Cáceres se resiste a ceder su valioso litio
Los cacereños mantienen una lucha en calles, despachos y tribunales desde que en el año 2015 comenzasen los primeros sondeos de la mina de litio que se quiere abrir junto a su ciudad. El proyecto puede aportar riqueza económica, pero también conlleva un coste social, medioambiental y, sobre todo, sentimental.
Aunque todavía no se ha excavado ni un solo metro, el interés por el litio que se esconde en las proximidades de la ciudad de Cáceres no deja de crecer. Barcelona, Valencia e incluso Badajoz ya planean utilizar este preciado recurso en sus futuras fábricas de baterías destinadas a los coches eléctricos. Sin embargo, los cacereños y cacereñas no quieren perjudicar a su montaña para apoyar la nueva movilidad verde.
Tampoco están por la labor sus dirigentes, ya que el Ayuntamiento de Cáceres se ha posicionado varias veces, de forma mayoritaria, en contra de la mina que quiere abrir la empresa Tecnología Extremeña del Litio (TEL). El consistorio no ha consentido modificar su Plan General Municipal de Urbanismo —imprescindible para permitir la extracción del mineral— y acaba de exigir a la Junta de Extremadura que declare la Sierra de la Mosca, lugar donde se han realizado las prospecciones, como Paisaje Protegido, blindándola así ante los intereses mineros.
El subsuelo de este territorio no es el único que alberga litio en la península ibérica, y el valioso metal ya se ha comenzado a extraer en otras zonas de Extremadura, Portugal y Galicia, pero el enclave que más interés suscita es el de Cáceres. Se estima que en este municipio está el segundo mayor yacimiento de litio de Europa. En concreto, unos 1,6 millones de toneladas de carbonato de litio, una cantidad con la que se podrían fabricar baterías para 10 millones de coches eléctricos, según los promotores del denominado proyecto San José Valdeflórez que promueve su explotación.
Yacimientos detectados y en activo de litio, cobalto y grafito en Europa. / FRAME
“Mientras que en otras actividades de gran escala, como una cementera o una petroquímica, puedes elegir dónde ubicarla, en la industria minera el mineral está donde está, ya que es la naturaleza quien lo marca. En el caso de Cáceres, si te vas un poco más lejos de la ciudad ya no hay litio”, explica a SINC Roberto Martínez Orío, jefe del Área de Recursos Minerales del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
Una ‘isla verde’ para la comarca
La zona prospectada es una ‘isla verde’ localizada al sureste de la ciudad histórica, un lugar de esparcimiento para sus vecinos. “La sierra de la Mosca es un enclave accidentado único en la penillanura trujillano-cacereña, con un valor ecológico y paisajístico enorme. Dehesa, ribera, fauna, flora… Aquí se da una representación del bosque mediterráneo”, explica a SINC Francisco Merino, licenciado en Ciencias Ambientales y CEO de la compañía de servicios ambientales INGEAMA.
Según Merino, este terreno es un ecotono, un tecnicismo que designa una zona de transición entre dos hábitats: “Es un corredor ecológico entre dos figuras de protección ambiental, dos ZEPA (Zonas Especiales de Protección de Aves). Una es la de Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, y la otra es la de la capital de Cáceres, la única incluida dentro de una ciudad debido a la presencia del cernícalo primilla (Falco naumanni). Por este corredor los animales van de un lado a otro para comer, cazar, dormir o reproducirse; y su merma dañaría toda la cadena trófica de la zona”.
Imagen del Valle de Valdeflores. / Informe Preliminar ENP de la Sierra de la Mosca
Dentro de la sierra, concretamente en el Valle de Valdeflores, en la zona de La Montaña, ya saben lo que es la minería. Allí se desarrolló una importante actividad en la mina de San José hasta mediados de los años 80, donde se extraía principalmente estaño por galerías subterráneas.
Cuarenta años después, el pueblo cacereño teme que una nueva explotación a cielo abierto cambie para siempre su querida y cercana montaña. Según datos facilitados por la plataforma ciudadana Salvemos La Montaña de Cáceres, el hueco que se abriría (llamado corta) estaría solamente a 450 metros del Santuario Virgen de la Montaña, a unos 600 de la planta potabilizadora de agua del municipio y a 1.200 metros del Hospital Universitario.
Los opositores al proyecto también apuntan el perjuicio que supondría para el turismo, el daño medioambiental y el impacto visual y paisajístico de la mina, que está previsto que opere durante casi 20 años.
‘No’ a la mina
“Para nosotros, la montaña es un símbolo. Cuando bajan a la Virgen, todo el recorrido está lleno de gente de arriba abajo, y cuando llega a la parte antigua no se puede ni andar. Y para los no religiosos es un símbolo de tipo natural. Está dentro de los genes cacereños”, explica Santiago Márquez, uno de los portavoces de la plataforma ciudadana Salvemos la Montaña.
