Agencia SINC •  Cultura •  10/04/2025

Los cazadores mediterráneos hicieron viajes marítimos antes de los primeros agricultores

Hasta ahora, se pensaba que las islas pequeñas y remotas de esta región no habían estado pobladas antes de la llegada de la agricultura. Un estudio publicado en Nature, que cuenta con participación española, documenta una travesía de más de 100 km en mar abierto, previa a esta transición tecnológica.

Los cazadores mediterráneos hicieron viajes marítimos antes de los primeros agricultores

Los humanos modernos llegaron a Malta hace unos 8 500 años. Esta hazaña la llevaron a cabo cazadores-recolectores mesolíticos que viajaron a través del mar Mediterráneo en una travesía de más de 100 kilómetros en mar abierto sin usar embarcaciones a vela. Según un estudio publicado en Nature, liderado por Eleanor Scerri, investigadora del Max Planck Institute of Geoanthropology (Alemania), junto con la Universidad de Malta, estos grupos probablemente se desplazaban en canoas, orientándose mediante las estrellas, las corrientes marinas y puntos de referencia costeros. 

Los cálculos hechos por los científicos estiman que la travesía podría haber durado entre 24 y 30 horas, parte de las cuales se habrían realizado durante la noche, y habría partido desde Sicilia u otras zonas del sur de Italia.

“Estos cazadores-recolectores eran marineros extremadamente capaces y con conocimientos, o no habrían podido cruzar extensiones de agua abierta de esta distancia. Además, pudieron subsistir en pequeñas islas diversificando su dieta: no solo se enfocaban en los recursos terrestres, sino también en aves y alimentos marinos. Esto implica que los agricultores no fueron las primeras personas en llegar a islas como Malta, y que no encontraron un ecosistema intacto”, declara Scerri a SINC.

Estas conclusiones han sido posibles gracias al análisis de los fósiles descubiertos en el yacimiento de Latnija, al norte de la isla de Malta. Los restos arqueológicos recuperados sitúan la ocupación humana de la isla mil años antes de la adopción de la agricultura en la región.

El trabajo contó con la participación de un equipo internacional compuesto por 25 especialistas, entre los que se encuentran Ethel Allué y Aitor Burguet-Coca, investigadores del IPHES-CERCA y de la Universitat Rovira i Virgili (URV), expertos en arqueobotánica y piroarqueología, respectivamente. También forman parte del equipo los investigadores españoles Andrés Currás (Max Planck Institute of Geoanthropology) y Mario Mata González (Universidad de Malta).

Restos hallados en el yacimiento durante las excavaciones. / Eleanor Scerri.

Un mundo mesolítico conectado

La existencia de tales viajes marítimos de larga distancia implica un mundo mediterráneo mesolítico conectado, del que los científicos no eran plenamente conscientes hasta ahora. Este hecho significa que los últimos cazadores-recolectores de Europa también incluían culturas marítimas sofisticadas, y que incluso pudieron haber tenido un papel en la dispersión costera de la tecnología neolítica.

“Es posible que los agricultores avanzados en las zonas costeras hayan podido difundir el Neolítico más rápidamente adoptando las tecnologías marítimas de los últimos cazadores-recolectores de Europa, en lugar de al revés. También es posible que hayan podido aprovechar las redes mesolíticas de navegación de larga distancia para hacerlo. Estos descubrimientos abren un nuevo conjunto de preguntas que debemos empezar a hacer”, apunta la investigadora.

Algunas de las que se plantea el equipo de científicos es sobre a dónde más fueron estas personas y qué impactos tuvieron en los ecosistemas. Islas pequeñas como Malta tenían sus propia fauna y flora endémica que a menudo se piensa que cambió (por ejemplo, con animales que se extinguieron) sin la intervención de los humanos, porque se pensaba que no podían llegar allí. “Ahora sabemos que sí llegaron, lo que trae nuevamente a primer plano las causas de estos cambios”, recalca Scerri.

