Cubadebate •  Memoria Histórica •  24/07/2020

Fidel en el 26 de hace 60 años: “Cuando parecía culminar, no era el fin, sino el comienzo”

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en conmemoración del VII aniversario del 26 de julio, en las Mercedes, estribaciones de la Sierra Maestra, el 26 de julio de 1960.

Fidel en el 26 de hace 60 años: “Cuando parecía culminar, no era el fin, sino el comienzo”

Distinguidas delegaciones de distintos países del mundo que nos visitan;

Compañeritos de la Ciudad Escolar “Camilo Cienfuegos”; Maestros Voluntarios de la Sierra Maestra;

Campesinos;

Trabajadores;

Jóvenes de las Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario;

Compañeros del Ejército Rebelde que construyen las ciudades escolares, represas, hospitales y casas para los campesinos;

Compañeros de la Escuela de Soldados Revolucionarios de las Minas del Frío;

Responsables de Milicias;

Cadetes;

Cubanos todos:

Había sido nuestra mayor preocupación en los días pasados, el poder asistir a esta gran concentración. Motivos de salud nos habían mantenido en la incertidumbre. Era, después de todo… había sido ya bastante duro no poder asistir a la última concentración en la capital de la República, y habría sido más duro todavía —y lo fue en parte— no haber estado en la provincia de Oriente desde hace varios días. Nosotros habíamos cifrado algunas esperanzas en esta fecha.

Teníamos algunas obras que pensábamos terminar para este día. Por ejemplo, el nuevo reparto en la ciudad de Santiago de Cuba para las familias pobres que vivían allí en las peores condiciones, la ciudad de los Pescadores en Manzanillo, 12 pueblos más de varios centenares de casas cada uno en distintas cooperativas agrícolas; y la primera unidad de la Ciudad Escolar “Camilo Cienfuegos”. No porque hubiésemos hecho esas obras precisamente para conmemorar el 26 de Julio, pero tomamos esa fecha como motivo de emulación, para que todos redoblásemos el esfuerzo a fin de adelantar los trabajos.

Ciertamente, esas obras no se pudieron terminar.  Veinte días consecutivos de lluvias torrenciales hicieron imposible los toques finales que requerían esas obras; sin embargo, unas sí pudimos terminar este 26 de Julio, y en realidad, si hemos podido terminar esta no importa que las otras tarden todavía un mes o dos más.

Hemos podido terminar la primera unidad de la Ciudad Escolar “Camilo Cienfuegos”, hemos podido cumplir esa meta para esta fecha, y en realidad nada más emocionante ni más alentador para todos nosotros.

Esta fecha y este sitio son dos cosas que se juntan muy estrechamente en nuestro sentimiento y en nuestro recuerdo: 26 de Julio y Sierra Maestra; son dos nombres que han de pesar muy hondamente en el corazón de cada uno de nosotros, porque antes de que pudiéramos alcanzar estas cosas, antes de que estas hermosas realidades de hoy tuviesen vida, antes de estas grandes victorias de nuestro pueblo, era aquel tiempo en que apenas comenzábamos, era aquel tiempo de los sueños de los primeros combatientes revolucionarios de nuestra generación; antes que ciudades y pueblos, antes que cooperativas y escuelas, antes que ciudades escolares y títulos a campesinos, antes que los maestros, antes que estos soldados ejemplares de la nueva patria, que trabajan para el pueblo, antes de esta sensación de libertad y esta emoción presentes, no había más que ilusiones en nuestras mentes.

Y así empezó aquel esfuerzo hace apenas siete años. Aquel 26 de Julio de 1953 que fue la culminación del esfuerzo de un grupo de jóvenes llenos de ideales que se lanzaron hacia aquella lucha desigual y difícil. Y aquello no fue más que el inicio, el inicio de una lucha de siete años, porque así son los frutos que los hombres deben adquirir con su esfuerzo, los frutos que los pueblos han de conquistar con sacrificio y con trabajo, que muchas veces mientras más próximos parecen, más se alejan de nuestras posibilidades.

Y así, aquel 26 de Julio fue para nosotros un minuto, en que cuando parecía culminar una lucha, cuando parecía culminar un esfuerzo para iniciar la batalla por la liberación de nuestro pueblo, no era el fin, sino el comienzo.

