El pacto de Glasgow deja una sensación agridulce entre los científicos
Muchas de las medidas políticas que se están tomando en términos de crisis climática se basan en recomendaciones de los científicos que llevan décadas alertando de las consecuencias del cambio climático. Pero ¿son escuchados realmente? La comunidad científica ha vivido esta Cumbre del Clima con cierta decepción y frustración, aunque no pierde la esperanza.
Ha sido una COP26 extraña, no solo por celebrarse en mitad de una pandemia, sino por una sensación de anticlímax entre los asistentes. También lo ha sido por la distancia cada vez más grande entre la demanda social, sobre todo por activistas, los datos de la ciencia, las señales que da nuestro planeta enfermo, y unas negociaciones que se percibe que van a paso de tortuga.
Un momento agridulce de esta Cumbre del Clima fue la visita del pabellón de EE UU. Ahí se mostraban vídeos preparados por los mejores científicos de la NASA sobre por ejemplo el carbón en la atmósfera, el ártico o el calentamiento de los océanos. Y es que el diagnóstico no es bueno: las señales vitales no pintan bien.
Algunas de estas “enfermedades” como la subida de la temperatura o del nivel del mar ya son crónicas y difícilmente reversibles. Además, una gran parte de estos procesos y sobre todo de puntos de inflexión de sistemas no lineales que aún no se conocen.
Le preguntamos a Gavin Schmidt, científico jefe en ciencia climática de la NASA, si podían predecir o anticipar estos cambios en el sistema. Él contestó que aún no sabían. Es por tanto como jugar a la ruleta rusa con nuestro planeta.
¿Científicos satisfechos?
Tras la COP26 los científicos se llevan una sensación agridulce. Por una parte la sensación dulce de que se ve un esfuerzo mucho mayor por llegar a un acuerdo, pero con un sabor agrio porque en gran parte ha sido necesario que se sientan azuzados por la presión externa, en parte por la acusación del “bla, bla, bla…” de los jóvenes que han tenido una presencia muy fuerte.
Como científicos, coincidimos plenamente, a pesar de que entendemos la complejidad de estas decisiones, y la justicia climática que subyace. Pero es difícil aceptar la falta de avances mucho más rápidos.
Simplemente todos los indicadores del planeta nos muestran la necesidad de actuar de forma firme en plazos mucho más cortos que el 2050 o incluso el 2060 como han puesto algunos países encima de la mesa. Eso si no queremos vivir la sexta extinción nuestro espejo científico en temas de biodiversidad. No hay tiempo.
Irónicamente en un panel compartido en el pabellón de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) de un “Laboratorio de Resiliencia” con Stanley Lee Robinson, autor de ciencia ficción del libro Ministerio del Futuro planteaba si la ley sobre especies en vías de extinción de Estados Unidos también debería de aplicar al ser humano.
Intensificar esfuerzos y tiempos de actuación
El nudo gordiano sigue siendo la reducción de las emisiones y por tanto la centralidad del artículo 6 y los mercados de carbono. Desde un punto de vista científico, son positivos varios avances, como el acuerdo en torno a frenar la deforestación, el pacto con respecto al metano, y la promesa de la India con respecto al carbón, rebajada al final.
Protestas durante la celebración de la COP26 en Glasgow. / Elena López Gunn
En la voz de una joven investigadora china Britanny Lee, “en términos de mercados de carbono, si bien estos parecen una buena solución al problema y deberían obligar a los emisores a pagar los costes de su impacto ambiental, en realidad, si no se establecen adecuadamente, estos podrían representar otra vía para la opresión y explotación de los países más pobres”.
Según Lee, las regulaciones para el uso y la generación de energía son primordiales, desde la reducción del uso de carbón y petróleo hasta la regulación de NFT (Non -Fungible Token, un token no fungible) y otras tecnologías blockchain que aumentan el consumo de energía.
