Cómo explicar ciencia a quienes más lo necesitan: los políticos
En pocos días, el Congreso de los Diputados de España abrirá sus puertas a #CienciaenelParlamento, una iniciativa ciudadana para lograr que el conocimiento científico se tome en cuenta en las decisiones políticas. Uno de sus referentes es la oficina de ciencia y tecnología del Parlamento Británico, POST, que desde hace 30 años proporciona a los legisladores información sobre temas como la edición genómica y los microplásticos. En Londres, los asesores de POST nos cuentan cómo trabajan.
A orillas del río Támesis encontramos uno de los edificios más emblemáticos de Londres: el palacio de Westminster, que alberga hoy el Parlamento de Reino Unido. Desde hace 30 años, sus miembros disponen de información objetiva y fiable sobre temas como la investigación con embriones y los cigarrillos electrónicos. Todo gracias a la Oficina Parlamentaria de Ciencia y Tecnología (POST), un órgano de asesoría científica presente en numerosos países y que ahora España quiere importar con la iniciativa #CienciaenelParlamento.
Fundada en 1989, POST fue la segunda oficina de asesoramiento científico del mundo y es la más antigua en activo. Su precursora fue la Oficina de Evaluación de Tecnología (OTA) de EE UU, que funcionó entre 1972 y 1995 hasta que la Administración Reagan la clausuró por motivos políticos, al no coincidir siempre con sus ideas.
“[El POST] empezó como una oficina financiada por organizaciones externas”, explica a Sinc durante su visita a la oficina una de las directoras de intercambio de conocimiento, Sarah Foxen. Hoy obtiene sus recursos de ambas cámaras (la de los Lores y la de los Comunes, equivalentes a Senado y Congreso en España) y su presupuesto anual es de unas 600.000 libras anuales (unos 680.000 euros). Está formada por 14 funcionarios independientes, gobernados por un patronato de parlamentarios e investigadores externos.
Un vistazo al futuro en cuatro páginas
El producto estrella de POST son sus ‘notas’, documentos de cuatro páginas que compilan la evidencia disponible sobre un tema. “Son resúmenes accesibles, equilibrados e imparciales sobre un área de investigación que creemos que va a ser importante y generar discusiones en el futuro, por lo que es útil que los parlamentarios tengan un conocimiento básico”, comenta Rowena Bermingham, una de las asesoras de ciencias sociales del POST.
Cada frase escrita es un dato objetivo que incluye su fuente. El documento no hace recomendaciones ni dice a los políticos qué deberían hacer: “Solo presentamos evidencias de una forma imparcial”, resume el director del POST, Grant Hill-Cawthorne. Es un ‘mínimo común denominador’ de los datos disponibles, que también destaca los puntos donde todavía no existe consenso.
El valor de estos textos reside en su carácter prospectivo, fruto de lo que se conoce como “explorar el horizonte”. Hill-Cawhtorne pone como ejemplo el documento sobre enfermedades mitocondriales publicado en 2014. “Hablaba de lo que luego se conocería como ‘embriones de tres padres’, y dio suficiente información de fondo sobre esta tecnología y sus implicaciones como para que los parlamentarios pudieran discutir la ley y cambiarla”. En 2015, Reino Unido se convirtió en el primer país del mundo en aprobar esta técnica de fertilización in vitro.
El reto de la imparcialidad
Cambio climático, transgénicos, energía nuclear… La ciencia no escapa de la ideología, los sesgos personales y los intereses políticos y empresariales. Por ello, uno de los mayores retos de un organismo como POST es conservar su independencia y su credibilidad, y generar textos no partidistas.
Aquí entra en juego el patronato, una parte esencial de POST formada por 14 parlamentarios de distintos grupos e investigadores independientes que representan centros como la Royal Society. Su función es hacer la selección final de temas que el personal de la oficina preparará. También repasan el documento antes de su publicación, aunque la aprobación final la da el director de la oficina. Sobre todo, son quienes defienden la utilidad y relevancia de la oficina y evitan que termine como la OTA estadounidense.
