El elevado impacto ambiental de la mina de Touro sobre el sistema del Ulla y la ría de Arousa desaconseja la reapertura del proyecto por sus múltiples riesgos
Investigaciones científicas confirman las numerosas consecuencias negativas que la actividad extractiva ha tenido sobre esta cuenca fluvial y su desembocadura.
La Asociación de Defensa Ambiental Salvemos Cabana señala que la reapertura del proyecto a cielo abierto «podría conllevar una problemática añadida en caso de accidente a gran escala» y que la restauración de los cauces afectados por la antigua explotación, especialmente en el caso de los acuíferos va a resultar una tarea «extremadamente difícil» para la que no existen «soluciones mágicas» como la instalación de plantas de tratamiento.
Según indica, ya en una investigación desarrollada por Rosa Calvo y otros autores al cierre de la operación minera hace tres décadas, «los científicos hicieron constar que el lamentable estado de las aguas superficiales y subterráneas de la zona (tóxicas e hiperácidas) que permanece hoy en día, presenta niveles peligrosos para la salud humana y los ecosistemas de elementos como el aluminio y metales pesados como zinc, cobre y níquel» que sumados a otros compuestos como los sulfatos «no son tolerables para la vida animal, recreo y abastecimiento, no pudiendo potabilizarse un gran número de ellas» y además mostrando en algunos casos «un gravísimo riesgo de toxicidad», algo que también se manifiesta en «una influencia negativa en los suelos situados en los márgenes fluviales en los que aparecen signos evidentes de contaminación».
Por otra parte, el estudio deja de manifiesto que «la influencia sobre aguas freáticas y contaminación de acuíferos se hace especialmente evidente en los análisis realizados en pozos, fuentes y aguas de traída de núcleos rurales» pues de las 22 muestras recogidas por la investigación por aquel entonces solo dos ellas eran susceptibles «de ser bebidas directamente» y otras 17 «no son potabilizables en alguna época o durante todo el año», lo que demuestra la gravedad de un problema que actualmente sigue suponiendo un riesgo para la población.
El colectivo apunta que esta situación tiene, de manera evidente, «un impacto significativo en la cuenca fluvial del Ulla y por ende en la ría de Arousa como demuestran investigaciones posteriores». En este sentido, un trabajo de Ricardo Prego y otros investigadores sobre la presencia de metales en el estuario del río Ulla constató la presencia de elevados niveles de cromo, cobre, manganeso, níquel y zinc, dando por sentado que el origen de algunos de estos metales pesados «debe de ser el transporte fluvial» pudiendo proponerse a los depósitos existenes en la mina de Touro «como posible origen de ese transporte» al igual que se ha detectado en otros estuarios fluviales.
Los datos científicos desaconsejan la reapertura de la mina
A la vista de los hechos, y ante la grave situación que atraviesa la zona, para Salvemos Cabana «todo desaconseja la reapertura del proyecto a cielo abierto» pues ni «las mejores técnicas disponibles» a nivel minero ni la «filosofía de vertido cero», podrían evitar, en caso de accidente a gran escala, «un desastre ambiental sin precedentes en Galicia afectando a las miles de familias que dependen de la riqueza natural de la ría de Arousa».
La mina de Touro, históricamente peligrosa para el medio ambiente y abandonada sin ningún tipo de restauración
La mina de Touro fue explotada a cielo abierto por Río Tinto S.A. desde 1970 hasta 1986 a través de tres cortas principales: Arinteiro, Vieiro y Bama, de las que se extrajo calcopirita y pirrotina para la obtención de cobre, aunque también se obtuvieron pequeñas cantidades de oro a partir del concentrado o gossan.
Ocupando una extensión de más de 600 hectáreas, el enclave quedó completamente arrasado y se formaron grandes escombreras, quedando la zona de labores expuesta a la acción de los elementos, lo que facilitó su meteorización, así como la oxidación de los sulfuros metálicos presentes en el mineral y su liberación al medio ambiente. De este modo, los elevados contenidos de elementos metálicos como cobre y hierro, níquel, cromo, plomo y zinc presentes en las escombreras vieron favorecida su movilidad por la acción ambiental, provocando la grave contaminación del recurso hídrico y los suelos que actualmente sigue presente.