Esta plataforma, creada en 2017, la componen cerca de 40 voluntarios, aunque han sido capaces de organizar manifestaciones multitudinarias o reunir hasta 35.000 firmas para apoyar sus alegaciones. No quieren correr el riesgo de sufrir un desastre como el de Aznalcóllar (Sevilla).
“Lo más importante es que está a 800 metros de Cáceres. No hay un ejemplo igual en todo el mundo. Esta mina abarcaría un terreno de 1.350 hectáreas y tendría una corta de entre 300 y 400 metros de profundidad, con un diámetro de entre 700 y 1.100 metros. Se colocarían una serie de balsas y escombreras sobre un terreno calizo, justo encima del único acuífero que tenemos aquí, El Calerizo. Se va a agotar y a contaminar”, considera Márquez.
Para excavar el enorme agujero, los técnicos de la mina emplearían 9.300 toneladas de dinamita de amonio, según cálculos de la plataforma ciudadana, quien considera que el polvo nocivo llegaría a la ciudad arrastrado por el viento o acabaría contaminando el agua.
“Las plantas químicas en las que se extraerá el litio de la roca van a quemar gasoil, emitiendo 105.000 toneladas de CO2, 206 toneladas de metano y 62 toneladas de óxido nitroso al año, según datos de su proyecto de explotación. Estos valores sobrepasan con creces los máximos admitidos, que son de 100.000, 100 y 10 toneladas respectivamente”, expone Márquez.
Oportunidad económica para Cáceres
Desde la empresa que impulsa el proyecto, TEL, formada en un 75 % por la multinacional australiana Infinity Lithium y en un 25 % por la española Sacyr, tienen una visión diferente.
Sus responsables han anunciado que la mina puede generar 528 puestos de trabajo directos y hasta un millar indirectos, vinculados al sector de la hostelería o de la limpieza, entre otros.
Además, la compañía también invertiría 60 millones de euros en diferentes proyectos para la ciudad, derivados de los beneficios de su actividad minera.
En abril de 2020, Infinity Lithium comunicó que habían llegado a un acuerdo con la Alianza Europea de Baterías, un proyecto recientemente creado por la Unión Europea para promover inversiones en otros proyectos similares al de Cáceres. También, desde hace pocos meses participan en Battchain, un consorcio de empresas españolas que persigue desarrollar toda la cadena de valor de las baterías en España.
“Siempre nos hemos querido sentar con ellos [con la plataforma ciudadana], pero nos han rechazado varias veces. Mucha de la información que vierten es inadecuada o no se corresponde con la realidad del proyecto”, declara a SINC David Valls, country manager de Infinity Lithium en España y director técnico del proyecto. “Se ha hablado de balsas de evaporación, de que la mina tendría dimensiones estratosféricas… lo único que hemos pedido es transparencia, que se hable con criterio y que se dé un debate riguroso”, reclama Valls.
Durante todo el tiempo que el proyecto lleva parado, sus técnicos han incorporado al plan las nuevas “mejores técnicas a nivel mundial”, según recalca el director técnico: “En primer lugar, el hueco minero [la corta] es sustancialmente más pequeño, en torno a un 15 o 20 % menos. Sobre el polvo en suspensión, vamos a emplear técnicas de dispersiones con agua y barreras vegetales. De forma adicional, ha quedado demostrado que el régimen de vientos sopla en dirección contraria a la ciudad, según la Agencia Española de Meteorología”.
“Sobre el agua –añade–, nuestro proyecto no tiene balsas de evaporación ni balsas de lodos. Una vez extraído el litio, se depositan los estériles en seco, en zonas un 40 % menos extensas. Sobre posibles temores por filtraciones, nuestro proyecto no se asienta sobre el acuífero de El Calerizo. Hay que descartar ese temor. Además, toda el agua que necesitamos se va a obtener de la depuradora de aguas residuales de Cáceres”.
“Por último, respecto al impacto visual o paisajístico que generaría, [la mina] estaría encajada dentro de un valle, por lo que no tendría contacto visual directo con la ciudad”, concluye, no sin antes remitir a la página web del proyecto, en la que se aclaran las posibles dudas.
Estancado en los despachos
En los últimos meses se han sucedido la aprobación y denegación de permisos de investigación para la explotación minera por parte de la administración, junto a recursos presentados por la empresa.
