Bombardeo de Almería por el «Deutschland»
Varias unidades de la flota Alemana se situaron frente al puerto indefenso de Almería y dispararon doscientos cañonazos contra la población civil.
DÍA 31 DE MAYO DE 1937
El día 28, el delegado italiano en el Comité de «no intervención», Conde Grandi presentó una queja peregrina. Un bombardeo de la aviación republicana en el puerto de Palma de Mallorca había alcanzado al crucero italiano «Barletta», agregado a las patrullas navales de control de la «no intervención» y le causó seis bajas. Lo sorprendente era que no había razón alguna para justificar la presencia de dicha unidad en el puerto de Palma, por lo que el Comité se limitó a deplorar el caso.
Mucho más grave fue lo ocurrido al día siguiente por la tarde, cuando dos aviones republicanos lanzaron doce bombas contra el puerto de Ibiza. Esos proyectiles cayeron en el acorazado alemán «Deutschland», que se encontraba ilegalmente allí, ya que los buques extranjeros encargados de controlar la «no intervención» debían permanecer a una distancia mínima de diez millas de la costa y, por añadidura, el control de Ibiza correspondía a la escuadra francesa y no a la alemana. Según la versión alemana, habían resultado muertos 23 tripulantes y 74 heridos. El Gobierno de Berlín anunció el día 30 que retiraba sus unidades navales de las patrullas de control. Italia a instancias de Alemania, adoptó idéntica actitud. Pero Hitler estaba loco de furor, en la madrugada del 31 tomó represalias: Varias unidades de la flota Alemana se situaron frente al puerto indefenso de Almería y dispararon doscientos cañonazos contra la población civil. Total: 39 muertos, más de un centenar de heridos y decenas de casas en ruinas eran la consecuencia de un acto de provocación, de una agresión premeditada que rasgaba el ya arrugado papel del derecho internacional.
En la zona republicana la emoción fue inmensa. El Gobierno se reunió inmediatamente y Prieto propuso bombardear todos los barcos alemanes, aún a trueque de provocar una guerra mundial. Sin embargo, la reflexión se impuso y todos los partidos integrantes del Gobierno desecharon aquella sugerencia. El Gobierno encaminó sus propuestas por la vía diplomática. Pero los potencias temían irritar a Hitler. Eden criticó el bombardeo de Almería como susceptible de engendrar una guerra mundial, pero quedó intimidado cuando el Gobierno alemán le respondió que eso dependía de la actitud que la Gran Bretaña siguiese con el «gobierno rojo».
En realidad, lo que más preocupaba entonces al jefe de la política exterior británica era que una retirada prolongada de Alemania y de su país del Comité de «no intervención» agravase la tensión internacional. Y cuando el Embajador español, Azcárate, lo visitó el 1 de junio para protestar del bombardeo de Almería, se condujo de manera malhumorada y dio a entender que aceptaba la versión alemana. Fueron tímidas también las críticas francesas. En cuanto a Cordel Hull, que dirigía el Departamento de Estado norteamericano, se limitó a desear que Alemania «no fuera más allá» del bombardeo de Almería con objeto de «preservar la paz».