Y aquel grupo de combatientes, los que no fueron asesinados, fuimos a parar a las prisiones con nuestros propósitos y nuestros sueños, para allí poder madurar tras largos meses de encierro, el ideal que llevábamos dentro, el propósito que nos animó a dar la primera batalla, a persistir en nuestro objetivo a pesar de la adversidad de aquel minuto, a persistir en nuestro propósito; porque hoy, en esta tarde, no podemos menos que recordar también aquellos días tristes, no podemos menos que recordar aquella tarde del 26 de Julio de 1953, en que no era como hoy, día de alegría y de triunfo, en que no era como hoy, día de optimismo y de alegría, en que no era como hoy, día en que un pueblo recoge los frutos que los caídos han ido sembrando a lo largo de años; no era como hoy, día de esa emoción profunda con que todos hemos escuchado a este niño, niño campesino dotado por la naturaleza de viva inteligencia, de extraordinaria capacidad de orador, que ha venido aquí a esta tribuna, a hablar en nombre de sus compañeros, como prueba de los tesoros humanos que en la patria se desperdiciaran antes y como prueba de que el fruto de la patria tiene que ser necesariamente grande, cuando de allí mismo, de aquel rincón de la provincia de Oriente, donde pusimos nosotros nuestros pasos al desembarcar, de allí mismo surge un niño que, con su lenguaje sencillo y su palabra cálida, es capaz de expresar aquí, ante una imponente multitud, lo que ya en su inteligencia y en su corazón joven es capaz de comprender y de hacérnoslo comprender.

Hoy, al pasar por delante de nuestra tribuna revolucionaria esos entusiastas hermanos de los distintos pueblos de la América, que vinieron a traernos el amor, la simpatía y el calor de sus tierras, como para darnos el ánimo, al recibir ese aliento que ellos saben que nosotros necesitamos en esta hora, vivíamos ciertamente, uno de esos minutos, que en un marco como este, un día como hoy, frente a esa Sierra donde se gestó la victoria, tenía que hacernos excepcionalmente felices.

Pero no fue así siempre y por contraste, venían también a nuestras mentes, los recuerdos de aquel primer 26, aquella tarde en que todo era amargura y dolor, en que sobre nuestro ánimo pesaba el dolor de los compañeros que habían muerto y el dolor de la derrota que obligaba a la patria a una espera, cuyos límites era imposible imaginarse en aquel instante.

Y recordar los minutos de adversidad es bueno, recordar los minutos en que las realidades presentes no eran más que sueños, es bueno, recordar la lucha, es bueno, recordar el sacrificio y el dolor que han costado las victorias, es bueno; es bueno porque nos enseña, es bueno porque nos dice que en el camino de los pueblos nada es fácil, nos enseña que los pueblos para conquistar aquellas cosas que anhelan tienen que sacrificarse y tienen que luchar muy duramente, y que los pueblos no se pueden desanimar en la adversidad, y que los revolucionarios no se pueden desalentar en la adversidad, ni en los momentos difíciles, porque los pueblos que perseveran y los hombres que perseveran triunfan, los pueblos que luchan y los líderes que luchan, llevan adelante sus sueños; los pueblos que saben erguirse frente a los obstáculos marchan adelante; los pueblos que no se desaniman ni se acobardan ante el tamaño de las dificultades que tengan por delante, tienen derecho a la victoria, los pueblos que no tiemblan ante el adversario poderoso, los pueblos que no tiemblan ante el precio que tengan que pagar por su libertad, los pueblos que no tiemblan ante el precio que tengan que pagar por su dignidad, los pueblos que no tiemblan por el precio que tengan que pagar por la justicia, los pueblos que no tiemblan ante el precio que tengan que pagar por su felicidad, tienen derecho a la felicidad, tienen derecho a la victoria, tienen derecho a la libertad, tienen derecho al progreso, tienen derecho a la dignidad.

Y nuestro pueblo es uno de esos pueblos que no tembló nunca ante el sacrificio, es uno de esos pueblos que no tembló nunca ante el precio que le obligasen a pagar por su dignidad y por su libertad; un pueblo que no tembló ni temblará nunca ante el precio que tenga que pagar por su felicidad.

¿Qué quiere nuestro pueblo?  Nuestro pueblo quiere esto, nuestro pueblo quiere, sencillamente, ser feliz.  Y quiere ser feliz al precio que cueste ser feliz. Y nuestro pueblo empezó a ser feliz desde el mismo minuto en que empezó a sentirse realmente libre.

En la conmemoración del VII Aniversario del Asalto al Cuartel del Moncada,en Las Mercedes, Sierra Maestra. Foto: Fidel Soldado de las Ideas/Archivo.

