Myriam Mercader •  Cultura •  21/04/2023

«Vivir es ser otro», de Kintto Lucas

Un poema y ensayo filosófico sensiblemente humano.

«Vivir es ser otro», de Kintto Lucas

La novela Vivir es ser otro, de Kintto Lucas nos lleva por múltiples laberintos. Desde el título ya empieza cuestionándonos, haciéndonos dudar de lo que encontraremos a los largo de la trama. Surge del gran poeta portugués Fernando Pessoa quién en el Libro del Desasosiego, bajo el heterónimo de Bernardo Soares, dice:

“Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer…no es sentir: es recordar hoy lo que no se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que fue la vida perdida…”.

Me da la sensación de que además de este sentido, ya de por sí profundo del que habla Pessoa, hay mucho más en el sentido que Kintto le da a ese título.

Es interesante tomar lo que dice el escritor ecuatoriano Luis Zúñiga quien al referirse a la obra señala que es “un caleidoscopio del amor, la soledad y la locura”. En tanto que el dramaturgo, también ecuatoriano, Patricio Vallejo Aristizábal describe la realidad que se proyecta de la trama como el “escenario de las no certezas”.

Estas dos referencias de los análisis nos dan una idea de lo que el libro de Kintto Lucas nos depara y que todos disfrutarán leyendo. 

Vallejo comenta que es un texto “donde las palabras se deslizan como en una tela de araña, donde a cada nudo se le puede encontrar varias bifurcaciones, se puede tomar cualquier camino para llegar a otro nudo donde nuevamente se va a bifurcar conduciendo a otros senderos, como en un laberinto que solo se abre a otros laberintos«.

Mientras vamos andando nuestro camino por la lectura vemos que los laberintos nunca se terminan porque finalmente son como encrucijadas de la propia vida, y nos recuerda mucho a Borges y su Jardín de los senderos que se bifurcan.

En realidad la vida de cada persona no deja de ser así: caminos que se abren a otros caminos, laberintos que abren a otros laberintos y cada día más la ciencia ratifica lo que intuitivamente todos percibimos.

A Borges lo han tomado como ejemplos científicos cuánticos y creo que a Kintto también lo podrían hacer.

Luis Zúñiga compara el libro dividido en laberintos a un caleidoscopio dentro del cual se puede observar el orden y el caos, contenidos en ese cilindro mágico, el orden y el caos dentro de la propia vida.

Cuando entramos al “Laberinto del Cerebro”, el primero de los tres en que se divide el libro, las primeras palabras demuestran una gran desolación:

Las puertas para nosotros no se abren, se cierran, no hay nuevos caminos detrás, hay muros. Cuando abrimos una puerta está tapiada con ladrillos. No hay ni siquiera cavernas detrás, tampoco hay otros laberintos”.

Parece que nos vamos a encontrar en una desolación sin salida, en un “desasosiego” sin límites como Pessoa, pero seguimos porque la lectura nos atrapa:

“El cerebro es un laberinto, el cerebro es un problema. Todo viene del cerebro. La locura y la cordura están en el cerebro. El amor, la felicidad, la tristeza, el dolor, están en el cerebro. A unos el cerebro les funciona para pensar en los otros, y a otros para pensar solo en ellos. Entonces el cerebro es el problema. El mal de amor, la pérdida del amor, la locura por amor, están en el cerebro. La felicidad y la tristeza. Acá dicen que estamos locos por el cerebro. Pastillas para la locura, pastillas para la cordura«.

Empezamos así a situarnos: el protagonista está en un hospital o un manicomio o inmerso en un profundo encierro interior. Y sigue:

“Hay que estar loco para creer en la paz, me dijeron. Primero no les entendí, después ya utilizando el cerebro, me di cuenta. Dicen que hay dos lugares para refugiarse de la locura, del amor, de la guerra y de la decepción: uno es el manicomio, el otro la poesía”.

De momento el protagonista está en el manicomio, puede ser en el presente o puede ser en el momento final del libro, porque ya veremos en el camino de la lectura que el tiempo es totalmente subjetivo. El autor juega con el tiempo a través de los personajes y del propio desarrollo de la narración en los tres laberintos.