Extinción de especies

Los investigadores todavía están tratando de reconstruir esta historia. Aunque los cazadores-recolectores mesolíticos llegaron a Malta durante siglos, no extinguieron a todos los animales. Por ejemplo, no sobreexplotaron algunas de las especies endémicas de ciervos, ya que estas sobreviven hasta los períodos asociados con los primeros agricultores. “Es posible que hayan influido en otros cambios, por ejemplo, cambios vegetativos o incluso ecosistemas costeros”, sugiere la experta.

Podría tratarse de una historia ‘emergente’ que involucrase tanto aspectos de conservación como recursos dirigidos a los humanos. “Esperamos poder responder estas preguntas en el futuro con alta precisión, dada la naturaleza asombrosa del yacimiento y la profundidad de los sedimentos”, aclara Scerri.

El equipo ha identificado hasta ahora una gran variedad de especies animales, todas ellas con claros indicios de consumo humano. Destacan los restos de ciervo rojo, que hasta ahora se creía extinguido en Malta en aquella época, así como tortugas, aves de gran tamaño (algunas hoy ya desaparecidas), focas y diversos peces como el mero. También se han hallado miles de restos de moluscos marinos, como caracoles, erizos y cangrejos, muchos de ellos con señales evidentes de cocción. También se han hallado herramientas de piedra.

Vista general de la cueva de Latnija de la región de Mellieħa en la isla de Malta. / Huw Groucutt.

Más pistas gracias al ADN

Scerri espera obtener ADN antiguo y, con suerte, isótopos de restos humanos para mostrar cuál era su ascendencia y dónde pudieron haberse criado. “Estamos seguros de poder obtenerlo, y esperamos encontrar dientes humanos de los cuales podamos extraer firmas isotópicas”, explica.

Los investigadores también están explorando si el yacimiento se utilizaba de manera estacional o no, observando los restos faunísticos, incluidas las firmas isotópicas de los caracoles marinos recolectados de la orilla, lo que da una idea de si se trata de una recolección durante todo el año o solo estacional. Excavaciones adicionales también les darán información sobre una mayor variedad de animales que explotaban.

“Usando una técnica llamada ZooMS, pudimos ‘huellizar’ fragmentos óseos no identificables, e incluso descubrir la presencia de ballenas en este lugar, aunque no sabemos si estas se cazaban o si fue un uso oportunista de animales varados. De cualquier manera, en el futuro deberíamos tener información mucho más detallada que seguirá arrojando luz importante sobre este período clave y este descubrimiento en concreto”, concluye la científica.

Las huellas que deja el fuego

El estudio detallado del registro piroarqueológico del yacimiento, es decir, las huellas del uso del fuego, el tipo de combustible empleado y su relación con el entorno natural, ha recaído en el equipo del IPHES-CERCA y la URV.

“Sin fuego, en muchos contextos arqueológicos no podemos detectar actividad humana, sobre todo en aquellos yacimientos donde las estructuras son escasas o inexistentes”, explica Ethel Allué, investigadora del IPHES-CERCA y profesora asociada de la URV. “Nos habla de cómo vivían, cómo se organizaban y cómo se adaptaban al paisaje”, añade.

El análisis de los hogares ha permitido identificar sedimentos quemados, acumulaciones de cenizas y otras evidencias de uso reiterado del fuego en un mismo espacio. “Por suerte, este registro estaba muy bien conservado, lo que nos ha permitido ir más allá de su simple detección y reconstruir prácticas humanas que de otro modo podrían haber pasado desapercibidas”, destaca Aitor Burguet-Coca, investigador postdoctoral Beatriu de Pinós del IPHES-CERCA. 

La especie vegetal más utilizada como combustible era el lentisco (Pistacia lentiscus), elegida por sus buenas propiedades combustibles, a pesar de la presencia de otras especies en el entorno. Esta selección apunta a un conocimiento profundo de los recursos vegetales y de la ecología local. También se ha identificado la presencia de palmito (Chamaerops humilis), una planta que podría haber tenido usos complementarios como la construcción, la cestería o como combustible auxiliar.

Referencia:

Scerri, E.M.L. et al. “Hunter-gatherer sea voyages extended to remotest Mediterranean islands”. Nature.

Fuente: SINC


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