Para ser feliz un pueblo, no necesita siquiera haber alcanzado el fin propuesto; para que un pueblo empiece a sentirse feliz, basta con que comience a luchar por aquellas cosas que lo pueden hacer feliz. Un pueblo comienza a ser feliz desde el mismo momento en que comienza a luchar por algo, porque luchar por algo hace felices a los pueblos, como someterse sin lucha, renunciar a la lucha y al esfuerzo, hace desgraciados e infelices a los pueblos. No somos felices, solamente, porque hayamos alcanzado algo, sino porque estemos luchando para alcanzar algo.

Y es posible que las generaciones venideras vivan mucho mejor que nosotros, es posible que las generaciones venideras lleguen a disfrutar plenamente, mucho más plenamente que nosotros…

Quería decirles que nuestro pueblo comenzó a sentirse feliz desde el mismo momento en que empezó a luchar por algo. Esa aspiración claro que nos tiene que costar esfuerzos, nos tiene que costar sacrificios, pero no importa, nosotros sentimos la satisfacción de que estamos luchando por algo y para algo.

Fuerzas e intereses poderosos luchan por impedir que nosotros realicemos esas aspiraciones; pero no importa, nosotros nos sentimos felices de saber que luchamos y lucharemos contra esas fuerzas e intereses, por poderosos que sean, para conseguir lo que nosotros queremos.

¿Por qué se reúne aquí esta imponente multitud? ¿Por qué han bajado de la Sierra Maestra millares y decenas de millares de campesinos? ¿Por qué han venido desde la región occidental de Cuba cientos de miles de cubanos? ¿Por qué se ha desplazado hacia Oriente tan extraordinario número de ciudadanos?  ¿Por qué se ha podido reunir en descampado una multitud? Porque en una ciudad es lógico y explicable que pueda reunirse una multitud, pero que en un campo absolutamente despoblado se reúna una multitud como esta, quiere decir algo, quiere decir mucho.

Nuestro pueblo no se puede resignar a seguir viviendo como vivía ayer

Que un río humano se mueva en un torrente hacia este sitio; que decenas y decenas de miles de personas se hayan trasladado a este punto desde hace varios días, y que en la noche de ayer un número incalculable de ciudadanos estuviese durmiendo en los caminos, a las orillas de las carreteras y bajo los árboles; personas que tal vez nunca durmieron al aire libre, nunca durmieron bajo un árbol o a la orilla de un camino; personas que hasta incluso, quizás, consideraban la vida imposible en esas condiciones, y hasta se consideraban a sí mismos incapaces de pasar por esas pruebas, las hayan llevado a cabo como si hubiese sido actividad acostumbrada durante toda su vida, esto quiere decir algo; eso quiere decir…

¡Fidel es un nombre pasajero en la historia gloriosa y eterna de la patria!; eso quiere decir algo más que un nombre, ¡eso quiere decir que nuestro pueblo lucha por algo!; ¡eso quiere decir que nuestro pueblo quiere ardientemente algo; eso quiere decir que nuestro pueblo quiere patria; eso quiere decir que nuestro pueblo quiere justicia, eso quiere decir que nuestro pueblo quiere libertad.

Eso quiere decir que nuestro pueblo quiere algo justo; eso quiere decir que nuestro pueblo quiere algo, por lo que siente que tiene un derecho que nadie se lo puede discutir. Eso quiere decir que nadie se lo puede discutir. Eso quiere decir que nuestro pueblo quiere algo más de lo que ha tenido hasta hoy; eso quiere decir que nuestro pueblo quiere vivir de forma distinta a como ha vivido hasta hoy.

Eso quiere decir que nuestro pueblo no se puede resignar a seguir viviendo como vivía ayer; eso quiere decir que nuestro pueblo ha decidido trocar la sumisión de ayer, la esclavitud de ayer, la injusticia de ayer, por la justicia de hoy, la libertad de hoy y la rebeldía de hoy.

¡Que nuestro pueblo ha decidido cambiar la humillación de ayer por la gloria de hoy!  ¡Que nuestro pueblo ha decidido cambiar la vergüenza de ayer por el orgullo de hoy!  ¡Que nuestro pueblo ha decidido cambiar la tristeza y la desesperanza de ayer, por la alegría de hoy y la esperanza de mañana!

Y eso que se puede decir, o se puede tratar de decir con palabras sencillas, eso es, sin embargo, un acontecimiento decisivo en la vida de un país, y en el caso de Cuba, por la fuerza moral que irradia de su Revolución, por la simpatía que conquista con su dignidad, se va convirtiendo en un acontecimiento decisivo, no solo ya para la historia de nuestra pequeña isla, sino para la historia de nuestro gran continente.

