Futuro Terror: “Si no eres parte de la solución, lo eres del problema”
Los alicantinos presentan un cuarto trabajo, de escueto pero rotundo nombre, “Sangre” (Humo Internacional, 2020), en el que enfocan su post-punk , cada vez más revestido de un poso melódico, hacia un directo y combativo discurso.
No es cuestión de otorgarles poderes premonitorios a este trío levantino, pero cuando hace años eligieron como forma de denominarse Futuro Terror, quizás no eran conscientes de lo atinada que iba a resultar la elección de dicha nomenclatura. Y es que si con seguridad no hay en ellos nada de futurólogos, con la misma certeza se puede decir que sí se caracterizan, entre otras cosas, por ser fieros y atinados analistas del estado de las cosas en nuestras sociedades, lúcida mirada que les ha conferido la clarividencia suficiente como para demostrar que su nombre no era catastrofista sino realista.
Desde su debut homónimo en el 2014 hasta la actualidad, con su actual referencia, “Sangre”, la banda ha ido tendiendo una serie de líneas que resultan identificativas a la hora de definir su apuesta, parámetros que sin embargo nunca han ejercido el papel de férreas ataduras sino de estrato sobre el que desarrollar un estilo propio. Arropados siempre por una atmósfera transmisora de tensión y cierta tendencia a lo siniestro, su post-punk influido por bandas míticas como Parálisis Permanente o Wipers, lo que a su vez leas alinea conceptualmente con representantes más cercanos como La URSS, Biznaga o Ídolos del Extrarradio, no rehuye en absoluto del espíritu pop. Sin olvidar ni arrinconar sus fieras y conseguidas andanadas (“Komsomol”, “Qué hacer”), ese tono más delicado aparecerá filtrado en piezas como la angustiosamente nostálgica “Frío”, entre una maraña eléctrica (“Consejo obrero”) o presa del decadentismo de “Territorio devastado”. Una inclinación que cada vez parece estar más afianzada en el perfil creativo del grupo, tal y como reconoce José Pazos, cantante, letrista y guitarrista de una formación que se completa con Néstor Sevillano y Óscar Mezquita, al bajo y a la batería respectivamente: “Esto es lo que somos ahora mismo. Siempre hemos escuchado mucha música; mucho punk, por supuesto, pero también mucho pop, sobretodo ausie y kiwipop, lo cual es curioso porque el que nos sale a nosotros no es para nada tan luminoso. También creo que hemos aprendido ciertas fórmulas más melódicas que ahora explotamos más”. Nuevos descubrimientos que tienen su máxima expresión en la atmosférica y rúdamente etérea “La guerra y el Universo”, rupturista en cuanto a estilo respecto a sus acompañantes y destinada a cerrrar el álbum, ubicación que podría levantar sospechas en cuanto a su propósito: “No tiene ningún significado especial, es un homenaje a Mayakovsky, y efectivamente está la última porque tenía dificil encaje en otro lugar del disco al ser la más rara”.
El perfeccionismo alcanzado por el trío en este álbum a la hora de conjugar crudeza, tenebrismo y sutileza significa la confirmación de este visceral híbrido que, apoyado a su vez en una serie de textos que reflejan un muy sombrío y casi apocalipitco escenario, supura por momentos un contagioso sentimiento de melancolía y desolación. Un decorado que hace cuestionarse si el desánimo por alcanzar ese anhelado cambio social se ha apoderado de la formación o, por el contrario, son esas más que cercanas ruinas avistadas el necesario acicate para prender la mecha de la insurrección: “Espero que sea más bien lo segundo, o que por lo menos extraigamos la conclusión de que lo segundo ha de ser una consecuencia de lo primero: cada vez cuesta más todo, ergo necesitamos un empuje extra. Llegados a este punto, o asumimos de una vez la máxima «Socialismo o Mad Max» o nos vamos a un kibutz, o abrazamos la monarquía de Bután, que al menos se ha inventado eso de la Felicidad interior bruta frente al PIB».
