El gigante extinto ‘Gigantopithecus’ era pariente lejano del orangután
Un estudio, con participación española, ha recuperado la evidencia molecular más antigua sobre la evolución de los homínidos gracias a la reconstrucción de las proteínas del esmalte de un molar fósil del simio gigante extinto Gigantopithecus blacki de dos millones de años de antigüedad. Su análisis ha logrado resolver la duda de si perteneció o no al linaje humano.
Durante la década de 1930, sus muelas, descubiertas en la cueva de Chuifeng (China), se vendieron como un remedio tradicional bajo el nombre de ‘dientes de dragón’. Fue en 1935 cuando el paleontólogo Ralph von Koenigswald identificó uno de los molares, de más de 2,5 cm de ancho y propuso que fuera la pieza de un enorme primate al que llamó Gigantophitecus por primera vez.
Después de ese descubrimiento inicial, continuaron apareciendo dientes e incluso algunas mandíbulas fosilizadas, pero la historia evolutiva no pudo avanzar debido a la falta de técnicas genéticas y moleculares disponibles.
Estudios más recientes han revelado que Gigantophitecus era herbívoro, combinando el estudio de la forma ancha y plana de los molares encontrados, su composición química y el análisis de fósiles de plantas microscópicas encontrados en algunos dientes. Sin embargo, hasta ahora nada se sabía a ciencia cierta sobre su extinción o en torno al parentesco de este gran simio con el resto del linaje humano.
Ahora, investigadores del Instituto de Biología Evolutiva (IBE, un centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y del CSIC) y el Globe Institute de la Universidad de Copenhague han conseguido restituir por primera vez las proteínas del molar fósil de aproximadamente dos millones de años de antigüedad para esclarecer la historia antigua de la evolución humana. Los resultados se publican en el último número de la revista Nature.
“Hasta ahora, todo lo que se sabía sobre esta especie se basaba en la morfología de los dientes y mandíbulas encontrados, propios de un herbívoro”, comenta Enrico Cappellini, investigador en la Universidad de Copenhague. “Ahora, el análisis de las proteínas antiguas de su esmalte, o análisis paleoproteómico, nos ha permitido reconstruir la antiquísima historia evolutiva de este pariente lejano”, añade.
Pariente lejano del orangután
Gracias a esta técnica, el equipo ha logrado comparar el proteoma –totalidad de proteínas expresadas– reconstruido del fósil con una base de datos de proteínas de homínidos conocidos, pudiendo clarificar la posición del Gigantopithecus en la historia evolutiva y resolviendo la duda de si perteneció o no al linaje humano.
“El análisis ha revelado que el pariente vivo más cercano de G. blacki es el orangután, aunque su separación con los actuales es muy lejana, lo que explica la anterior confusión en el campo”, explica Tomàs Marquès-Bonet, investigador del IBE y del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP), y colíder del trabajo.
Según el biólogo, ambos divergieron pronto en el Mioceno, hace más de 10 millones de años, “pero sin duda compartían un ancestro común”.
La técnica paleoproteómica desarrollada por el equipo podría ser empleada para esclarecer la historia evolutiva escondida en fósiles demasiado antiguos para conservar el ADN.
“Por ahora la técnica nos ha permitido recuperar proteínas fosilizadas en el esmalte de los molares”, comenta Marquès-Bonet, “pero podría utilizarse con muchos otros restos óseos para revelar la vasta antigüedad de la evolución humana, que aún desconocemos en gran medida”, concluye.
Referencia bibliográfica:
Frido Welker,Tomas Marques-Bonet, Enrico Cappellini et. al. “Enamel proteome shows that Gigantopithecus was an early diverging pongine”. Nature (13 de noviembre de 2019). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-019-1728-8
La investigación ha sido impulsada por “la Caixa” y el Howard Hughes International Career, entre otros.