Y eso quiere decir que los cubanos, en su esfuerzo por conquistar la felicidad, se ven ya en la necesidad, no solo de pensar en nosotros mismos —lo cual sería egoísta, lo cual sería ingrato—, sino que se ve obligado a pensar en los demás pueblos hermanos de América.

Los cubanos, en nuestro esfuerzo por conquistar nuestra felicidad, estamos arrastrando hacia el mismo propósito a los demás pueblos hermanos de América. Y puesto que la principal causa de la agresión a nuestra patria obedece al propósito de evitar que seamos un ejemplo para esos pueblos, en esa misma medida, en la medida en que nos quieran destruir, para que no seamos ejemplo, ¡es deber nuestro tratar de ser ejemplo para que no nos puedan destruir!

Tenemos que tratar de ser cada vez mejor ejemplo, para que no nos puedan destruir, ¡porque nos quieren destruir para que no seamos ejemplo! Y puesto que si pudieran destruirnos no seríamos ejemplo, ¡si podemos ser ejemplo no podrán destruirnos! De este modo, al venir a constituir nuestra patria un ejemplo, de la misma manera que nos quieren destruir, nuestra salvación está, a la larga, en que los demás pueblos de América vean en Cuba un verdadero ejemplo.

Los campesinos y los hombres sencillos del pueblo pueden comprender esto perfectamente bien con algunos ejemplos, con un simple análisis, si se quiere.  Antes no había títulos de tierra para los campesinos; nosotros vimos desfilar esta tarde una legión de campesinos de la Sierra con sus títulos en la mano.

Era imposible dejar de comprender la alegría, el orgullo y la satisfacción que llevaban en sus rostros; no esa satisfacción que puede verse al hecho material de poseer un título, no esa satisfacción que puede derivarse solamente de un mejoramiento en el orden material, porque ningún bienestar simplemente material, ninguna mejora de tipo simplemente económico es capaz de hacer tan radiantemente felices a los hombres.

Para nosotros, que sabemos el pasado de esos campesinos, a los cuales no se les da nada, porque lo que ellos producen y lo que ellos tienen en esas tierras lo han obtenido con su sudor y con su trabajo, nosotros simplemente les hemos dicho: “de aquí no pueden botarte como ayer”.

Nosotros les hemos dicho: “aquí nunca jamás podrá venir alguien a arrebatarte tu tierra, a destruirte tu hogar, para satisfacer mezquinos y egoístas intereses”; nosotros simplemente les hemos dicho:  “¡Aquí no podrán nunca más venir a humillarte!”; nosotros no les hemos dado nada, lo que ellos tienen lo han trabajado.  Nosotros simplemente les hemos venido a decir: “campesino, desde que la Revolución triunfó, tú eres un ser humano”.  “Campesino, desde que la Revolución triunfó, tus hijos, tu esposa, tu hogar y tu trabajo son cosa sagrada. ¡Campesino, tu persona es sagrada!  ¡Campesino, tus hijos llegarán a tener lo que tú no tuviste!  ¡Campesino, tus hijos tendrán escuela!  ¡Campesino, tus hijos tendrán médico!”.

Nosotros no les hemos dado nada, porque lo que el campesino recibe se lo da el pueblo; lo que el pueblo recibe lo produce y lo trabaja el pueblo, lo que el pueblo viste, lo que el pueblo calza, lo que el pueblo come, la casa donde vive, la cama donde duerme, el libro donde lee, lo produce con su trabajo y con su sudor el pueblo, lo que el maestro que enseña a su hijo, viste, calza y vive, lo produce con su trabajo y su sudor el pueblo, lo que el médico que atiende a sus hijos o el ingeniero que construye los caminos o los hospitales recibe para vivir, lo produce con su sudor y su trabajo el pueblo.  Nosotros no le hemos dado nada al campesino, nosotros simplemente les hemos dicho:

“¡Campesinos, ustedes tienen los derechos que deben tener todos los hijos de esta patria!”; y el derecho no lo dan los hombres, el derecho nace, o debe nacer con cada ser humano.  Lo que algunos hombres han hecho es arrebatarles sus derechos a otros hombres; lo que un pueblo está haciendo hoy en nuestra patria es devolverles sus derechos a todos los hombres.

En la conmemoración del VII Aniversario del Asalto al Cuartel del Moncada,en Las Mercedes, Sierra Maestra. Foto: Fidel Soldado de las Ideas/Archivo.