La fiabilidad de los documentos de POST es debida a la gran cantidad de actores que participan en su redacción. Esto explica que cada documento de cuatro páginas requiera de tres meses de trabajo una vez el tema es aprobado. “Entrevistamos a más de veinte expertos de la industria, reguladores, académicos, organizaciones benéficas, miembros del gobierno y de think tanks…”, enumera Bermingham. A esto hay que sumar la literatura científica. Una vez juntadas todas las evidencias disponibles, se edita hasta crear un borrador listo para la revisión interna.
“Es una mesa redonda de dos horas en la que vamos línea por línea: ¿es accesible? ¿está equilibrado? ¿es imparcial?”, dice Bermingham. Tras eso, el documento es devuelto a los académicos y expertos para que hagan una revisión por pares “como si fuera un paper”. El documento se vuelve a editar con las sugerencias recibidas hasta que lo revisa y aprueba el director del POST.
Los casi 30 años de experiencia también hablan en su favor. “Los parlamentarios saben que tenemos un proceso de revisión y confían en él y en la marca que ha ganado el producto con el tiempo”, dice Foxen. Además, es posible comprobar en internet quién ha sido preguntado y quién ha revisado cada uno de los documentos. El cambio climático puede tener un factor ideológico, pero los datos de temperatura son solo números.
El POST también tiene una labor didáctica. Cada nota es redactada por un estudiante de doctorado que hace prácticas en la oficina durante tres meses. “La idea es formar a la siguiente generación. Aunque luego vuelvan a la academia, habrán visto cómo funciona y se trabaja en el Parlamento”, explica Bermingham.
En realidad, muchos doctorandos terminan trabajando en el POST o en puestos relacionados. Bermingham y Foxen son dos ejemplos de esto. Helle Abelvik-Lawson está terminando su doctorado y sus prácticas. Su historia es similar a la de sus compañeros veteranos: “Me pareció una forma muy interesante de probar algo nuevo y usar mis habilidades de investigadora para hacer algo riguroso y analítico”. Su documento versa sobre el acoso, ya ha pasado por cuatro revisiones y estará listo para publicar en diciembre.
Microplásticos y azúcar
Medir el impacto de una agencia de asesoramiento científico no es sencillo. Los cambios políticos son lentos y difíciles de correlacionar con una única causa. “Intentamos ver si la gente cita nuestro trabajo y nuestras notas son a menudo citadas en la literatura académica”, explica Hill-Cawthorne.
En 2016, POST publicó un resumen sobre los microplásticos marinos que destacaba los efectos dañinos que pueden tener en el medioambiente y en la salud humana. Por ello, la Comisión de Auditoría Ambiental del Parlamento realizó una investigación y recomendó la prohibición de las microperlas utilizadas en cosmética. Desde este año, su uso es ilegal.
En ocasiones un tema es revisitado conforme avanza su investigación. Hill-Cawthorne recuerda la nota redactada en 1992 sobre azúcar y salud, cuando “la única evidencia existente era que provocaba caries”. Surgieron pruebas sobre su relación con la diabetes y la obesidad y redactaron una nueva nota en 2015: “Llevó a discutir si el azúcar debía ser gravado o no y redactamos otra, en 2016, sobre sus implicaciones”. Desde este año, los refrescos son más caros en Reino Unido.
Bermingham añade que no es necesario hacer un cambio de ley histórico para hablar de éxito. “Estamos dando a los políticos herramientas para que hagan mejor su trabajo y eso es importante. Es genial cuando alguno te da las gracias y ves que ha usado en su debate datos de tu nota”.
¿La semillas de un POST español?
La oficina de asesoramiento científico británica es la más antigua y una de las mayores del mundo, pero no es la única. Alemania, Francia, Suecia, México y el propio Parlamento Europeo son tan solo algunos ejemplos. La iniciativa ciudadana Ciencia en el Parlamento (CeeP) nació en 2017 como respuesta a la falta de ‘cariño’ entre la política y la ciencia en España.
Hasta el momento, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, ya ha prometido la creación de una oficina similar después de reunirse con los promotores de CeeP. Además, el 6 y 7 de noviembre se celebrarán unas jornadas de actividades en el Congreso, en las que participan FECYT y Cotec, que incluyen debates entre políticos y científicos.
El investigador del Hospital Gregorio Marañón de Madrid Andreu Climent es el ideólogo de CeeP. Explica que la idea de estas jornadas es “emular” cómo funciona una oficina de asesoramiento científico al poder legislativo. Para ello, han elaborado doce documentos similares a los de POST, centrados en temas como la inteligencia artificial y la conciliación familiar.
