El Movimento 5 Stelle proclama la IV República Italiana
Los inscritos del M5S respaldan masivamente la formación de un gobierno de coalición con el Partito Democratico en una votación digital, dando paso a la conformación del nuevo ejecutivo Conte II.
Cuando el escándalo del Tangentopoli, la salida a la luz de una estructura de clientelismo, corrupción, financiación ilegal y malversación de fondos de la hasta entonces hegemónica Democrazia Cristiana y sus principales aliados, acabó con el sistema de partidos que había regido Italia desde la implantación de su Constitución en 1948, los medios de comunicación y la opinión pública se apresuraron a declarar extinguida la I República Italiana. Una suerte de II República, caracterizada por la inestabilidad parlamentaria, la hegemonía berlusconiana, el estancamiento económico y un sempiterno descrédito de los partidos políticos, llegaba.
Desde entonces, el final de esta, así llamada, II República se ha querido ver en innumerables ocasiones desde las páginas de los periódicos y los platós de los programas televisivos de debate político. En los últimos años, prácticamente de forma anual.
La última proclamación de la III República Italiana fue responsabilidad de los principales líderes del Movimento 5 Stelle tras sus abrumadores resultados en las elecciones generales de marzo de 2018. Tras optar por alcanzar un acuerdo de coalición para la formación del ejecutivo con la, hasta entonces, fuerza regionalista del norte de Italia Lega y sus posicionamientos de extrema derecha, Luigi di Maio y otras figuras del M5S se apresuraron a dar por concluida la II República, afirmando que un nuevo periodo político histórico que barrería a los “tradicionales” Forza Italia y Partito Democratico, comenzaba.
A tenor de ese acontecimiento de demostrada trascendencia histórica, la conformación de un nuevo gobierno con los que se suponían sus principales enemigos tendrá que ser denominada por fuerza IV República.
La crisis del ejecutivo abierta por Matteo Salvini a mediados de agosto ha concluido, tras frenéticas semanas de negociaciones, con la conformación de un nuevo gobierno de coalición entre el M5S y el PD que mantendrá a Giuseppe Conte al frente del ejecutivo y un reparto de carteras entre el “centro-izquierda” y el 5 Stelle. La aceptación del acuerdo, puesta en manos de los inscritos del partido a través de una consulta digital por el sistema de participación Rousseau, fue secundada por un holgado 79% de la militancia, elemento asumido por la dirección del movimiento como un auténtico plebiscito.
Poco ha trascendido acerca del contenido político del acuerdo alcanzado a toda velocidad entre las dos formaciones. Apenas 26 propuestas de consenso en un documento de tan solo 5 páginas en las que, a pesar de su escasa concreción, queda claro que el M5S asumirá un drástico giro en sus políticas medioambientales, migratorias y fiscales, alejándose diametralmente de la línea mantenida durante su gobierno compartido de un año y medio con la Lega.
Por su parte, el Partito Democratico ha revestido su posicionamiento con una pátina de laborismo y defensa de los intereses de la clase trabajadora, planteamientos prácticamente olvidados en los últimos años del malogrado heredero del PCI. La supresión de la propuesta de cuota única del impuesto sobre la renta planteado por Salvini y la rebaja del IVA han sido las condiciones que, en teoría, ha establecido sine qua non para alcanzar el acuerdo. También ha puesto sobre la mesa un cambio constitucional para establecer el criterio medio ambiental, el establecimiento de un salario mínimo y la modificación del régimen laboral de autónomos. Todas ellas medidas que no parecieron resultarles prioritarias durante sus últimos gobiernos Renzi y Gentiloni.
Salvini, el instigador de toda la crisis en una astuta maniobra para alcanzar el poder en unas elecciones anticipadas, es el gran perdedor de la sucesión de acontecimientos. El líder de la Lega, visto por innumerables analistas y por sí mismo como el inevitable futuro líder del gobierno italiano, con encuestas y sondeos arrojando una intención de voto para su candidatura que rozaba el imposible 40%, queda, al menos de momento, lejos del Palacio Chigi. A pesar de los sorpresivos avances en las negociaciones, el ex ministro del interior jamás consideró posible la conformación de un nuevo ejecutivo sin elecciones mediante, llegando a insinuar que los propios inscritos del M5S desacreditarían a la dirección del partido posicionándose a su favor y votando por el No al acuerdo. Su reacción, un ataque despiadado contra “el ansia de poltronas” del PD y el M5S no dejaba lugar a dudas de su estado anímico.
A pesar de todo, en su comunicación pública a través de la red social Facebook, manifestaba su convencimiento de regresar en un breve periodo de tiempo al gobierno. A pesar de las optimistas declaraciones del líder democrático Nicola Zingaretti y del líder stellino Luigi di Maio, que aseguran que el nuevo gobierno se mantendrá estable hasta el final de la legislatura en 2023, la permanente inestabilidad política del país hacen difícil saber cómo se desarrollarán los acontecimientos siquiera en el medio plazo.
Por el momento, Giuseppe Conte conformará a lo largo del día su nuevo gobierno, Conte II. El inesperado superviviente de la crisis deberá afrontar discrepancias que, a pesar de no haber salido a escena durante las negociaciones, de forma evidente subsisten entre las dos principales formaciones en el nuevo gobierno: el TAV, la legislación sobre extracción minera, la política educativa y sanitaria, etc. Puede también que realmente sea la persona indicada para afrontar semejantes retos. Al fin y al cabo, de alguna forma puede afirmarse que, en su corta experiencia al frente del ejecutivo, ha logrado ser el primer Presidente del Consejo de la III República y de la IV República. Nada mal.