La alegría radiante de esos campesinos no era por el pedazo de papel que llevaban en la mano, la alegría radiante de esos campesinos no era por el grano más de alimento que van a recibir, un grano ni un millón de granos pueden producir esa felicidad, la felicidad de esos campesinos es la sensación de que la humillación desapareció para siempre, es la sensación de que la desesperanza desapareció para siempre, que la incertidumbre y la inseguridad desaparecieron para siempre, que el abuso desapareció para siempre, que el privilegio desapareció para siempre, que la fuerza al servicio del egoísmo, desapareció para siempre, que la fuerza al servicio de la explotación desapareció para siempre, que la fuerza al servicio de los pillos desapareció para siempre, que los pillos desaparecieron para siempre.

¿Quién puede comprenderlo mejor que ustedes? ¿Quién puede comprender mejor que el pueblo la necesidad que tenemos de ser ejemplo? ¿Quién puede comprender mejor que el pueblo por qué nos atacan? ¿Quién puede comprender mejor que el pueblo por qué nos agreden? ¿Quién puede comprender mejor que el pueblo por qué quieren destruirnos?

Antes no había títulos para los campesinos, antes no había tierra, antes no era como hoy, el respeto, antes no se sentía, como hoy se siente el hombre cubano, padre respetado en su hogar y hombre respetado en su patria; antes eran la inseguridad y el abuso.

Antes no había ciudades escolares, antes no había estos niños que por aquí marcharon con sus banderas cubanas desplegadas, antes no había esas voces infantiles que venían a erguirse y decir su verdad, como para demostrar que la verdad está hasta el alcance de la mente de nuestros niños, porque son niños que no hablan sino con el sentimiento, son niños que cuando hablan de las casas quemadas, que cuando hablan de los aviones bombardeando, que cuando hablan de las injusticias cometidas con esos campesinos, en la explicación que dio ese niño del porqué el campesinado y el pueblo se unió al Ejército Rebelde; porque es lo que ha visto, porque es lo que ha vivido, y se le quedará eternamente grabado en su memoria.

Antes no había maestros voluntarios que subían a las montañas a entrenarse para ir a los rincones más apartados de las sierras, a llevar la luz, con el alfabeto y con la enseñanza; antes no había médicos salvando vidas, antes las vidas se perdían a montones, las inteligencias se perdían a montones; antes no existían casas para los pescadores, ni casas para los barrios humildes que vivían desde hacía décadas sobre un basurero en la capital de la provincia, antes no había barcos para los pescadores, como no había casas; antes no había cooperativas para los campesinos; antes vivían los campesinos en las guardarrayas, hambrientos y maltratados, antes el amo extranjero poseía la tierra; antes no había soldados que cambiaran el fusil por un pico y una pala para construir casas, o para construir escuelas, o para construir represas.

Antes no había honradez; antes no había, como hay hoy en nuestro pueblo, amor; antes no había, como hay hoy en nuestro pueblo, compañerismo y confraternidad profunda; antes no se abrían las casas en la ciudad para recibir a los del campo, ni se abrían las casas en el campo y en los pueblos del interior para los hombres de la ciudad; antes no había milicias que subían al Turquino preparándose para defender la patria; antes no había soldados esforzados que subían veinte veces el Pico Turquino; antes no había Brigadas Juveniles de Trabajo que están forjando esas legiones de jóvenes, de los que, quizás, no tenían por delante sino todas las perspectivas de ruina moral y material que el pasado brindaba a los jóvenes pobres de nuestra patria.

Antes no había esa igualdad, sin ridículos y absurdos prejuicios, que hoy hay en nuestra patria, antes era la corrupción y la inmoralidad, el abuso continuo, el saqueo sistemático, la explotación despiadada. Antes no había las compañeras del batallón Mariana Grajales recorriendo la Sierra para recoger niños, antes no era el soldado que llegaba a construir la casa; antes era el esbirro que iba a quemar la casa.

Antes era el privilegiado que iba a arrancarle al campesino el producto de su trabajo de años, antes era el garrotero que venía a explotarlo y no el crédito barato y generoso que hoy reciben; antes era la tropa asesinando, no conquistando vidas, no construyendo una ciudad para reconstruir en esas 20 000 almas juveniles las 20 000 vidas que la patria pagó, como dijera ese niño; antes era la tropa arrancando vidas y sembrando huérfanos, antes era el avión ametrallando y bombardeando, antes era el napalm incendiando los bohíos y las aldeas, antes eran los rockets de la base de Caimanera prestados a la tiranía, asesinando campesinos.