“Es imperativo garantizar que las reducciones de emisiones se rastreen correctamente y se informen con transparencia. En Glasgow, los países acordaron corregir sus niveles finales de emisión para las unidades de crédito de carbono que autorizan, pero se requerirá un escrutinio para garantizar que las empresas no abusen del lenguaje muy técnico y poco claro incluido en el texto», añade esta científica.
Principalmente, necesitamos alejarnos rápidamente de los combustibles fósiles para mantener vivos los objetivos de temperatura global del Acuerdo de París y evitar una catástrofe climática. Así, se han hecho avances por países en grupos, como el liderazgo de Costa Rica o Dinamarca con respecto al diésel.
Sin embargo, existe frustración ya que la ventana de cumplir el objetivo de 1,5 ºC se está cerrando. Sin embargo, desde el punto de vista científico es clave llegar a un buen acuerdo en el artículo 6, ya que no hay espacio a nivel climático para una doble contabilidad gracias a un offsetting mal diseñado y en concreto en relación a las llamadas soluciones basadas en la naturaleza para mitigación y adaptación al cambio climático.
Falta de urgencia en las decisiones
Pero, sin duda, la mayor preocupación de los científicos frente al cambio climático y las políticas que se están tomando es la falta de urgencia en las decisiones, y la falta de compromiso político de cumplir los objetivos de financiación. Esta es la clave para desbloquear posiblemente la acción en puntos estratégicos.
Poco antes de que comenzara la COP26, los gobiernos del Reino Unido, Alemania y Canadá publicaron un plan conjunto para garantizar que las naciones desarrolladas proporcionan colectivamente 100.000 millones de dólares de financiación climática a las naciones en desarrollo anualmente a partir de 2023 para acelerar la descarbonización en la carrera al cero (race to net Zero), a la vez que empieza la “carrera sobre la resilience” (race for resilience).
Con respecto a “pérdidas y daños”, este es un tema muy delicado que va al corazón del concepto de justicia climática, donde Escocia simbólicamente ha puesto un primer fondo como gesto, casi. El continente africano solo ha contribuido un porcentaje mínimo de emisiones y, sin embargo, será una de las zonas más impactadas.
En el interior de la COP26. / Elena López Gunn
¿Algún mensaje de esperanza?
Pero quizá el mayor logro de la COP26 ha sido el acuerdo global sobre adaptación, liderado durante todo el proceso por España y las Maldivas. También otro avance importante se refiere a la continuidad del proceso de Koronivia sobre agricultura.
Como científica parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), del Grupo de Trabajo II de Adaptación, y del Capítulo de Agua, sentí esperanza al ver por primera vez un pabellón dedicado al agua y al cambio climático. Un evento positivo también fue ver a todos los científicos responsables de los diferentes países en el pabellón de ciencias coorganizado entre la Agencia Meteorológica británica y el IPCC.
Mientras unos argumentaban sobre la importancia de llegar al ciudadano de a pie, y en concreto de la centralidad a futuro de las ciencias sociales para entender mejor la ciencia del comportamiento, la percepción del riesgo y sobre todo la respuesta frente al riesgo, otros enfatizan el enorme papel de la ciencia ciudadana, y de devolver la confianza sobre los datos científicos y la ciencia en general al público en general.
A nivel político, aunque no significara un avance en nuevas acciones, el compromiso reforzado de EE UU y China fue muy importante. Su cooperación será esencial para abordar de manera efectiva la crisis climática.
La sociedad requiere una acción rápida, urgente y sostenida y transformaciones de comportamiento, socioeconómicas y tecnológicas significativas. Es necesario prestar más atención a la innovación en ciencia y tecnología como un punto de encuentro entre la sociedad y la ciencia que nos ayude a acelerar la transición y transformación necesarias.
Celebración de la COP26 en Glasgow. / Elena López Gunn
Elena López Gunn es científica que forma parte del IPCC, del Grupo de Trabajo II de Adaptación, y del Capitulo de Agua, y directora de ICATALIST. Escrito en colaboración con Britanny Lee estudiante de doctorado de King’s College, Londres.