La vergonzosa invasión italiana de Etiopía (Breve introducción y noticia del día 9 de mayo de 1936)
El Emperador etíope Halle Selassie empezó a reclutar hombres, llegando a formar un ejército de medio millón de soldados que, sin embargo, estaba armado simplemente con rifles y carabinas bastante anticuados, mientras que algunos soldados portaban lanzas. Las tropas etíopes carecían de mando único, pues eran convocadas por clanes casi independientes entre sí, y por todo poderío aéreo disponían de una docena de aviones de la Primera Guerra Mundial.
El 3 de octubre de 1935, cien mil soldados del ejército italiano comandados por el Mariscal Emilio de Bono, atacaron desde Eritrea (posesión colonial italiana), sin declaración previa de guerra. Al mismo tiempo una fuerza menor al mando del General Rodolfo Graziani, atacó desde la Somalia italiana.
Desde su llegada al poder, Benito Mussolini había prometido la creación del imperio italiano, que controlaría el Mediterraneo en aquel entonces en poder de Francia y el Reino Unido. No deseando iniciar la guerra con estos países, Mussolini puso la mira en Etiopia, una nación independiente pero muy débil, situada entre las colonias italianas de Eritrea y Somalia. El interés italiano por la región, que databa de la década de 1860 y se había visto frustrado por la grave derrota en la batalla de Adowa en 1896, había resurgido a finales de 1933 como contrapeso a los contratiempos internos en Italia (caída de los precios de los productos agrícolas, reducción de la producción industrial y aumento del paro). Mussolini esperaba que la expansion colonial debía de aumentar el prestigio italiano. Los estrechos lazos económicos entre Italia y Etiopia alababan los planes expansionistas italianos, al principio muy vagos. El rearme alemán en Europa, sin embargo, apremio al mandatario italiano que a mediados de 1934, comenzó a agrandar las fuerzas armadas destinadas en las regiones fronterizas y a buscar una justificación que permitiese extender la influencia italiana en la zona.
Interpretando los tratados fronterizos a su conveniencia, los italianos entraron cada vez más y más dentro del territorio etíope. El país africano acudió en busca de ayuda al gobierno del Reino Unido, que formó una comisión para arbitrar el problema. Sin embargo los británicos se retiraron inmediatamente, siguiendo la política de apaciguamiento que caracterizó a las naciones aliadas antes de la guerra. Básicamente, los aliados creían que era mejor ceder a las exigencias de las potencias del eje antes que iniciar una guerra.
En diciembre de 1934 tropas etíopes e italianas se enfrentaron, falleciendo ciento cincuenta hombres del primer bando y cincuenta del segundo. En Walwal, oasis cercano a la frontera común mal definida, tuvo lugar el choque el 4 de diciembre. Tras el intercambio de acusaciones mutuas, los dos países aceptaron someter a arbitraje la resolución del conflicto. La Sociedad de Naciones exoneró de culpa a ambos bandos, e Italua comenzó a acumular fuerzas en la frontera. Mientras Roma alargaba todo lo posible el arbitraje internacional, concentraba unidades en Africa y lanzaba una campaña propagandística para justificar la conquista del norte y este de Etiopia. Para ganarse el beneplácito francés a la campaña militar prevista, Mussolini renunció durante su entrevista con Pierre Laval en enero de 1935 a los territorios prometidos a Italia en el Tratado de Londres de 1915 y a diversos derechos y reclamaciones territoriales en Africa. La controvertida reunión concluyó con Mussolini convencido de contar con la aquiescencia francesa a la expansion económica y política italiana en la región. La falta de oposición clara de los británicos -renuentes a afrentar al gobierno italiano- también le hizo pensar que estos aprobaban sus planes coloniales. Durante la Conferencia de Stresa se confirmó la aparente indiferencia franco-britanica a los planes etíopes de Mussolini. Así, Mussolini desató una amplia campaña propagandística que presentó la expansion colonial de Africa Oriental como la solución a los problemas de la nacion: los expertos económicos describían al país como rica fuente de materias primas y un gran mercado para los productos italianos. En mayo de 1935, Italia proclamó abiertamente su intención de dominar la región y de recurrir a la guerra para conseguirlo si resultara necesario.
Para disgusto de Mussolini, el Ministro de Asuntos Exteriores británico Anthony Eden, de visita en Roma entre el 22 y 25 de junio, indicó la oposición británica al proyecto colonial italiano, fundamentalmente a causa de las elecciones de otoño en las que el gobierno esperaba no contrariar a los partidarios de la Sociedad de Naciones que lo rechazaban. Las concesiones territoriales y económicas propuestas por los británicos resultaron inaceptables para el mandatario italiano, que deseaba obtener territorios mucho mayores que los ofrecidos por el ministro británico y el control oficioso de todo el país. El Primer Ministro italiano insinuó la disposición italiana a abandonar la Sociedad de Naciones si esta finalmente se oponía a la expansion italiana. Para tratar de alcanzar un acuerdo entre británicos, franceses e italianos se llevaron a cabo varias negociaciones, primero en Paris en agosto y luego en Ginebra en septiembre, sin éxito. Las conversaciones tripartita cesaron a principios de octubre a causa de la invasión italiana de Etiopia.