Antes, ni escuelas, ni hospitales, ni médicos, ni maestros, ni soldados trabajando, ni tierras, ni títulos, ni cooperativas, ni seguridad, ni alegría, ni felicidad, ni esa gloria y ese orgullo y esa satisfacción de estar luchando por algo.

¿Quién puede saber mejor que el pueblo lo que va de ayer a hoy? ¿Quién puede saberlo mejor que el campesino, o el obrero, o la familia humilde? Antes todo era desesperanza, todo era tiranía y sangre, todo era terror y crimen, todo era explotación y abuso, todo era enfermedad y muerte, todo era indolencia y oscuridad.

Antes no se le hacían agresiones a la patria cuando la patria no era del pueblo, sino que era de un puñado de ambiciosos y explotadores egoístas; antes, cuando la patria no era del pueblo, cuando la tierra no era del pueblo, cuando la riqueza no era del pueblo, cuando los maestros no los tenía el pueblo, cuando las familias humildes no tenían médico, cuando nuestros trabajadores tenían que morirse de hambre en las guardarrayas, o tenían que morirse de parásitos, de enfermedad, o de tiros, o de golpes, o de abuso, antes, cuando la tierra no era del pueblo, sino de las compañías poderosas; cuando la tierra no era del campesino, sino de los latifundistas egoístas, cuando la patria era de unos cuantos que vivían en medio de la más triste miseria, la miseria del pueblo, cuando la patria no era del pueblo, sino de unos cuantos, entonces no le quitaban nada, cuando todos los millones y millones de sacos de azúcar iban a enriquecer los bolsillos de los magnates extranjeros, o de los magnates nacionales, y el campesino y el obrero se morían de hambre, entonces no le quitaban cuota a Cuba.

Cuando los aviones bombardeaban y ametrallaban, cuando las tropas asesinaban, cuando los bohíos eran incendiados, cuando el crimen se enseñoreaba sobre el suelo de la patria, no le quitaban cuota a Cuba; se la quitan hoy, cuando esos sacos de azúcar que producimos son para mejorar las condiciones de vida del pueblo, cuando esas tierras son del pueblo, cuando estamos construyendo casas para el pueblo y escuelas para el pueblo, y ciudades escolares para los niños del campo y hospitales para el pueblo, cuando hemos jurado acabar con la miseria, con el desempleo, con la pobreza, con la enfermedad, con el analfabetismo; cuando nos hemos propuesto ser felices, entonces, cuando mayor es el fervor de un pueblo, cuando más grandes son las esperanzas de ese pueblo y cuando ese pueblo se sacrifica para ahorrar, para desarrollar su riqueza, sin otro propósito que el propósito de vivir de su trabajo, el propósito de vivir de los recursos de su patria, su patria, sí, su patria.

Entonces, los que ayer prestaban bombas y prestaban aviones y prestaban metralla y entrenaban esbirros, esos que armaban las manos asesinas que destruyeron 20 000 vidas; hoy que no hay esbirros, hoy que una vida nueva y llena de esperanza surge, nos quieren ponchar la esperanza, nos quieren destruir el esfuerzo, nos quieren destruir el trabajo, nos quieren someter por hambre, nos quieren rendir por hambre, y nos agreden, y nos arrebatan nuestra cuota, y nos confiscan nuestros barcos y nuestros aviones, y nos acosan y amenazan continuamente, pero como dice el refrán popular:  “en el pecado llevarán la penitencia”.

La Revolución ha sido como una luz que se enciende en medio de la noche

Fidel Castro en el inicio del juicio del Moncada. Dibujo de Antonio Canet.

Al perpetrar esa agresión bárbara y cobarde, contra el esfuerzo de un pueblo que está luchando tanto por ser feliz, se han acabado de quitar la careta ante todos los pueblos hermanos de América y les han dicho a esos pueblos, les han hablado con lenguaje inequívoco a nuestros hermanos de América Latina, diciéndoles que no traten de ser libres, que no traten de hacer escuelas ni hospitales, que no traten de recuperar los recursos de su patria, que no traten de recuperar sus minas, sus petróleos, sus industrias y sus tierras; que no traten de recuperar su economía, que no traten de recuperar su soberanía plena, que no traten de hacer ciudades escolares; que no les hagan barcos ni casas a los pescadores; que no les pongan fábricas ni hogares a los pobres que vivían en la indigencia; que no le pongan escuelas al pueblo; que no traten de hacer feliz al pueblo; porque ellos, los oligarcas que gobiernan a Estados Unidos, son enemigos jurados del progreso y de la felicidad de los pueblos.

