Biznaga: «Un sistema como el capitalista destruye los cuerpos pero también las mentes»
“¡Ahora!”, nuevo disco de la banda Biznaga, adquiere un formato especialmente directo y combativo, tanto en su lírica como en un aspecto musical que despliega su sonido punk hacia una dimensión más melódica.
El quinto disco de la banda afincada en Madrid pero de ascendencia malagueña, es desde su título, “¡Ahora!” (Montgrí, 2024), un explícito ajuste de cuentas con la realidad. Un órdago lanzado contra las miserias de un estado del bienestar que vampiriza las vidas de sus ciudadanos pero también un alegato en favor de creer, a través de la lucha, en otra forma de relacionarnos. Un paisaje que a ritmo de punk, esta vez especialmente melódico y heterodoxo, observa la huella que el contexto colectivo tiene en nuestra existencia individual, colonizando hasta nuestros instintos más íntimos. Canciones como armas de combate y palabras de extrema rotundidad sobre las que charlamos con su bajista y compositor, Jorge Navarro.
Casi siempre los discos tienen su origen en una canción, un concepto o una idea que haga de desencadenante, ¿ha existido en esta ocasión ese germen del que fue brotando lo demás?
Jorge Navarro (J.N.): Una idea clara, como concepto llamado a desarrollarse a través de las canciones, no hubo, pero sí existió un espíritu común cuando empecé a volcar ideas sobre documentos de Word, que es mi manera de trabajar; no espero a un momento determinando para ponerme en movimiento, voy añadiendo sucesivamente anotaciones, pensamientos… Cuando en la época del anterior disco, “Bremen no existe”, fui agrupando esas diversas reflexiones las encabecé con una cita de Mark Fisher que me parece muy sugerente y que dice que si las canciones dejaran de ser entretenimiento podrían ser cualquier otra cosa. Esa frase ha funcionado como un mantra a lo largo del trabajo de composición, quería hacer un disco de canciones más que un repertorio que tuviera una conexión o dialogara entorno a una única idea, me interesaba que por separado resultaran importantes para las personas, que las apelara emocionalmente, siendo capaces de transmitir cosas importantes, que no fueran una playlist para hacer yoga o limpiar los platos e ignorar como ruido de fondo, sino que obligaran al oyente a detenerse en ellas y prestarlas atención. Esa era la función que surgió desde el inicio y que se mantuvo hasta el final, por eso nos pareció de justicia incluir, como así ha sido, dicha frase físicamente tanto en el álbum como en nuestras camisetas, ya que supuso en todo momento un impulso, incluso en aquellos instantes que resultó más difícil sacar adelante un tema.
A partir de tener claro ese concepto las canciones fueron paulatinamente saliendo solas, un proceso en el que siempre es importante la primera de ellas, una que marque el rumbo, papel que en este caso jugó “Imaginación política”, ya que representa dos temas claves en el disco: el de la vivienda y el de la salud mental y el desmantelamiento del tejido público. Todo ello enfrentado a esa idea que parece decir que no existe una alternativa mejor al marco actual, que supuestamente éste es el mejor de los sistemas posibles.
Estilísticamente se trata de un disco donde incorporáis o tratáis más en profundidad diferentes tonos y matices, desde el post punk afilado pasando por ambientes envolventes o sonidos casi urbanos, ¿acercarse a esos registros es el reflejo de una mayor confianza obtenida con el paso de los discos?
J.N.: Siempre hemos manejado muchas tonalidades, pero no todas se han manifestado de forma tan explicita como en este disco. Si bien nos han metido siempre dentro del punk, que ha sido una clara influencia para nosotros, sobre todo en los primeros trabajos, con el paso del tiempo esas otras referencias han ido emergiendo y se han hecho más notables, siendo el resultado por lo tanto de una evolución lógica. En este momento manejamos un considerable arco de géneros, siempre dentro del rock, que per se es un término muy amplio y matizable, y nos sentimos muy cómodos con todas esas otras aproximaciones, porque son estilos que hemos escuchado, y escuchamos, ya sea en la furgoneta o en casa, y que por lo tanto siempre nos han acompañado, no nos resultan en absoluto ajenos.
A nivel espiritual y/o estético The Clash siempre han sido una influencia, y una de sus lecciones más importantes es esa capacidad camaleónica que tenían de acercarse a múltiples estilos bajo un sello propio y salir airosos, como sucede con “London Calling”, donde podemos encontrar cinco o séis géneros distintos. Ese es un aprendizaje que hemos trasladado a nuestra música.