Climent deja claro que el objetivo de CeeP es generar el ambiente para que la oficina brote, no convertirse en la oficina. “Lo hemos hecho 24 voluntarios, pero si se quiere que funcione hay que hacerlo bien. Esto es como el mes de prueba de Netflix”.
El investigador asegura que explicar en qué consiste la asesoría científica, tanto a científicos como a políticos, es un reto. “Aquí estamos acostumbrados a que venga un experto, nos cuente su punto de vista y eso sea la Biblia, y en realidad no es así. Se trata de ver cómo el conocimiento de una materia puede ayudar a su legislación”. Lo fundamental no es que las decisiones estén “basadas en la evidencia” sino “informadas en la evidencia”, lo que contribuirá a que tengan “más éxito”.
Empoderar a la sociedad civil
“Queremos que cuando un político proponga algo, el rival pueda decirle ‘usted no se ha leído esto, no me venga con historias”, dice Climent. “No es que estés cambiando la política, sino que subes el nivel de la discusión. En vez de hablar a partir de lo que has leído en internet, hablas a partir de algo revisado y contrastado”.
El investigador subraya la importancia de entender que la evidencia científica “es aquello en lo que muchas personas están de acuerdo”, y que esta “a veces es mucho menos que el conocimiento puntero”. También de comprender que “la ciencia no tiene respuestas absolutas” y la necesidad de ser “crítico con las fuentes”. Transmitir todo esto a la sociedad y los políticos es otro de los objetivos de CeeP.
¿Llegará a buen puerto el ‘POST español’ o terminará como la OTA americana? Climent es muy optimista, y no solo por la gran acogida que asegura que ha recibido entre todos los grupos del Congreso. “Creo que puede funcionar porque por fin tenemos un sector científico lo bastante grande como para que gente con formación investigadora se dedique a hacer cosas que no son pura academia y a resolver problemas que no son del todo científicos”.
Climent defiende que la clave para que la oficina nazca sana es conseguir que tenga una estructura independiente y creíble antes de institucionalizarla. “Diseñemos bien el patronato de políticos y científicos, con diputados que entiendan que esto no va en contra de una ideología, aunque a veces choque, sino que al final va a ser provechoso para todo el sistema”. La lección de su homólogo británico es que el proyecto solo perdurará si los diputados creen de verdad en él.
Respuestas inmediatas a problemas urgentes
El carácter prospectivo de POST se complementa con los otros dos tipos de asesoramiento con los que cuenta el Parlamento Británico, ambos reactivos. Uno de ellos es la biblioteca. La de la Casa de los Comunes cuenta con 75 investigadores divididos en 8 equipos, y donde los políticos pueden recibir información imparcial sobre cualquier tema.
Ed Potton es el jefe de la sección de Ciencia y Medioambiente: “Existimos porque los parlamentarios no pueden saber de todo. A diferencia del POST, que es a largo plazo, nos concentramos en cosas que pasan hoy, mañana o en dos semanas”.
Estos documentos no tienen límite de páginas (pueden superar las cien). Son redactados por especialistas, como médicos y economistas, a partir de datos públicos, para dar una respuesta rápida a preguntas actuales. Según Potton, la colección asciende a 900 documentos que se intentan mantener actualizados, sobre temas que van del cannabis medicinal al fracking.
El otro tipo de asesoramiento reactivo es el que hacen desde comisiones como la de Ciencia y Tecnología, formadas por parlamentarios con apoyo de funcionarios. Estas llevan a cabo investigaciones y plantean preguntas al Gobierno, como en el caso de los microplásticos. “Al final se escribe un informe con las evidencias encontradas y con recomendaciones al Gobierno, que tiene dos meses para responder”, explica el especialista de la comisión Harry Beeson, que también hizo prácticas en el POST. Él considera que “sobre un 40 % de las sugerencias se tienen en cuenta”.
Al final, su trabajo se entrelaza con el de POST: su último informe, centrado en cómo monitorizar y mejorar la integridad investigadora, partió de una nota publicada por el POST el año pasado. Aunque es pronto para saberlo, Beeson asegura que el Gobierno “ha respondido bien”.