Ecologistas en Acción •  Redacción •  Ciencia •  14/09/2016

El aumento de los tendidos eléctricos pone en riesgo el comportamiento migratorio de las aves

Tras un trabajo de más de 20 años, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) han comprobado cómo las infraestructuras afectan a los patrones de migración de especies como la avutarda, Otis tarda, que viven en ambientes humanizados. Los datos de la investigación, publicada en la revista Conservation Biology, demuestran que más del 20% de los machos que migran mueren cada año a causa de las colisiones con los cables.

El aumento de los tendidos eléctricos pone en riesgo el comportamiento migratorio de las aves

Para llegar a este resultado los biólogos marcaron 180 machos de avutarda con radio-emisores en 29 grupos reproductores repartidos por la península ibérica para seguir sus desplazamientos durante el resto de su vida. «La avutarda presenta un patrón de migración parcial: en los mismos grupos coexisten individuos sedentarios y migradores. Esta condición hace que la avutarda represente un modelo excepcional para estudiar aspectos como los riesgos de la migración y sus posibles consecuencias», apunta Juan Carlos Alonso, investigador del MNCN responsable del proyecto.

El estudio reveló que la mayor parte de los machos (65%) migraron en verano, mientras que el resto permaneció en sus áreas de reproducción durante toda su vida. Entre los migradores el 21,3% murió por colisiones contra tendidos eléctricos, frente al 6,3% del grupo de sedentarios que murieron por la misma causa, es decir, el riesgo de mortalidad de los primeros fue tres veces mayor. Los autores también realizaron censos poblacionales durante el verano a lo largo de 16 años y pudieron confirmar que la proporción de individuos sedentarios ha ido aumentando progresivamente durante el período de estudio, pasando del 17% en 1997 al 45% en 2012.

Cambiando hábitos

Los machos de avutarda común ostentan uno de los records de la naturaleza: con un peso que puede alcanzar hasta los 18 kg, se encuentran entre las aves más pesadas con capacidad para volar y efectuar migraciones. Llegado el mes de julio, tras el cortejo, parte de los machos que habitan en la península ibérica realizan una migración estival hacia el norte en búsqueda de ambientes más fríos.

«Los machos inmaduros desarrollan su comportamiento migratorio por aprendizaje social, imitando la conducta de otros machos. Como cada vez hay menos migradores en la población, el fenómeno podría llegar a desaparecer, más si se tiene en cuenta que la red de líneas eléctricas de transporte en España ha experimentado un crecimiento extraordinario en los últimos 50 años: de mil kilómetros en 1960 a más de 40.000 en la actualidad», subraya Carlos Palacín, primer autor del trabajo.


Museo Nacional de Ciencias Naturales /  Universidad Complutense /