Además el siempre presente sentido melódico de la banda alcanza en este disco su mayor repunte, ¿en pasados trabajos o en este mismo ha habido momentos en los que habéis tenido alguna reticencia a la hora de dar tanto protagonismo a ese matiz pop?
J.N.: En este momento estamos muy seguros de nosotros mismos en el sentido de que si algo es bueno o tiene potencialidad nos va a dar igual lo que se diga o lo que se piense respecto a ello. Por supuesto podemos tener una intuición y tras intentar desarrollarla observar que no llega a los mínimos exigibles o que flojea con el resto y se quede fuera, de hecho eso ha pasado con una canción en este disco, pensábamos que no estaba a la altura y acabó descartada. Curiosamente era un tema muy Biznaga, de sonido punk clásico del 77, pero consideramos que no estaba a la altura del resto y entendíamos que no encajaba en un conjunto de temas que pretendíamos que formaran un bloque, bajo estilos diferentes, eso sí, pero manteniendo un diálogo fluido entre ellos.
Nosotros somos los primeros críticos con nuestro trabajo, pero si supera esa criba vamos adelante con todo, no sentimos miedo con nada. Siempre ha existido ese poso melódico en nuestros discos, es verdad que a través de pinceladas, de momentos concretos, pero desde “Bremen no existe” ya nos revelamos abiertamente como una banda que da gran importancia a los estribillos coreables.
Y que el disco en su conjunto traslade un sentir optimista, donde pone el acento en la confianza en cambiar la situación, ¿ha influido a la hora de trasladar ese sentimiento a unos sonidos más pegadizos y melódicos?
J.N.: Sí son aspectos que se retroalimentan, pero no sabría decir hasta qué punto de forma consciente. Habitualmente viene primero la parte musical, en este caso esa raíz pop, de estribillos luminosos y guitarras brillantes, llegó antes que el propio discurso. Álvaro, que es el principal compositor musical, es más prolífico, yo para las letras necesito más tiempo a la hora de ordenar conceptos. Cuando él me manda esos esbozos sonoros yo asumo dicho camino, por eso digo que ese aspecto es el que ha influido en el sentido de las letras.
Un ejemplo muy claro es el de “El entusiasmo”, una canción en la que confiaba mucho, veía su potencial y quería dedicarle un temática central de carácter alentador. Tenia muy clara la aproximación, luego es verdad que me llevó más tiempo dar con las palabras, pero sabía que esa sensación melódica debía ir ligada a un discurso más positivo.
Y ese optimismo que contiene el disco ¿se trata más de una necesidad o verdaderamente veis, como dijera aquel, brotes verdes?
J.N.: Es el resultado de una fuerza vital que nos empuja a señalar que no estamos muertos, no somos zombies, debemos actuar para luchar por el cambio, sacudirnos la inercia y el pesimismo. Esa sensación tiene una correspondencia con la realidad y el momento actual, es un sentimiento que compartimos con más gente que lo está llevando a la realidad. Somos un grupo de música, y como tal trabajamos con elementos simbólicos, pero creo que estos resultan importantes porque sirven de ánimo y construyen un contexto que propicia acciones. Ambos ámbitos están unidos, un ejemplo es la reciente manifestación que hubo Madrid y que reunió a miles de personas, no es la primera ni la última ciudad donde eso ocurra, es un clamor generalizado, y eso tiene que ver también con lo que estamos hablando en nuestra canciones, es algo que ya se percibe y que lo va a seguir haciendo seguro con más fuerza.
Las letras de este disco son especialmente explícitas, ¿sentíais la necesidad de expresaros de forma más clara y entendible que nunca?
J.N.: Se trata de una especie de depuración de nuestro estilo que se ha hecho paulatinamente. Nuestro anterior trabajo suponía ya un ejercicio de concreción del lenguaje respecto a trabajos pasados. Veníamos de un disco muy conceptual, muy intelectual, como era “Gran pantalla”, alrededor de un tema muy concreto como es la tecnología y la forma en que ha cambiado nuestras formas de relacionarnos. “Bremen no existe” en ese sentido era todo lo contrario, partía de un contexto donde la pandemia nos encerró en nuestras casas y se alumbró bajo un sentimiento de calle, de encontrarnos, eran canciones más románticas, hasta nostálgicas, sobre un tiempo perdido. Su mensaje se deshizo del cripticismo y las formas poéticas se limpiaron, emergiendo todo lo que había debajo, el corazón de la canción. Ya no había vuelta atrás en ese camino.
