Rolando Pérez Betancourt / Granma •  Cultura •  07/03/2022

Cien años de Nosferatu y un insomnio

Nosferatu el vampiro acaba de cumplir un siglo de existencia este 4 de marzo y, además de volver a ver el filme de F. W. Murnau como reverencia a un clásico del cine mudo, recordé mi primer insomnio, a los siete años de edad.

Cien años de Nosferatu y un insomnio

Nosferatu el vampiro acaba de cumplir un siglo de existencia este 4 de marzo y, además de volver a ver el filme de F. W. Murnau como reverencia a un clásico del cine mudo, recordé mi primer insomnio, a los siete años de edad.

Ni pensar que me lo ocasionó la película inspirada en el Drácula de Bram Stoker, imposible de ver entonces por un niño, sino el relato de mi tío Armando, quien era conductor de la ruta 14 y cada vez que se le presentaba un problema familiar iba a parar a casa de sus hermanas, mis tías. Allá coincidimos durante largos meses; él durmiendo en una colchoneta arrimada a la esquina de la sala, yo en un catre, en el otro extremo.

Por las noches, ya acostadas mis tías, Armando comenzaba a contarme versiones dramatizadas de novelas que hacían mis delicias: Walter Scott, Alejandro Dumas, Julio Verne y, en especial, el muy recordado Corsario negro, de Salgari, a quien mi tío gustaba interpretar con voz grave y sentándose en la colchoneta para dejarme ver la esgrima de su brazo en medio de la oscuridad.

Una noche le dio por hablar de Nosferatu el vampiro y no tuvo reparos en describirme la humanidad de aquel adefesio espectral que, llevando su propio ataúd debajo del brazo, llega en un barco fantasma a la ciudad alemana de Wisborg: colmillos enormes, orejas largas y puntiagudas, sin cuello, ojos disparados, manos como garfios, traje negro tan estrecho que parece asfixiarlo, corcova acentuada cuando apresura el paso en busca de sangre humana, y una sombra más aterradora que el propio ser que la provocaba.

Aquella noche apreté los dientes y aguanté callado la película completa, desmenuzada por mi tío Armando. A la mañana siguiente, ojeroso y sin habla, comprendí a qué se referían los mayores de la casa cuando hablaban de insomnio.

Ya más crecido, mi padre me contó cómo los jóvenes de su época llevaban al cine a las novias más recatadas para aprovecharse de sus abrazos aterrados con cada aparición de Nosferatu, un vampiro concebido para espantar, incluso a las molestas chaperonas.

Uno se estremece hoy al pensar que el vampiro de todos los vampiros, Nosferatu, estuvo a punto de desaparecer para siempre de las pantallas a causa de un proceso judicial emprendido por la esposa de Bram Stoker, negada ella a conceder los derechos de autor para la filmación. Ya el filme era un éxito cuando la señora Stoker ganó una demanda que obligó a quemar hasta el último negativo. Casi se hizo, pero como estaba distribuido internacionalmente, se salvaron copias que más tarde fueron rescatadas.

Tanto el director Murnau, como los productores, sabían que no podían filmar la historia de Stoker y fue así que efectuaron cambios significativos, entre ellos hacer desaparecer las montañas originales de Transilvania para darle cabida al puerto ficticio de Wisborg. Dinero había muy poco y cámara, una sola. Pero sobraba el talento para convertir los escenarios al aire libre en un elemento decisivo de este drama terrorífico, cuyos efectos visuales sentarían escuela a partir de una fotografía expresionista tan espeluznante como poética.

Al pasar de los años, Nosferatu ganaría el reconocimiento de clásico del cine, pero también de «filme maldito» a causa de los mitos que la acompañaron, entre ellos la extraña desaparición de varios de los técnicos del rodaje. De su actor principal, Max Schreck, se afirmó que era un vampiro verdadero y fue perseguido por más de un periodista a la caza de «pruebas fecundas». Murió de un ataque al corazón, en 1936, a los 57 años y por mucho que se vigiló su tumba, nunca salió de ella. En cuanto al director Murnau, veterano de la Gran Guerra, falleció a los 42 años, en 1931, en un accidente de tránsito, poco antes de estrenar su último filme, Tabú. En 2015 su cadáver fue robado del cementerio Stahnsdorf, donde la policía encontró restos de cera como si se hubiera celebrado allí una ceremonia.

Hoy las películas de vampiros son toda una especialidad dentro de un género de terror capaz de exhibir títulos imperecederos. Pero siempre habrá que volver a este Nosferatu fundador, centenario, y temeroso de cualquier luz que no provenga de una nueva proyección.

Foto: Fotograma de Nosferatu


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