Atelier des Lumières, El Principito contado como nunca antes
- Imágenes, sonidos y luces se combinan en el espacio cultural parisino l’Atelier des lumières para contar como nunca antes la obra maestra de Antoine de Saint-Exupéry, El Principito, más que una novela, un poema y filosofía de vida.

“El Principito, la odisea inmersiva” es el nombre del espectáculo que desde este mes y hasta julio atrae a diario en la Ciudad de la Luz a miles de personas de diversas generaciones y países, motivadas por un acercamiento inédito al pequeño e intranquilo personaje, que cobra vida durante unos 50 minutos.
Gracias a más de un centenar de proyectores de última generación, las paredes de 10 metros de altura y el piso dan vida en una superficie de tres mil 300 metros cuadrados a una historia inmortal, recogida en uno de los libros más famosos y vendidos en el planeta.
«Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos», una frase inolvidable de la obra invita desde los muros del Taller de luces (Atelier des lumières) a hurgar en su significado, y a los mayores a descifrar el mensaje para los más chicos, todos sentados en el piso en un universo de 360 grados.
El asteroide B-612, el zorro, la serpiente, el farolero y su consigna, el empresario, el soberano y por supuesto la rosa, son por primera vez reales, presentados de una manera simple, en animados, para decirnos que vivimos en un mundo sencillo, en el que suelen olvidarse el amor, la amistad, la compasión y la razón.
Francés, inglés, español, alemán o chino, el sitio acoge en cada jornada una mezcla de idiomas que a veces no se repite, sin embargo, El Principito y Antoine de Saint-Exupéry la ponen muy fácil a la hora de entender una lengua universal, la de los soñadores.
L’Atelier des lumières repite con éxito el uso de la tecnología para homenajear a personalidades, reales o ficticias, obras y paisajes, como hizo no hace mucho con los pintores Pablo Picasso y Vincent van Gogh.
El 31 de julio se cumplirán 81 años de la muerte de Saint-Exupéry, quien partió a la eternidad en su P-38 Lightning en plena Segunda Guerra Mundial, cuando volaba en una misión de reconocimiento.