Les han dicho a nuestros hermanos de América Latina que son enemigos jurados de los pueblos de América Latina y les han dicho más, les han dicho: “te compro”; les han dicho a los gobiernos de América Latina: “te compramos, estamos dispuestos a comprarte y estamos dispuestos a pagarte un precio porque no apoyen a la Revolución Cubana; estamos dispuestos a pagarte un precio para que te unas a nosotros contra la Revolución Cubana”.

Les han dicho a los gobiernos de América Latina: “te compramos, estamos dispuestos a pagarte un precio para que te unas a la maniobra contra Cuba».  Aquí, claro que no, pero no faltarán por allá, quienes se vendan, porque aquí los que se vendían están fusilados o en el exilio.

Los que asesinaban a sueldo de los grandes intereses, los que vendían la patria a los grandes intereses, hace rato que nada tienen que ver con los destinos de Cuba.  Pero los oligarcas que gobiernan a ese país, no solamente les han dicho a los pueblos hermanos que son enemigos jurados del progreso de los pueblos, sino que son mercaderes de conciencia y que están dispuestos a sobornar y a comprar gobiernos.  Y lo han dicho sin pudor alguno, y han ofrecido precios para que los gobiernos de América Latina se unan a los oligarcas de Estados Unidos para combatir y destruir la Revolución Cubana.

¿Quién puede comprender estas cosas mejor que el pueblo? No podrán comprender estas cosas, claro, los privilegiados, que vieron con la Revolución el fin de sus privilegios; los egoístas, los que explotaban al pueblo miserablemente, los insensibles, los avaros. Esos no podrán comprender esas cosas.

Quien puede comprenderlas es el pueblo, y el pueblo ha podido comprender con la Revolución muchas cosas que no comprendía antes; ha podido comprender no solamente las realidades nacionales, sino también las realidades internacionales.

El pueblo ha llegado a ver muy lejos. La Revolución nos ha enseñado a todos mucho. Mucho de adentro y mucho de afuera. La Revolución nos ha abierto los ojos; la Revolución nos ha arrancado del letargo en que vivíamos; la Revolución ha disipado la anestesia con que nos adormecían. El pueblo ha despertado a las realidades. ¿Quién le hace cuentos al pueblo? ¿Quién les hace hoy cuentos a los ciudadanos?  ¿Quién le viene con cuentos de camino a cualquier guajiro o a cualquier trabajador?

La Revolución nos ha enseñado a todos: a adultos y a niños, al campesino, al trabajador, al estudiante. Al soldado no solo lo disciplinó, no solo ha ido erradicando el analfabetismo de sus filas, no solo ha enseñado a los niños y a los soldados a manejar las maquinarias. No. La Revolución, además, ha despertado las conciencias, ha enseñado a ver, y sobre todo a ver las grandes injusticias y ver las grandes mentiras.

La Revolución ha sido como una luz que se enciende en medio de la noche, la Revolución ha sido como un sol, cuyos rayos alumbran un amanecer para la patria. La Revolución nos ha enseñado lo que no habíamos aprendido en muchos años vividos; la Revolución nos ha enseñado a comprendernos unos a otros, a querernos unos a otros.

¿Qué separaba a los hombres? A los hombres los separaba el egoísmo, a los hombres los separaba la injusticia, a los hombres los separaba la explotación.  A medida que la injusticia desaparece, que la explotación desaparece, que el abuso desaparece, van desapareciendo aquellas trabas que separaban a nuestros ciudadanos. 

A medida que la justicia y la igualdad se abren paso, se abren paso también la comprensión y el amor y el cariño entre todos los ciudadanos de nuestro pueblo, ese cariño que abre las puertas de la casa al guajiro que nunca habíamos visto, o abre las puertas del hogar al vecino de la capital o de las grandes ciudades que nunca habíamos visto en nuestros pueblos.

Ese sentimiento de solidaridad que hace que las manos generosas lleven su contribución para ayudar, no ya al cubano de la provincia distante, sino al hermano de la nación distante de nuestro continente.