El Emperador etíope Halle Selassie empezó a reclutar hombres, llegando a formar un ejército de medio millón de soldados que, sin embargo, estaba armado simplemente con rifles y carabinas bastante anticuados, mientras que algunos soldados portaban lanzas. Las tropas etíopes carecían de mando único, pues eran convocadas por clanes casi independientes entre sí, y por todo poderío aéreo disponían de una docena de aviones de la Primera Guerra Mundial.
El 3 de octubre de 1935, cien mil soldados del ejército italiano comandados por el Mariscal Emilio de Bono, atacaron desde Eritrea (posesión colonial italiana), sin declaración previa de guerra. Al mismo tiempo una fuerza menor al mando del General Rodolfo Graziani, atacó desde la Somalia italiana.
El 6 de octubre fue conquistada Adua, un lugar simbólico para el ejército italiano. En dicho lugar las tropas italianas habían sido derrotadas en la primera guerra italo-etiope el año 1896. El 15 de octubre, las tropas italianas se apoderaron de Aksum, y el obelisco que adornaba la ciudad fue arrancado de su sitio y enviado a Roma para ser colocado simbólicamente frente al edificio del Ministerio de Colonias creado por el régimen fascista.
La Sociedad de Naciones que condenó a Italia como país agresor el 11 de octubre de 1935, impuso numerosas sanciones económicas al Reino de Italia, pero estas incluían el embargo de productos que no eran de primera necesidad para la industria italiana: el mineral de hierro y el petróleo no estaban considerados en dicha lista, y por ello empresas de Estados Unidos ( que no era miembro de la Sociedad de Naciones), Reino Unido, Francia y obviamente Alemania siguieron vendiendo dichos productos a Italia. Al mismo tiempo, los británicos aseguraron al gobierno italiano que no sopesaban ninguna acción armada contra las fuerzas italianas a pesar de los recelos de Roma. Para tratar de preservar la coalición franco-anglo-italiana, se celebró una última conferencia tripartita en Paris a principios de diciembre de 1935, en la que el Reino Unido y Francia se vinieron a aceptar todas las exigencias italianas planteadas en enero por Mussolini. Británicos y franceses estaban dispuestos a reconocer oficialmente cómo italianos los territorios conquistados por estos hasta ese momento, a admitir la cesión de las provincias de Tigray y Ogaden y a crear una zona de influencia italiana en el sureste etíope. Aunque el gobierno italiano se mostró dispuesto a aceptar la propuesta oficiosa franco-britanica, la publicación de esta por la prensa del Reino Unido y el consiguiente revuelo que forzó la renuncia del Ministro de Asuntos Exteriores británico y el abandono de la posición de apaciguamiento del país, dio al traste con el intento de solución pacífica del conflicto. En Francia, Laval también tuvo que dimitir por el escándalo pocas semanas más tarde.
Exasperado por el lento y precavido avance de De Bono, Mussolini colocó al General Prieto Badoglio en su lugar. Las fuerzas etíopes atacaron al ejército invasor recién llegado y efectuaron un contraataque en diciembre de 1935, pero su ejército rudimentariamente armado, no pudo oponer mucha resistencia contra las armas modernas de los italianos. Cabe indicar que incluso el servicio de comunicaciones de las fuerzas etíopes dependía de mensajeros a pie, pues no disponían de aparatos de radio. Con ello, les bastaba a los italianos imponer un estrecho cerco a destacamentos etíopes, para dejarlos completamente ignorantes sobre los movimientos de su propio ejército. La contraofensiva etíope logró detener el avance italiano por algunas semanas, pero la superioridad del invasor en calidad de armamento ( particularmente artillería pesada y aviacion) impidió a los etíopes aprovechar sus éxitos iniciales.
Badoglio también empleó gas mostaza en bombardeos aéreos, violando las Convenciones de Ginebra. No solo fue usado este gas contra los combatientes, sino también en contra de civiles en un intento de dañar la moral del pueblo etíope. Además, se informó de ataques italianos deliberados contra ambulancias y hospitales de la Cruz Roja. Los italianos retomaron la ofensiva a inicios de marzo.
El 29 de ese mes, Graziani bombardeó la ciudad de Harar y dos días después los italianos consiguieron una gran victoria en la batalla de Maychew, la cual anuló toda posible resistencia organizada de los etíopes. El Emperador Haile Selassie, se vio forzado a escapar al exilio el 2 de mayo, y las fuerzas de Badoglio llegaron a la capital Adis Abeba el 5 de mayo.
Italia anexiono oficialmente el territorio de Etiopia el 7 de mayo y en el día de hoy, 9 de mayo, con un júbilo enorme en toda la metrópoli al hacerse definitiva la victoria italiana, Víctor Manuel III ha sido proclamado Emperador. Las provincias de Eritrea, la Somalia italiana y Abisinia (Etiopia), han sido unidas para formar la provincia italiana de Africa del Este.
El Papa Pio XI, ha expresado su gran admiración por la eficacia de la campaña italiana en Etiopia.
Fuente: Federico Rubio Herrero («Cronologia mundial durante el Gobierno del Frente Popular, febrero-julio 1936»). Pags 76, 77, 78 y 79.