Entonces aparecen las varias personalidades del personaje (como los heterónimos de Pessoa cuyas frases son citadas varias veces a lo largo del libro) que son claves, son casi la solución para sobrevivir en un mundo que te hace dislocar a cada momento, que te abre un laberinto tras otro. Las personalidades son necesarias para enfrentar cada situación.

Uno de los médicos le describe sus personalidades como si se trataran de individuos diferentes, con vida propia más allá del personaje:

“A ver lo que usted tiene es varias personalidades. Cuando usted cuenta sus historias un día lo hace como una persona y otro día como otra persona. Y eso hay que curarlo porque nadie puede ser muchas personas. Cada una es una sola persona. Usted cree que es muchas y vive como su fuera muchas. Cada uno es una sola persona”.

Entonces ese personaje, en medio de su “locura” se ríe de la versión del médico y cuestiona esa realidad absoluta que parece querer mostrarnos el doctor. De hecho, más adelante le dice:

“Hay un poeta portugués que de tanto hacer poesía y reinventar la vida, se convirtió en decenas de poetas. ¿Podías decirse entonces que tenía trastornos de identidad disociativa?”

Sin embargo, el relato que sigue en el libro también tiene una faceta muy actual que podríamos decir científica. O más bien que conecta la sabiduría ancestral con la más moderna ciencia actual: “Por ejemplo, cuando les conté que para los indígenas de los Andes el futuro espera atrás y el pasado se ve adelante, no podían creerlo”.

Esto ya es una verdad científica: en realidad no hay presente, el presente es una ilusión persistente de nuestro cerebro. Por decirlo crudamente y sin aplicar la terminología científica, pasan unos microsegundos entre que experimentamos algo con nuestros sentidos y llega a través de las neuronas a nuestra conciencia. Entonces todo está en el pasado.

Por otro lado, parece ser que el tiempo no existe, por lo que todo ya está creado, y es nuestro cerebro el que solo nos permite ver lo que creemos que es el presente y nos ensombrece el futuro que ya existe, siendo el pasado un constructo de nuestra memoria.

Esto nos hace entender a los indígenas de los Andes de los que habla Kintto. Pero además sigue cuestionando las certezas absolutas y dice: “No todo es lo que parece….el mundo nos lleva a creer, a veces, algo que no es…..Nuestro cerebro a veces se apura, se precipita y cree algo que no es”.

Esto también es de un increíble rigor científico. La realidad podría ser totalmente subjetiva pues el 99,99% de lo que nos rodea es espacio vacío, y además solo depende del observador. La realidad está compuesta por campos cuánticos de ondas que solo colapsan en partículas cuando se observan. Todo es relativo y subjetivo. Cuando vivimos somos otros. El presente, el pasado y el futuro son una ilusión en la vida del personaje principal de la novela.

Pero más allá de la desolación inicial, de las no certezas, de los laberintos, de las personalidades del protagonista, del cuestionamiento a los médicos del manicomio, hay muchos momentos de humor, de una ironía tal vez muy uruguaya, algo indispensable en la narración para sortear el “desasosiego” como cuando el protagonista cuenta:

“Acá un día mataron a un guitarrero porque anunció “Cuesta abajo” y cantó otra canción que decía algo así como: con la resaca a cuesta vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a su misa. Se despertó el bien y el mal, la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal y el avaro a su divisas…etc. Tratando de disculparse dijo que era un tal Serrat, muy famoso en tierras mediterráneas.

A este pobre guitarrero le sacaron la guitarra, lo bañaron en agua fría, lo ortigaron y lo crucificaron. En la cruz se podía leer, cuesta abajo en su rodada, después lo tiraron barranca abajo, pa que aprenda y ya no se vuelva a equivocar…

Yo también me confundo a veces y también me equivoco, pero después de lo del guitarrero finjo saberlo todo”.

Seguimos nuestro camino por la lectura hacia otros laberintos y nuevamente aparece el gran tema de las incertezas que dominan nuestra vida.

“Dicen que estoy aquí para curarme de mi otra personalidad, para olvidarme de mi otro yo. Si tengo otro yo, cuál será el yo que tengo que expulsar…”

Y sigue: “Los manicomios son un homenaje al pensamiento libre. El trastorno de identidad disociativa, que dicen los doctores que tengo, es una forma de libertad, de creatividad. La identidad disociativa no es otra cosa que sortear el laberinto construyendo puertas falsas, creando nuevas puertas, imaginando salidas en libertad”.