Esa generosidad que abre los corazones y abre los brazos, y va integrando esa fuerza formidable, esa fuerza invencible, cual es hoy la fuerza de nuestro pueblo, esa fuerza de nuestro pueblo unido, esa fuerza de nuestro pueblo que marcha hacia un gran destino; esa fuerza del maestro y el soldado, del miliciano campesino y del obrero, del brigada juvenil o del niño de la ciudad escolar, esa fuerza que es la unión del espíritu y del esfuerzo de todos, luchando por algo y para algo; esa fuerza que por aquí desfiló, esa fuerza imponente e invencible.

No crean que porque había algunas escopetas en los brazos de nuestros campesinos, no haya armas para esos campesinos.  Las milicias están en un proceso de intensa organización y entrenamiento, y puedo decirles que ya esta será la última vez que las milicias obreras y campesinas desfilen sin sus fusiles. ¡Y ya los fusiles de las milicias están ahí, están ahí en el territorio nacional!  Por tanto, mejorar la organización, intensificar el entrenamiento, acelerará el minuto en que cada compañía y cada batallón de milicianos tenga sus armas en el lugar correspondiente. En los desfiles venideros marcharemos todos con las armas correspondientes.

Ahora tenemos que intensificar el esfuerzo… Yo les prometo que voy a terminar, pero quiero decirles que ahora no debemos dormirnos sobre los laureles, hay que seguir luchando.  Las perspectivas de nuestra patria mejoran extraordinariamente; ya este año vamos a romper todos los récords de ventas de azúcar, a pesar del zarpazo del imperialismo yanki.

Y vamos a romper los récords de producción de arroz, de maíz, de granos en general, de algodón y de producción agrícola e industrial. Vamos a romper los récords de centros escolares construidos; vamos a romper los récords de alumnos en las escuelas; vamos a romper los récords de maestros enseñando, de casas para los trabajadores y para los campesinos; vamos a romper todos los récords; vamos a romper también nuestro record de organización, vamos a superar todo lo anterior.

Todavía no está puesta en marcha la inmensa energía del pueblo. ¡No! ¡Un pueblo que es capaz de hacer lo que hace nuestro pueblo, un pueblo que es capaz de estarse de pie todo un día como hoy, que es capaz de dormir en las carreteras y en los caminos, que es capaz de congregar esta multitud en descampado, un pueblo que es capaz de tanto vigor, de tanta energía y de tanta fuerza, no ha puesto aún en marcha toda su potencia extraordinaria! ¡No!

Hagámosles a nuestros compañeros muertos, hagámosles a nuestros compañeros caídos en el Moncada el 26 de Julio, a los compañeros que cayeron en todas las luchas, a los compañeros que cayeron en esta Sierra, a los que cayeron en este propio sitio donde nos reunimos hoy, a los que cayeron en Las Mercedes, a los que cayeron en El Cerro, a los que cayeron en Las Vegas, a los que cayeron en Sao Grande, a los que cayeron en las docenas de combates que se libraron en estos campos; a los caídos, a los que murieron para darle vida a la patria, a los que murieron para darles vida a nuestros niños, no a 20 000, sino a todos los niños de la patria, a los que dieron su vida para engendrar la vida nueva de la patria, una promesa.

Prometámosles nosotros los afortunados testigos de la gloria presente de Cuba, los afortunados testigos de la libertad y del orgullo presente de Cuba, los afortunados ciudadanos de hoy, felices en la lucha por algo y para algo; prometámosles a nuestros caídos no dormirnos sobre los laureles, redoblar todos el esfuerzo: los soldados a construir más viviendas, a avanzar muy rápido para que en dos años tengamos construidas, no la primera unidad, sino las 40 unidades de la primera de las 10 ciudades escolares que vamos a construir.

A los campesinos, a los trabajadores, a las brigadas, a los maestros, a luchar más, a no dormirnos sobre los laureles, a superarnos cada día, a dar cada uno de nosotros lo mejor de nosotros mismos, a vencer nuestras propias flaquezas, nuestras propias deficiencias, para hacer una generación mejor que nosotros, la generación del futuro, la generación de esos niños que marcharon delante de nosotros; niños a los que no se les enseñará la mentira de que la libertad se la debíamos al poderoso vecino del norte, sino niños que han aprendido a marchar con banderas cubanas, gritando: “¡Cuba sí, yankis no!”.

Prometámosles a los que dieron su vida para engendrar la vida de la patria que seguiremos esforzándonos para que nuestra patria sea cada día mejor ejemplo.

Y aquí, frente a la cordillera invicta, frente a la Sierra Maestra, prometámonos a nosotros mismos, comprometámonos a seguir haciendo de la patria el ejemplo ¡que convierta la Cordillera de los Andes en la Sierra Maestra del continente americano!


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