“Poeta en Madrid: escribir, tal vez soñar”
Poeta en Madrid de Justo Sotelo, Huso, 2021
Por Peter Redwhite.
Y recuerdo entonces la primera ocasión en la que oí decir a Justo que uno debería escribir para cambiar el mundo; en caso contrario, es mejor que se dedique a otra cosa.
Algunos personajes de Poeta en Madrid toman prestado el nombre de La bohème, de Puccini, otros podrían ser el doble literario del autor, Justo Sotelo, o quizá todos ellos (Gabriel Relham, Elvira, Marcello o Beethoven, qué importa el nombre) lo sean en menor o mayor medida. ¿Acaso no deberían ser los personajes de una novela el continente de aquello que hemos o podríamos haber vivido, el reflejo de personas que hemos conocido, la representación de lo que se ha dicho o escrito antes y, con suerte, se dirá o escribirá en el futuro? En la segunda escena del cuarto capítulo del nuevo libro de Justo Sotelo, Beethoven y Mahler conversan en otro momento en la buhardilla de la Calle Atocha de Madrid. Me resulta hermoso cuando Beethoven le dice a Mahler: ya has construido todos los edificios y escrito todos los libros. Y recuerdo entonces la primera ocasión en la que oí decir a Justo que uno debería escribir para cambiar el mundo; en caso contrario, es mejor que se dedique a otra cosa.
De la misma manera en la que el autor de Poeta en Madrid logra condensar en unas cien páginas lo que él (o un escritor) tiene en la cabeza a la hora de escribir, intento evocar una única tertulia de Justo Sotelo que contenga todas las anteriores (así es como entiendo que funciona la mente cuando se trata de traer al presente una escena que se repite: un día en la oficina, un viaje de regreso a casa, los sueños). Pronto, al ser martes a las seis y media, acuden los tertulianos habituales a la llamada ficticia, pero también personas que no conozco y no conoceré nunca, otras que dejaron de asistir, pero es posible que vuelvan a hacerlo en el futuro y, por supuesto, buenos amigos, gente que ha terminado por significar mucho para mí.
La tertulia podría celebrarse en el Café Ruiz, en el Este Oeste de Malasaña, en el Café Gijón, a través de Zoom o incluso en la buhardilla de la Calle Atocha en la que vivió Justo Sotelo años atrás. En este encuentro que parece sacado de El coloquio de los pájaros, aprenderé que el tiempo se puede convertir en espacio, que los textos pueden crear mundos muy alejados de ser una copia de aquél al que llamamos realidad, que quizá Homero (o puede que fuese el autor de el Poema de Gilgamesh) ya hubiese escrito todos los libros anteriores y futuros. Sé que Justo acabará por hablarnos de Borges, Norah Lange y Girondo, por concluir que solo se puede hacer el amor volando, a lo que añadirá que solamente el amor, quizá también la literatura, puede salvarnos.
Será verano aunque en realidad sea febrero, así que Justo Sotelo llevará pantalón corto, camiseta negra y sandalias (a pesar de que los personajes de Poeta en Madrid vistan de forma tan elegante, o precisamente por ello). Pero, por más que me esfuerce, hoy tampoco tendremos tiempo de abordar todas las cuestiones que se han tratado en cientos de tertulias (si un narrador y un poeta miran de manera distinta, lo permeables que son las fronteras entre géneros literarios, el papel de la inspiración, si existe, en el proceso creativo o la relación entre forma y tema en literatura), me doy cuenta de que me estoy extendiendo en exceso, de que no me queda tanto espacio.
En realidad estoy tratando de escribir una reseña de Poeta en Madrid, un texto que, a mi juicio, es al mismo tiempo, de forma más o menos acentuada según el fragmento que se lea, una obra de teatro (con sus escenas, diálogos y acotaciones) y una narración llena de poesía que a veces se torna en crítica literaria, aunque quizá podríamos definirlo como el libro que recoge la poética de Justo Sotelo. Poeta en Madrid trata muchos de los temas que le son pertinentes al autor: por ejemplo, el auténtico valor de los premios literarios, la trastienda del mundo artístico, cómo las artes (literatura, cine, música) se comunican entre sí, si el argumento es solo un elemento expresivo más, el papel de las redes sociales o la oralidad en la literatura, pero es tarde ya.
Me voy quedando dormido con los auriculares puestos. He elegido la Quinta Sinfonía de Mahler de entre toda la música contenida en Spotify. Tengo ganas de escribir, tal vez soñar.