Puede que ya el propio nombre seleccionado para agruppar estas nuevas canciones, “Sangre”, término que por cierto aparece con cierta asiduidad, (“Ha sucedido de forma natural. De hecho, fue al darnos cuenta posteriormente de que la palabra aparecía a lo largo del disco cuando decidimos titularlo así”), nos anticipara la determinación de la banda por desembarazarse de esa aura enigmática que siempre han cultivado en sus textos para asumir un rol más directo y, sin que eso sea una novedad en su idiosincrasia, decantarse por un verbo incendiario: “Vivimos un preocupante auge del fascismo y tocaba hacer un disco claramente antifascista, de ahí por ejemplo que todos los personajes que aparecen en él sean héroes de dicho movimiento: Rukeli, Zoya, Armen…». Búsqueda de un mensaje más entendible que por otra parte no alcanza a transformar una escritura siempre ligada a la querencia por huir de planteamientos más obvios o de fácil digestión, una condición que incluso puede llegar a ser vista por su propio autor como un hándicap a superar: “Creo que hacer letras claras no implica necesariamente que suponga un recurso fácil. De hecho siempre me quedo con ganas de que lo sean más, y si no lo son es porque no sé hacerlo. En este sentido creo nos queda mucho por aprender, y jugar a ser crípticos, que es lo que hacemos bastante, sí es, al menos para mi, el recurso fácil, y no al contrario”. Aspiraciones de literalidad que como mínimo deberían estar saciadas gracias a momentos como los que entregan en “Qué hacer”, cargados de versos explícimante atinados, en esta ocasión lanzados contra una progresía de camisita y canesú (“Miles de gatitos, mira qué risa, el sentimentalismo lo maneja el grupo PRISA / No soy posmoderno, lo transversal me pone enfermo”): “Mientras se pierde el discurso de clase veo cómo la izquierda intenta ganar en el terreno de lo sentimental, jugando al despiste. Yo soy de los que piensan que si tienes la razón porque luchas por un ideal de justicia y de equidad, no necesitas recurrir a hacer campañas con gatitos. Ese juego siempre lo ganará la derecha y sus herramientas, como PRISA. Necesitas dejar claro lo que eres, y decirlo de un modo que lo pueda entender todo el mundo. Ahora que lloramos la pérdida de Anguita deberiamos aprender de sus discursos. Tenemos que empezar a dejar claro que no puede existir un ecologismo que no sea anticapitalista, que el feminismo si no es de clase es una trampa o que la xenofobia y la aporofobia están tremendamente relacionadas. Y si no somos capaces de acercar a la clase obrera al feminismo, al ecologismo y a una solidaridad que les haga luchar contra el racismo, estamos haciendo el pardillo y abonando el campo para el fascismo”. Diatribas de las que tampoco saldrán ilesos esos individuos calificados de “amebas” o aquellos “que dicen yo no sé nada”, duramente juzgados en “Matar/Dejar morir”: “Bueno, si eres apolítico en un sistema capitalista eres cómplice de dicho sistema. Si en una mesa hay 10 personas y un nazi, entonces tienes 11 nazis sentados en una mesa».
Cuando nos topamos con la siempre difícil ecuación en la que se conjuga con brillante resultado actitud y aptitud, suceden cosas como el disco que tenemos entre manos, que al margen de su altísimo valor artístico contiene una no menos destacada declaración de intenciones y de principios. Un entramado ético que como en cualqueir otro ámbito, en el musical, donde conviven la penuria de los grupos de clase media-baja con el jolgorio de festivales repletos de ávidos patrocinadores, también se presume difícil de cumplir: “Hay tres razones para tocar en un sitio: la pasta, la difusión y la más importante, el placer. En un mundo capitalista como éste todos nos vendemos continuamente. Nosotros hacemos equilibrismo con esas tres cosas intentando no ser demasiado incoherentes». Por si fuera poco, la madre naturleza, convenientemente zaradeada por la mano, o garra, humana, ha situado al gremio en la actualdiad en un contexto repleto de incertidumbre, donde el terror parece ser el único apellido que adjudicar al futuro: “Es muy difícil saber qué pasará, lo único seguro es que esto pone más de manifiesto todavía la precariedad que ya existía antes en el sector, y no me refiero solo a los músicos, sino a técnicos, gente de producción, etc…”.
“Sangre”, haciendo honor a su naturaleza pasional, recubre un contenido que nos muestra a una banda en un excepcional momento de forma, sabiendo conjugar, en lo musical, la furia punk con pegadizos, aunque siempre sombríos, dibujos melódicos. Una fórmula a la que además se suma la urgencia por hablar alto y claro, dejando -o intentándolo por lo menos- de lado los alardes poéticos que puedan inducir a desviar la mirada de lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Futuro Terror lo tienen claro, y su música también: “Si no eres parte de la solución, eres parte del problema».