Resumen Latinoamericano •  Catalunya •  16/06/2020

Una multitud de personas migrantes exigieron en las calles la regularización de sus residencias: «Papeles para todxs»

Mujeres latinoamericanas se abrazan con migrantes del Magreb, mientras senegalesas, pakistaníes y sudafricanos agitan pancartas artesanales con leyendas en castellano, inglés o francés, exigiendo lo que la multitud grita en sus consignas: «Papeles para todos».

Una multitud de personas migrantes exigieron en las calles la regularización de sus residencias: «Papeles para todxs»

¿De que papeles hablan cuando dicen esa palabra tan emblemática para quienes este domingo se concentraron en la gigantesca Plaza de Catalunya?, en el centro de Barcelona. «Papeles» significan la legalidad que más de un millón de personas migrantes hoy no tienen, y con eso poder tener acceso a derechos mínimos, como los que cualquier ciudadano español, catalán, gallego o vasco sí poseen. Y si no los tienen, porque el Estado mira siempre a un costado, por lo menos aquellos (con DNI en regla) pueden protestar con menos miedo que los migrantes, a los que no solo cada tanto muelen a palos pandillas de fascistas, sino que cada uno de ellos o ellas tienen la amenaza constante de ser deportados a sus países.

Por esos malditos o benditos papeles (según se mire), salieron a las calles otra vez y van…, pero también para darse fuerza entre ellos, para levantar la autoestima, para darse cuenta que si no se ayudan entre sí, el resto de la sociedad generalmente los tratará de usar «cediéndoles» los trabajos que generalmente los europeos no quieren hacer (lo mismo pasa en EE.UU) y luego, a la hora de «blanquearlos», es decir legalizarlos, se hacen los distraídos. No todos son así, pero lamentablemente hay muchos que desconfían, miran de reojo o se convierten en «chivatos» de los migrantes, por creer que no deberían haber venido nunca a la vieja y cada vez más descolorida Europa. Esos son los que se olvidan que sus abuelos cruzaron el charco y también fueron migrantes en otras épocas. Pero qué se le va a hacer si niegan su propia historia.

En cambio, en la Plaza, este día de júbilo y protesta fue maravilloso escuchar muchas voces diferentes, y también los tambores y las músicas de latitudes muy lejanas. Sin embargo, algo los unificaba a todxs: las ganas de defender su dignidad de trabajadorxs, de gente honrada que lo único a lo que aspira es a sobrevivir sin que los estén apuntando con el dedo o llevándoselos a las comisaría solo por portación de rostro.

Así se pudo escuchar a las limpiadoras, a las domésticas, a los artesanos, a los músicos callejeros, a quienes con justo enfado sostenían ante el micrófono que «no somos analfabetas ni malas personas, somos mujeres y hombres que queremos legalidad para trabajar en paz» . Y reclamaban que muchas de ellas cuidaban a los niños y niñas, a las abuelitas de familias que las empleaban pagándoles migajas. Y allí, rápidamente surge la pregunta: ¿Cómo alguien le cede el cuidado de seres tan queridos a una persona a la cual no la ayuda a legalizarla y a que no viva con miedo? Mejor no esperemos la respuesta.

Conclusión: Las y los migrantes están dispuestxs a salir a la calle cuantas veces sea necesario hasta que los que tienen el poder cedan y concedan lo que se pide. No son tiempos fáciles para nadie, pero para quienes viven con la nostalgia de familias que han quedado muy lejos, que no tienen acceso fácil a la salud, que ganan muy por debajo de lo que trabajan o directamente sufren por no tener conchabo, las dificultades se multiplican. Ellas y ellos saben que todo lo que consigan será con lucha. A tomar nota entonces, porque hay algo imparable en el devenir: mientras el capitalismo siga siendo lo que es y no se produzca un cambio de paradigma, cada vez habrá más personas dispuestas a atravesar fronteras a pie, a nado o como sea.


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