Mientras tanto, la riqueza económica y laboral que ofrece el proyecto no parece hacer cambiar de opinión a gran parte de la sociedad cacereña, empezando por su alcalde, Luis Salaya, quien explica a SINC el principal motivo por el que se oponen: “Se trata de una zona no muy alejada de la ciudad y muy querida. La explotación sería visible desde la ciudad monumental de Cáceres, que es el tercer conjunto monumental de Europa y está declarada Patrimonio de la Humanidad. Si esto estuviese 20 kilómetros más allá, no estaríamos discutiendo”.
“La principal actividad económica de la ciudad es el turismo y vivimos de él –insiste–. Incluso la Unesco se ha puesto en contacto con el Ayuntamiento para que remitamos información sobre los daños que podría ocasionar al patrimonio”.
En la sierra se dan actividades agrícolas y ganaderas. / Informe Preliminar EPN de la Sierra de la Mosca
“Para una ciudad como Cáceres, con más de 90.000 habitantes, unos 100 o 200 puestos de trabajo no serían muchos. Solo en el sector del turismo, y sin contar los del sector agrícola y ganadero, se perderían más. Cualquier fotovoltaica de las que se instalan en el entorno de nuestra ciudad genera más puestos. Todo ello teniendo en cuenta que [las cifras] fueran ciertas. Ya sabemos cómo suelen funcionar las minas”, desliza Salaya.
Discrepancias sobre los impactos
La disparidad de cifras, no solo sobre los posibles puestos de trabajo, es otro de los puntos que centran el debate. Dependiendo de la fuente a la que se consulte varían los datos sobre los impactos y repercusiones que generará este proyecto en aspectos como el terreno ocupado, la profundidad de la corta, su ubicación, el tipo de escombrera…
En este contexto ayudan los informes de impacto ambiental que, mediante matrices de impacto, permiten cuantificar los efectos que genera una industria como esta.
Según el ambientólogo Merino, en este caso solo se saldaría de forma positiva el factor socioeconómico, pero muchas otras obtendrían calificaciones negativas: los residuos y sus posibles fugas, el drenaje de agua del acuífero, toda la infraestructura industrial que habría que construir alrededor de la mina y su posterior restauración. Lo peor, a su juicio, sería destruir la conexión entre las dos ZEPA.
Lejos de sus conclusiones, la matriz de impactos elaborada por la compañía minera ofrece datos muy distintos. Solamente el apartado de ‘edificaciones’ obtiene una calificación de ‘severa’, mientras que otros, como ‘paisaje’, ‘medio biótico’ y ‘medio geológico’ obtienen la calificación de impacto ‘moderado’. El resto, incluso valoraciones positivas.
Una cicatriz para la sierra
En el caso de que finalmente se abra la mina, otra de las grandes cuestiones que inquietan a los cacereños es qué pasaría cuando finalice su explotación, proyectada para 19 años. “Si se va a hacer a cielo abierto, inevitablemente quedará una cicatriz, pero la legislación española es muy clara en esto: tienes que restaurar el territorio. Lo primero que te pide la Administración es el plan de impactos y te obliga a depositar los avales para restaurar la mina. No existe la posibilidad de marcharse y dejarlo abierto”, explica a SINC Manuel Regueiro, presidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG).
Al contrario de lo que se podría pensar, restaurar una mina no significa “dejarla como estaba, porque si extraes un material luego no puedes rellenarlo con ese mismo material –apunta el experto–. Se restaura con embalses, con árboles, etc. Algunas minas restauradas ahora son teatros al aire libre, auditorios, embalses, restaurantes… El terreno no se destruye, sino que se deja apto para otro uso”.
Regueiro y otros expertos ponen el ejemplo de minas restauradas de forma exitosa, como la de As Pontes en Galicia, reconvertida en un lago; Emma en Puertollano, donde se ha recuperado el paisaje anterior; o las graveras de la rivera del Jarama al sur de Madrid. “Otro ejemplo más sorprendente son las Médulas de León, una explotación romana que ahora es Patrimonio de la Humanidad”, recuerda el geólogo.
Ejemplos de restauración expuestos por el proyecto minero. / San José Valdeflórez
En el caso de la mina de Cáceres, sus promotores prevén invertir 305 millones de euros para convertir la mina en instalaciones o un entorno por consensuar con “los agentes socio-económicos de la ciudad, para satisfacer las necesidades de Cáceres y los cacereños”. Como “casos de éxito” que podrían servir de ejemplo estaría un auditorio en Suecia, un lago en Canadá o un anfiteatro en Australia.
En cualquier caso, la restauración de la mina sería la última fase de una iniciativa industrial que, de momento, está lejos de empezar, si es que finalmente se lleva a cabo. En el caso de que no salga adelante el proyecto de San José Valdeflórez, otras cinco empresas internacionales aguardan su turno para llamar a las puertas de Cáceres.