El Celta de Vigo se ha comprometido a no realizar ni ahora, ni en el futuro, ninguna urbanización en el monte de Tameiga: «Una victoria con mayúsculas»
- Además, en el acuerdo incluyó una agenda con varias obligaciones de la sociedad deportiva para preservar los manantiales de las traídas comunales.

Como en cualquier guerra en la lucha de clases nos alimentamos de victorias. Pequeñas y aisladas como el alimento de un náufrago, pero igualmente imprescindibles para mantenernos en pie. Son tan escasas que ya olvidamos cómo saborearlas. Esbozamos una sonrisa incrédula, mientras, con los ojos nerviosos esperamos que aparezca alguien de la nada, se lleve nuestro preciado cáliz y frustre nuestro momento de euforia.
La historia, que hay detrás de nuestra victoria, comenzó hace ya siete años y acaba de terminar de forma anticipada e insospechada con la capitulación del enemigo. En este caso, el capital se disfrazaba de club de fútbol, el Celta de Vigo, y su cohorte del gobierno de la Xunta con el Partido Popular al frente. Nuestra ufana campeona es la Comunidad de Montes de Tameiga, parroquia de Mos limítrofe con Vigo. Vamos a detenernos un poco aquí, porque la fisonomía de la campeona es más interesante incluso que la victoria en sí.
Las comunidades de montes gallegas son asociaciones asamblearias que gestionan el monte vecinal, una propiedad comunal, indivisible e intransferible. Están integradas por familias residentes en la parroquia. En Galiza son propietarias de un cuarto del territorio forestal. La Comunidad de Montes de la parroquia de Tameiga es el paradigma de quienes consideramos que las comunidades de montes son en sí mismas una figura de protección ambiental y social, es decir, una trinchera anticapitalista. Esta comunidad está integrada por 450 familias, un 60% de la población residente de la parroquia, en las asambleas las vecinas y vecinos comuneros abarrotan el auditorio del centro social. Posee un complejo deportivo y centro social que son referente de la comarca de Vigo. En su auditorio, la Sala Rebullón, se realiza una programación de primer orden al mismo tiempo que se da apoyo a grupos musicales y compañías de teatro de la tierra. Es una comunidad energética con varias plantas fotovoltaicas y en sus instalaciones se acoge desde una escuela infantil de skate hasta los ensayos de una orquesta sinfónica.
Pero vayamos ya, sin más dilación, al principio de la historia. Hace siete años la alcaldesa de Mos quiso perpetrar un pelotazo urbanístico con la expropiación forzosa de un millón de metros cuadrados de monte comunal de Tameiga para construir un macro centro comercial, más medio millón para construir la ciudad deportiva del Celta de Vigo también en terreno forestal, pero este a caballo del monte de Tameiga y su vecino monte de Pereiras. El ayuntamiento expropiaba y el Celta promovía toda la operación urbanística. Para esto, el ayuntamiento inició un expediente de modificación puntual del plan municipal de ordenación urbanística.
Esta modificación urbanística nunca llegó a ser firme porque la Confederación Hidrográfica Miño – Sil y la Demarcación de carreteras del Estado realizaron informes desfavorables que impidieron la aprobación definitiva. Pero esto no cayó del cielo, fueron necesarias decenas de movilizaciones vecinales para ganarse a PSOE y BNG para la causa. Durante esos primeros años había acción todos los meses: manifestaciones multitudinarias en la plaza del ayuntamiento, concentraciones en los actos políticos, charlas, ruedas de prensa, rutas por el monte, plantación de árboles para niños, conciertos… Se utilizó todo el arsenal del manual de una plataforma de resistencia al extractivismo.
No faltó el señalamiento y acoso por parte de la alcaldesa, quién agotó toda la batería de represalias conocidas. No sólo contra la junta rectora de la comunidad de montes, también contra las comunidades vecinales de traída de agua afectadas que se habían sumado a la defensa del monte que alberga los manantiales de los que se abastecen de agua sus hogares. En Mos, más del 80% de las casas se abastecen mediante estas traídas comunales.
Los más implicados en la organización de la defensa del territorio fuimos tildados por la alcaldesa de brazo armado y tuvimos que acudir varias veces al cuartelillo de la guardia civil o al juzgado por denuncias de la policía local, de la que la alcaldesa es su jefe supremo, tan variopintas como vociferar en una concentración o de estafa y engaño por repartir octavillas con una simulación de las afecciones del proyecto.
