medio ambiente
Con el fin de 2016 Ecologistas en Acción hace repaso de la situación del medio ambiente.
Acaba el año y toca hacer balance de lo que ha sido 2016. Ecologistas en Acción lo hace, como no podía ser de otra manera, desde la perspectiva ambiental, eje del trabajo que sus más de 300 grupos llevan a cabo. Lamentablemente no es necesario cambiar el titular de años anteriores: no solo no se hace lo suficiente para frenar el deterioro ecológico, sino que se avanza en sentido contrario. A pesar de que el balance global es desolador, también valoramos la existencia de iniciativas que nos permiten albergar esperanzas de que se están dando pasos para cambiar el rumbo.
El gobierno del Partido Popular entra dentro del primer grupo, con políticas que hacen que la brecha de las desigualdades sociales y la crisis ambiental sean cada vez más grandes. Aunque ya no gobierna en mayoría absoluta, sigue yendo a contracorriente de lo que el planeta demanda, incumpliendo compromisos, como poner freno a la pérdida de biodiversidad, o careciendo de objetivos ambiciosos, como las decepcionantes tasas de reciclaje que tiene el Estado español, existiendo alternativas sostenibles para gestionar los residuos. El nombramiento de la ministra Isabel Tejerina, defensora de los transgénicos o de la caza del lobo al sur del Duero, es un claro reflejo de que la perspectiva productivista prima sobre la medioambiental.
Si el año pasado veíamos con ojos críticos el Acuerdo de París, la COP22 en Marrakech solo ha servido para que nos reafirmemos en la idea de que está muy lejos la intención de las/os responsables políticas/os de frenar las consecuencias del cambio climático. Esto es evidente cuando analizamos la política energética que defiende el actual gobierno, apostando por los combustibles fósiles, la energía nuclear y el oligopolio eléctrico.
La Unión Europea tampoco ha sido un escenario amable para las demandas ecologistas. A pesar de que en este ámbito se discuten cuestiones que son clave en la defensa de la naturaleza y la salud, comprobamos que los intereses del mercado compiten con ventaja sobre las políticas que pretenden restaurar el equilibrio ecológico, como la regulación de la sobrepesca, que hoy sigue siendo un objetivo lejano. Con todo, encontramos éxitos que merecemos celebrar, como lo ha sido frenar la modificación de las directivas de aves y de hábitats.
No solo en las instituciones se va en contra del medio ambiente. Este año han sido numerosos los ataques de cazadores y protaurinos y las descalificaciones a propuestas agroecológicas bajo el paraguas de quienes se dicen defensores de la ciencia.
Un tema clave durante este año ha sido la oposición a los tratados de libre comercio, como el TTIP o el CETA, que, a pesar, de algunos avances, no lo están teniendo tan fácil para convertirse en realidad. La regulación de las sustancias tóxicas también ha sido un tema que ha saltado a la opinión pública. Gracias a ello, más de 150 administraciones han prohibido el uso del glifosato y se ha adquirido mayor conciencia sobre sus efectos adversos, que, esperamos, se traduzca en una mejor regulación y prohibición general, a pesar de los intereses de grandes corporaciones como Monsanto (o Bayer). También nuestro trabajo ha conseguido logros importantes en la conservación de espacios, destacando la declaración de muchos tramos de río como reservas naturales fluviales.
En 2017 nos enfrentamos a muchos retos. Es necesario mirar hacia el futuro de forma valiente y huir de las falsas soluciones. La transición (o transiciones) a otro modelo (económico, social y político) que sea justo y sostenible es el reto que tenemos por delante. Las decisiones que debemos tomar sobre la vida y el futuro no pueden tomarse según los dictados del mercado, sino en base al bien común y el freno al deterioro ecológico. Es, desde luego, una tarea enorme, pero no por ello menos necesaria.