“¡Ahora!” supone una vuelta de tuerca a esa aproximación, tratamos de poner nombres a las cosas, son temas concretos con un lenguaje directo, sin renunciar tampoco a elementos poéticos. Hay algunas letras muy prosaicas pero otras sin embargo son más serpenteantes y utilizan otras fórmulas, como en “El entusiasmo”. Se trata de estar con los pies en la tierra y apuntar a conceptos directos, como la crisis de la vivienda, la salud mental o la precariedad laboral, y todo bajo esa creencia de que la hegemonía del mercado parece gritarnos que no hay escape. Todo forma una pirámide cuyos vértices se retroalimentan. Al igual que las canciones musicalmente resultan más accesibles para un número mayor de personas, el mensaje también debía hacerlo.
Acercaros a esas temáticas cotidianas y concretas, ¿buscaba hacer de este disco el reflejo de un momento puntual social muy determinado?
J.N.: Normalmente siempre nos basamos en lo inmediato, la realidad que observo alrededor. Los problemas de los que hablamos, y que el titulo remita a ese “ahora” hace que sea una foto del presente, que retrata el 2024, pero esos problemas llevan fraguándose tiempo atrás, y si no se solucionan tendrán una proyección en el futuro, por lo que si el disco acaba adoptando hechuras atemporales será una mala noticia, que no resulte obsoleto significaría que todo sigue igual o peor. Reflejamos el momento en que hay actuar o incidir, pero son temáticas que tienen una trayectoria más extensa.
También me da la sensación que la voz, y la forma de cantar, con el paso de los discos ha ido adoptando un papel más protagonista, ocultándose menos en el sonido, ¿es una aspiración que habéis trabajado conscientemente?
J.N.: En este disco la voz tiene un papel predominante y está muy bien trabajada y muy bien cantada, se le ha dedicado más tiempo a la grabación, aunque el equipo fuera el mismo, ha habido más espacio para profundizar y mimar el resultado. Hasta que no estábamos satisfechos no se daba una toma por buena, repitiéndola las veces que hiciera falta. Fuimos dosificando la grabación para no saturar a Álvaro y poder trabajar muy específicamente cada canción. Me agrada que sea algo que se perciba porque él esta muy satisfecho con esa labor.
El disco está plagado de referencias a la cultura popular más actual, ya sea en el uso del lenguaje, en los mecanismos de comunicación… Un resumen muy bueno es la frase “la vieja mano invisible ahora con huellas de gel”, o dicho de otra forma, ¿el capitalismo salvaje de siempre pero bajo un nuevo aspecto?
J.N.: Efectivamente, al capitalismo si algo hay que reconocerle es que es mutante y no tiene forma concreta, adopta la que más le convenga para perpetuarse. Si el lenguaje estético ha cambiado él lo adopta, si los canales son los actuales se apropia de ellos para actuar como siempre. Esa vieja mano putrefacta es capaz de rejuvenecerse en apariencia para ofrecernos lo mismo.
El disco comienza con la canción “El futuro sobre plano”, donde os referís a “el derecho a la ciudad”, título del libro del filósofo Henry Lefebvre, donde habla entre tantas otras cosas de la conquista de la cotidianidad, ¿es más urgente que nunca recobrar el poder del espacio urbano?
J.N.: Importantísimo, es como la demanda estrella de la izquierda post 68, ya no solo se pedían condiciones dignas para los obreros, perseguían la materialización de la frase ya no solo queremos pan sino rosas, representa recobrar el elemento anímico, la emancipación emocional de la clase trabajadora, y en eso tiene que ver mucho la vida cotidiana y la salud urbana.
Convertir las ciudades en parques temáticos para vendérselas a los visitantes, donde no hay lugar para nada que no sea una franquicia y todo es atravesado por lo mercantil, limitando los espacio comunes en pos de lo privado y el suelo se especula para sacar mayor rendimiento, todo eso está enfrentado con una ciudad justa, amable y ecológica para la ciudadanía, pasando a estar al servicio de los turistas que vienen en un momento dado o encaminada a quien tiene capital suficiente para vivir en las mejores zonas. La canción está relacionada con ese problema, cuando la vivienda significa sólo un bien de mercado y se arrincona a la población hasta expulsarla de ellas.
Dentro de esa cotidianidad la historia de amor que relata “Espejos del caos” es atravesada por los problemas laborales, ¿hasta los sentimientos románticos que creemos más íntimos e individuales están manejados por el contexto social?
