Salvador Montoya •  Cultura •  19/07/2024

La literatura de la mano dura. Cómo la hegemonía tripolar gobierna la mente y el futuro

Para Verónica y sus asombros.

La literatura de la mano dura. Cómo la hegemonía tripolar gobierna la mente y el futuro

Jorge Luis Borges proclamó que debajo de la almohada del emperador Alejandro Magno, él guardaba su espada y el libro La Ilíada. En otras palabras, todo gobierno se conduce y se establece por una literatura, por un discurso de poder. Afirma Charles Sanders Pierce en su teoría de cómo fijar una creencia en los individuos y en las masas que más allá de la ciencia y de la indagación, las gentes tienden a creer lo que se proclama desde el poder a causa de la repetición y de la reiteración constante. De tal manera que la historia global que nos contamos es el relato que el poder nos vocifera. Con razón Pascal Quignard en su novela Las lágrimas nos narra el surgimiento de Europa y la centralidad de su dominio a partir de la biografía de los nietos de Carlomagno: Nithard, el escriba que desemboca en el nacimiento del idioma francés y Hartnid, el guerrero en su constante batallar nómada. Cada uno un símbolo: la literatura y la espada. Porque cada país tiene su Nirthard y su Hartnid. Entonces no es descabellado relacionar el profundo control que las «siete magníficas» (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, NVIDIA, Meta y Tesla) no solo tienen sobre las finanzas del mundo sino su incesante narrativa para dirigir las agendas de gobernanza global y sus tentáculos sobre los sórdidos negocios del narcotráfico, inmigración ilegal, la economía verde, la inteligencia artificial, el tráfico de la Big Data. Sabemos, por tanto, que detrás de cada revolución industrial hay toda una maquinaria de literatura de mano dura con su poder discursivo y así defender y legitimar los mecanismos para ejercer dicho dominio y control tecnológico y estructural. Cada revolución industrial tiene su literatura de mano dura. Hoy bajo la férula de la hegemonía tripolar que Estados Unidos, Rusia y China ejercen sobre el mundo también se manifiesta este lenguaje dominante. Ahora bien, esto no es nuevo para estos tres países. Más bien han mejorado estos mecanismos culturales y comunicativos. En el siglo pasado y en la misma época, entre los años 50 y 60, estos tres países tenían muy bien aceitadas sus usinas de control sobre la cultura y el pensamiento. En el caso de Rusia, el país estaba bajo el régimen soviético y en el año de 1952, antes de Stalin morir, se realizó aquel hecho criminal llamado «La noche de los poetas muertos». Porque había que matar la narrativa de liberación que tenían esos poetas. Y aunque vendría posteriormente el deshielo de Jrushchov, sin embargo la política de exterminar el pensamiento disidente e imponiendo el propio siguió siendo recurrente en la Rusia soviética. Algunos años después, en China, Mao promovió su famosa revolución cultural para preservar el dominio ideológico sobre su población, exterminando así a aquellos disidentes que denominaban como las cinco categorías negras. El mismo método: exterminar la narrativa disruptiva e imponiendo la del poder. Pero en esos mismos años, en Estados Unidos se revelaba como a través de la Operación Sinsonte, la CIA financiaba y reclutaba entre sus filas a más de un millar de altos periodistas y escritores para así manipular los medios de comunicación y ejercer sobre ellos control en sus narrativas. Es decir, los principales medios de masas estadounidenses como portavoces de la propaganda de la CIA. El mismo patrón de la mano dura. Hoy quizás los conceptos de las élites tripolares no son los mismos en estos tres países pero con Netflix, misiles hipersónicos y Tiktok también se suele seguir escribiendo la servidumbre de las multitudes. Sea en chino, en ruso o en inglés. Porque el gobernante sigue teniendo la espada y el libro debajo de su almohada.

Calabozo, julio de 2024.

*Por Salvador Montoya/Escritor venezolano. @soymontoyaoficial.


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