“Ser real quiere decir no estar dentro de mí. Ser uno mismo es una cárcel. Ser yo es no ser”, dice Pessoa, y cuánta razón tiene. “¿Qué me van a hablar de personalidades múltiples a mí? ¿Qué me van a hablar de amor?”, dice el personaje de la novela, recordando al portugués.

Además de la frase en boca de Bernardo Soares de “Vivir es ser otro”, también dice Ricardo Reis “Hay más yos que yo mismo”. Y el autor nos dice: “Claro, a veces los yos se confunden y confunden los días, confunden los tiempos, porque cada cual vive en un momento y en un lugar. Entonces uno se confunde”.

Así, una vez más. Lucas nos vuelve a marcar que el tiempo es relativo.

Al final de este primer laberinto, y para no hacer más spoilers: “Ahora, todas estas historias no sé si son verdad o parte de la imaginación de alguna de mis personalidades, no sé si es producto de mi locura. No sé si yo soy yo. Pero eso no importa. Al fin de cuentas Vivir es ser otro”.

Tomémonos la libertad de saltar por un momento al Tercer Laberinto, el de la Soledad. Después de un altercado ayudando a los campesinos que habían tomado una hacienda, se escuchan balazos y Luza, el protagonista, se desmaya y pierde el conocimiento. Entonces leemos: “Una familia me recogió, viví tiempo con ellos en el interior de Bahía, ya no recordé nada y un día, no sé ni como, terminé acá para curarme del olvido y la doble personalidad. No sé si me olvidé de todo, o casi todo, o no quise ya recodar nada”

Sin embargo, recuerda a alguien: “Ahora recuerdo sus cuentos de la música, la literatura, la historia. No sé si sobrevivió, no se si murió, pero era una gran amiga. No se si se quedó en Salvador. Ella sí estaba demasiado loca, loca de amor, loca de amar a uno que extrañaba el sur”.

El personaje se refiere a quien fue la protagonista fundamental en el Segundo Laberinto, el del Amor, cuyo nombre es Azul.

En el Laberinto de la Soledad es Luza el que extraña el Sur, uno de los muchos otros que son el protagonista. Y acaba con una visión del laberinto muy distinta a la cual empezaba el libro, más esperanzadora:

“Vivimos en un laberinto perpetuo tratando de encontrarnos y desencontrarnos. Depende de la puerta que se abra para ir camino de un mundo o de otro, o de otro. Depende de la puerta que se abra para ir camino de la soledad, del sueño o de la muerte. La muerte siempre está en alguna puerta, todos los laberintos llevan a la vida y a la muerte. A mí me interesa más tener la llave de cada puerta del laberinto, para poder salir y entrar cuando quiera, que tener la llave de la puerta de mi casa. Alguna vez me sentí perdido en este laberinto, ahora no. Ahora creo que las puertas siempre son una solución, así te lleven a un precipicio. Así te lleven a ninguna parte, las puertas mantienen la ilusión de sortear el laberinto”. 

Con este párrafo termina el “Laberinto del Cerebro”, lo repite al final del “Laberinto de la Soledad” y son las últimas palabras del libro, como ubicando una línea vinculante entre el personaje en el manicomio y el personaje de Luza.

Pero regresemos al Segundo Laberinto, el del Amor que también nos genera poesía, música y una trama que es un puente entre el primer y el tercer laberinto…

Fue Susan Sontag quien dijo que en lugar de una hermenéutica (técnica o método de representación de textos) necesitamos una erótica del arte. Eso es lo que Kintto hace en el “Laberinto del Amor”:

Aquí se habla de literatura, música, filosofía, erotismo, de la vida en boca de dos amantes Azul y Luza. Luza es el hombre (montevideano) que presumiblemente fue la voz del Laberinto del Cerebro, Azul es la mujer y voz de este “Laberinto del Amor”.

Azul y Luza, una pareja en medio de laberintos y en el espejo de la vida. Azul (bahiana) que mantiene una historia de amor con Luza (montevideano) en Brasil. Uno es el reflejo del otro; son nombres autorreflexivos como diría mi amigo Clemente Padín.

También Sontag señaló: mi idea del escritor es de alguien que está interesado en todo. Creo que eso define perfectamente a Kintto Lucas.

