La experiencia literaria en la obra de Handke
La experiencia literaria en la obra de Peter Handke (Griffen, Austria, 1942) no es la fórmula del contar por contar. Y esto cobra significado no porque relatar sea contrario a la importancia de una obra artística, sino porque estamos en un ciclo donde las noticias y la vida íntima de las personas se expanden en forma de relato uniforme.
Lectura: sésamo en el pecho, ábrete. Peter Handke
¿Cómo no reconocer la valentía de un escritor que asume la narrativa como un instrumento para llegar a un estado superior a donde puede aspirar la condición humana? Una sensación no está completa hasta que es una imagen. Am Felsfenster morgens.
Eustaquio Barjau, traductor de buena parte de la obra de Peter Handke al español, nos dice que “las historias, suelen tener un cierre: ya ha terminado lo que queríamos contar, ya no se cuenta nada más. Suelen tener también intenciones concretas; esto es muchas veces lo que determina el cierre y lo que define los distintos tipos de narración: el apólogo, la parábola, el mito-como historia explicativa, o explicación por medio de una historia-o incluso también la historia como narración de lo ¿importante? acontecido, para que no volvamos a incurrir en los errores del pasado.”
El sentido del peso del tacto es uno de los sentidos que nos ha violado el poder. Dice Handke: “Tocar la nuca calentita de un bebé, eso no tiene receta, es un paraíso no programado por nadie”. Y es a ese paraíso-en un sentido superior al dogma religioso_, al que nos eleva la experiencia literaria en la narrativa de Handke. Estamos en un ciclo histórico que nos invita a dos extremos: la vulgarización de la existencia o el correctismo de las opiniones. Como si hubiera que resignarse a asistir al concepto cerrado de “una realidad” mediocre. La sociedad mundial es la que cuentan las noticias y la que la mayoría reproduce en las redes virtuales. Sólo se acredita “una realidad central” y las versiones que de ella se desprenden. El molde de esa realidad ha tocado techo y gira en torno a su esquema. He ahí cuando la obra de Handke toma un matiz político. Es una actitud política escribir-hoy-sobre el acceso a una imagen (humanamente sagrada) superior a las cinco normas disfrazadas de circunstancias por las élites que diseñan la cultura (la realidad).
Barjau nos dice que “no es la narración clásica del comienzo, desarrollo y final por la que apuesta Peter Handke. Cabría preguntarse: ¿por qué la historia termina con el encuentro del culpable, con la victoria de uno de los dos contendientes, o con su reconciliación, y no, por ejemplo, tres minutos antes, o siete días después? El cierre, lo que le da unidad a la narración, traiciona un concepto que está detrás de ella (y en el concepto suele estar agazapado el poder); pero la literatura, dijo Handke en su discurso de Darmstadt, tiene el poder de disolver los conceptos y, con ello, de hacerse con el futuro. La narración por la que aboga Handke no tiene cierre, tiene que poder continuar en cualquier momento con el `y´…-así es como termina su novela La repetición-. Abrir la ventana, mirar e ir contando lo que vamos viendo, nada más. ¡Nada menos!: la epopeya de la paz. El modelo de este final nos da la naturaleza, siempre que la miremos con los ojos limpios de la historia de Europa: de lo que busca Handke con sus epopeyas.
Gracias a mi cansancio, el mundo se liberaba de sus nombres y se hacía grande. Ensayo sobre el cansancio. Leer la obra de Peter Handke es participar en el acto subversivo de la lectura. Hoy, cuando la industria editorial ha domesticado la mayoría de los argumentos y narraciones, la literatura que nos abre la sensación a otra (la) imagen, pasa a ser reveladora para la mirada y perturbadora para la razón. Dejar que el mundo nazca de nuevo siempre que uno, en su empecinamiento, lo ve como sellado. En su obra Handke hace de la palabra un acceso a espacios abiertos, un paso más allá de la saturación conceptual. ¿Es la ficción de Peter Handke un acto subversivo que se rebela a toda forma de absolutismo? Eustaquio Barjau considera que “la ficción de Handke tiene algo de subversiva. Las palabras están usadas para abrirnos un espacio, para que podamos acceder a un mundo que tenemos al lado y que no hemos visto porque tenemos pantallas que han traicionado la realidad”.
Tenía el presentimiento de que el lugar actuaba sobre mi narración como si la acreditara. El año que pasé en la Bahía de nadie. La literatura en sí misma es el acceso a un estado mayor. Contar-o vivir-sin una imagen poética degenera el sentido sublime de la existencia. Espacio, tiempo; duración; imagen. Dejarse llevar, de nuevo, por la experiencia mística de las palabras. Intentar ver la calle con ojos de gato. Volver a sentir el asombro del niño que imaginaba historias. Ser el lector que hace camino con la palabra. Volver al libro que conmociona la (s) perspectiva y ser otro cada vez que sea necesario. El momento de la sensación verdadera. Qué cosa puede ser un relato (escrito o vivido) si se aparta de la experiencia poética.