Mientras tanto la sociedad deportiva había ido construyendo su ciudad deportiva a base de licencias directas con la complicidad del ayuntamiento, pero sin la cobertura legal de un plan de ordenación urbanística. Las instalaciones construidas, varios campos de fútbol y un edificio multiusos, fueron llevadas a los tribunales y la justicia las declaró ilegales unos tres años después de colocar la primera piedra el presidente del Celta junto con Feijoó, en aquel momento presidente de la Xunta,
Nunca llegó a ejecutarse la sentencia y efectuar el derribo y reposición a la legalidad urbanística, porque ayuntamiento y gobierno autonómico acudieron al auxilio del presidente del Celta. El ayuntamiento tramitó de urgencia un Plan especial de infraestructuras deportivas para cubrir de legalidad la ciudad deportiva y la Xunta le otorgó la condición de Proyecto de Interés Autonómico para poder continuar con la construcción de la parte deportiva y de ocio que faltaba. Para ello, renunciaron, eso decían, a la construcción del macro centro comercial y rebautizaron el proyecto como “GS360 Galicia Sport, la factoría del deporte”.
La dimensión del proyecto era mucho menor al desaparecer la zona comercial, pero aún así pretendían expropiar cerca de 300 mil metros cuadrados de monte comunal de Tameiga para construir un hotel, un estadio de fútbol para 20 mil espectadores, un gran aparcamiento y un estadio techado, un “arena”, diseñado tanto para eventos deportivos como representaciones musicales.
A estas alturas del partido el cansancio ya hacía mella en la veciñanza comuneira y, además, la consideración de interés autonómico dificultaba mucho tumbar la expropiación acudiendo a la Justicia. Para compensar en parte, comenzamos a darle más protagonismo a Ecologistas en Acción. Aunque nuestra organización ecologista siempre estuvo acompañando, al principio lo hizo con una baja exposición mediática.
En estos dos últimos años, siempre en coordinación con la Comunidad de Montes y con las traídas de aguas, no hemos desaprovechado ni una sola oportunidad para visibilizar el atentado ambiental. Raro fue el mes que la prensa no recogía alguna de nuestras acciones y siempre con un eco mediático muy por encima de lo normal en estas luchas de resistencia, que muchas veces apenas trasciende de las redes sociales y webs afines.
Sabemos ahora que este daño reputacional que le infringimos a la sociedad deportiva le molestaba sobremanera a la actual presidenta, hija del dueño. Su estrategia de restablecer las relaciones y cordialidad social, que había roto su padre, chocaba con el conflicto social en Tameiga. La última acción que realizamos, justo antes de las navidades, y que parece que precipitó este final con una victoria inesperada, fue marcar con una gran cruz aspada roja gran parte de los cientos de árboles que serían talados para la construcción del GS360.
El Celta sacó la bandera blanca y capituló. En cuestión de semanas fue haciendo ofertas con sus pretensiones a la baja ante los reiterados NO de la junta rectora de la Comunidad. Primero que desechaban la construcción del estadio de fútbol, luego que también renunciaban al multiusos “arena” y sólo terrenos para el aparcamiento, y al final llegó la oferta que si era aceptable para quienes defender el monte es su vida.
El Celta de Vigo se comprometía a no realizar ni ahora ni en el futuro ninguna urbanización en el monte de Tameiga y además en el acuerdo incluyó una adenda con varias obligaciones de la sociedad deportiva para preservar los manantiales de las traídas comunales. A cambio la Comunidad de Montes accedía a vender una tira de 5 mil metros cuadrados de monte para la ampliación del acceso a la ciudad deportiva, así como renunciar a los pleitos emprendidos contra la sociedad deportiva.
El acuerdo se llevó a ratificar a una asamblea extraordinaria de comuneros, teniendo previamente una asamblea informativa para que todos los vecinos y vecinas tuvieran claro qué votábamos. Hubo cierta tensión en la asamblea, porque no faltó quien tildó de traición firmar el acuerdo. Al final, en la votación, el fundamentalismo apenas arañó 20 votos, tantos como abstenciones, y el pragmatismo rozó los 300.
Y así se fraguó el último capítulo de esta victoria, en la que desde lo comunal y asambleario se le torció el brazo a los promotores de un proyecto que lo consideraban un hecho consumado cuando lo anunciaron hace 7 años.
Cuando las estructuras organizativas populares están vivas y son funcionales ni el capitalismo más depredador puede con ellas. Construir estas estructuras y participar en el día a día de su gestión es la base sobre la que alcanzar nuestro horizonte.