El “Laberinto del Amor” le sirve al autor para hablar de política, de amor, de erotismo, de muchísimos escritores y de músicos. Aquí aparece la faceta del escritor que todo lo abarca, como decía Sontag, el verdadero escritor es el que tiene curiosidad por todo.

También se habla de la culpa, de ese trio con la hermana de Azul que según ella acabó con un amor que se prometía interminable. Habla de Ítaca, de Kavafis y de que lo importante es el camino y no el destino final. La vida con Luza fue el camino más feliz de Azul y así lo recuerda. Habla de Clarice Lispector, de tantas y tantos escritores y libros que es casi imposible citarlos a todos. Eso lo dejo para el lector. Finalmente, como dice Vinicius de Moraes del amor, éste se agotó en la llama, pero fue infinito mientras duró.

En el “Laberinto de la Soledad”, a través de la voz de Luza sabemos cómo se conoció con Azul cuando se rompió un puente, y luego retomaron la relación en la Casa de Juana donde otras chicas estudiantes se ganaban un dinero ejerciendo de acompañantes a hombres. Sabemos que ella estudia literatura y el también se siente poeta al menos cuando escribe con Azul. Empezamos a entender la razón de la profundidad de sus pensamientos literarios y políticos y la poesía que hay en ellos. Pero también hablan de sombras que acechan, cada vida tiene sombras: “El amor es nuestra razón de ser, es como nuestra sombra perpetua, o tal vez el amor sea nuestra locura de ser”.

Se explica como Azul fue concibiendo el hilo conductor de la trama de una historia surrealista que entre los dos van escribiendo cada noche como si fuera Las Mil y Una Noches y la cual nos lleva también a otro libro del autor titulado Como en Aquelarre.

Kintto Lucas construye desde su literatura un universo común que está interrelacionado de distintas formas. Hay un vínculo literario y espiritual en su obra, que no tiene tiempos, porque al fin de cuentas “el tiempo es relativo”.

Pero regresando a la trama, se instalan en Salvador de Bahía, en el Pelourinho, conocen a la familia de Azul y nos enteramos de boca de Luza la relación erótico amorosa que comenzó con la hermana de Azul. Así vamos ingresando en una historia familiar muy compleja con un hermano proxeneta, que luego terminará de pastor pentecostal, en una zona socialmente muy deprimida.

Casi al final del “Laberinto de la Soledad”, cuando sabemos que Luza ya no está con Azul, sentimos que esa soledad es lo que de alguna manera lo lleva a la locura o a la personalidad múltiple.

Azul se hace por fin escritora en Portugal. Luza termina en el hospital, pero con la esperanza de que un día volverá al Sur, a su casa, a su Montevideo. Ahí aparece el íntimo sentimiento de todo exiliado: volver a la casa, a la semilla…

Kintto Lucas es un autor migrante, su literatura es de muchos lados, se siente parte ecuatoriano y parte uruguayo, pero también vivió en Brasil varios años. A pesar de sentirse de muchos lados y de ninguno, siente también nostalgias del sur donde se crió. De alguna forma eso se ve reflejado en Luza y en Azul. Los dos son migrantes y nostálgicos.

Al final del libro, como ya se dijo, aparece el párrafo con más esperanza, ya que Luza cuando abre las puertas del laberinto no ve simplemente un muro, sino que la misma puerta puede ser una forma de sortear el laberinto, de poder seguir el camino. La repetición del mismo párrafo del final del “Laberinto del Cerebro” puede significar el ciclo, el eterno retorno, o una forma literaria de acabar donde todo empezó.

También, como dice Lucas, es una forma de dejar la trama abierta para darle la posibilidad al lector de imaginar el futuro, y al propio autor la posibilidad de retomar la historia o incluso reescribirla, pero eso es parte de la imaginación o realidad que vendrá después.

Vivir es ser otro más que una novela, es un gran poema y ensayo filosófico sensiblemente humano.

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*Escritora y filóloga uruguayo-española. Acaba de aparecer su último libro en coautoría con José María Garat Ellas y sus Huellas. Este artículo sobre Vivir es ser otro (Editorial Pensódromo) es un resumen del texto de presentación de la novela en la librería Altaír de Barcelona, en noviembre de 2022.


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