J.N.: Era una manera diferente de aproximarse a la crisis habitacional desde un punto de vista particular, llevando a la práctica eso de que todo lo personal es político. Era hablar de lo mismo de forma distinta, y creo que resulta importante ejemplificar cómo afecta la precariedad laboral y el encarecimiento de la vivienda; la imposibilidad de la emancipación incluso para personas que durante un tiempo se quisieron y que actualmente, después de terminar su relación, incluso motivado por factores económicos, están obligados a convivir juntos porque no tienen otra alternativa. Se trata de un ejemplo práctico, verosímil pese a que no esté basado en un caso concreto, lo mismo que sucede en “Réquiem por un rider”, que no está basada en casos conocidos por nosotros pero que es totalmente creíble para hacerse una idea de esa situación que está pasando.
Un tema en el que incidís en varios momentos es el de la salud mental, por un lado mostrando la mala cobertura de la sanidad pública a ese respecto y también señalando que esos episodios depresivos suelen estar ligados a las injusticias de un sistema global…
J.N.: Para nosotros era un tema clave pero muy delicado, por eso lo hacía más importante todavía. Incluso ya queríamos haberlo tratado desde la época del anterior disco, pero no había encontrado las palabras adecuadas, no pretendía una visión maniquea ni aleccionadora, pero por otro lado tampoco deseaba hacer apología del consumo de pastillas, no deseaba bajo ningún concepto fiscalizar pero necesitaba hablar claro, por eso me parecía lo más adecuado darle una mirada colectiva. España es uno de los países con más consumidores de psicofármacos del mundo, si existieran sólo casos concretos o específicos podría ser entendible un tratamiento de ese estilo, pero cuando está tan generalizado ese malestar, las medidas individuales son claramente insuficientes. Y las razones de ese problema están en las dinámicas propias de un sistema que nos lleva al colapso, que persigue una productividad salvaje, que te obliga a recorrer grandes distancias para ganar un mísero sueldo, que los precios de una casa están por las nubes… Todo está relacionado, y eso acaba por permear, un sistema así destruye los cuerpos pero también las mentes.
De nuevo éste era un gran tema en el discurso de Mark Fisher, entendiendo la salud mental como un malestar político y no individual. En ese sentido a “Benzodiazepinas” la hemos tratado de dar esa dimensión, esquivando lo aleccionador y cualquier ánimo de condenar actitudes. Es una canción que se desarrolló mucho en el estudio de grabación por sus arreglos, en el local de ensayo no sabíamos cómo iba a quedar, pero tras hacerla me recordaba incuso a la “Heroin” de la Velvet, por el tono, el tema, el inicio minimal… Lou Reed significó una clara inspiración a nivel melódico.
En “Agenda 2030” habláis de la inteligencia artificial como una herramienta para manipular al pueblo, un mecanismo que habéis usado en vuestro videoclip, “La gran renuncia”, ¿era una forma de demostrar que esa herramienta también puede tener un uso mucho más positivo?
Totalmente, al igual que el internet que se planteó en los años noventa era una red incluso ácrata, en manos de hackers, que comparada con la actual, que es puramente capitalista, no tiene nada que ver… Las herramientas en según qué manos y usos cambian, si esas estructuras, hoy al servicio del capitalismo, son tomadas por otros puntos de vista no tienen que ser perjudiciales los resultados. En ese sentido no estoy a favor de destruirlo todo, sino de aprovechar aquello que ya está hecho, utilizar los canales existentes para que el mensaje llegue a más gente o para alentar fines mejores. La herramienta per se, pese a lo sofisticada que sea, depende mucho de quién esté detrás y la aplicación que se le quiera dar.
El tema del poder transformador de la música, y más en concreto del rock, suele ser controvertido, pero, ¿para publicar un disco como éste, se necesita creer en que la música puede cambiar la realidad?
J.N.: No pienso que una canción vaya salvar el mundo, pero lo que tengo claro es que funciona dentro de ese reino de lo simbólico, que es donde se desarrolla, y que puede lograr decir cosas y hacerle pensar a quien lo reciba; empoderarle respecto a ideas que intuía y no sabía ponerles palabras o encontrar el reflejo de todo aquello que ya conocía. En ese sentido su función es dar ánimos, ilusionar, y eso es importante, pero no es suficiente. No basta un libro, un disco o una película, pero que exista es bueno para que tenga eco en la realidad y viceversa, generando así juntos un clima convulso, entablar un diálogo recíproco para poder configurar una herramienta que posibilite los cambios reales.
Kepa Arbizu.