Crónica de los desahucios en Argumosa 11
“Estamos asistiendo a algo inaudito”, me dice Ana, portavoz de Bloques en Lucha, “Tres juzgados se han puesto de acuerdo en 48 horas para emitir tres autos idénticos”. Algo huele mal aquí.
Cuando me desperté la policía ya estaba allí.
Bienvenidos al mayor desahucio del mundo: desde las dos de la madrugada la calle Argumosa estaba en estado de sitio, tomada por un despliegue militar, más de diez lecheras y tropecientos agentes que impedían el paso a vehículos y vecinos, todo a mayor gloria de la especulación inmobiliaria. Concretamente la de los culpables: la empresa Gestión Proindivisos y la familia Aguado, decididas a echar a Rosi, Pepi, Juani, Mayra y sus familias.
Bajé a las 6.30 de la mañana, antes que el sol, y había un pequeño grupo de activistas con la legaña puesta. Dentro del edificio hay otros tantos dispuestos a resistir, entre ellas las famosas cascos azules de Lavapiés. Algunos se asoman por la ventana. Hace mucho frío.
“Estamos asistiendo a algo inaudito”, me dice Ana, portavoz de Bloques en Lucha, “Tres juzgados se han puesto de acuerdo en 48 horas para emitir tres autos idénticos”. Algo huele mal aquí.
Amanece y llega más gente, y más policía. Un helicóptero comienza a sobrevolar el barrio. Hay representantes políticos: los diputados Rafa Mayoral y Alberto Rodríguez, el concejal Carlos Sánchez Mato. Sin embargo, ni el Estado, ni la Comunidad, ni el Ayuntamiento han evitado este drama, ni ofrecido alternativa habitacional. ¿Por qué Manuela Carmena no trae sus deliciosas magdalenas a estas cuatro familias? Los jueces se han pasado por el forro las repetidas indicaciones de la ONU para detener estos desahucios. Han enviado a la Policía Nacional a Lavapiés para defender el dinero por encima de los Derechos Humanos.
“Es un dispositivo policial sin precedentes”, dice Alejandra Jacinto, abogada de la PAH, el Sindicato de Inquilinas y las familias, “y una vulneración flagrante de los Derechos Humanos. Investigaremos hasta que punto un fondo de inversión como Proindivisos es capaz de orquestar una operación como esta, nunca vista en la historia del derecho a la vivienda. Tendrá sanciones por parte de la ONU”.
Los policías se colocan los cascos de Robocop. Llegan la ambulancia, los mediadores, el Samur Social. Se me ponen los pelos como escarpias cuando veo, por el hueco que dejan las furgonetas, el brutal ariete para derribar puertas, las enormes cizallas. Los agentes entran a lo burro, hay forcejeos y al menos seis detenidos.
Escribo esto con las manos aún temblorosas de la indignación. la gentrificación, más allá del cupcake, es esto: la lucha de clases en el territorio urbano. Los ricos han venido a esta calle a echar de su hogar a los pobres, ancianos, enfermos y a un bebé de un mes. Así es de demagógica la realidad. Quieren subir las rentas un 300%. quieren poner pisos de lujo y alquiler turístico. Me pregunto si a los nuevos inquilinos adinerados les explicarán que aquí han sucedido estos desahucios infames, como cuando en un inmueble sucede un asesinato y queda el fantasma.
Me he vuelto a mi casa. me pregunto a dónde irán ahora Pepi, Rosi, Juani, Mayra y sus familias.