Paralelamente, en la avenida de Chávez a Bolívar, que parte en dos la capital y llega hasta el Lago Xolotlán, el partido de gobierno convocaba a su militancia para celebrar con una cantata el Día de la Madre. También aquí una multitud de gente cantando y coreando consignas. No todos pudieron llegar. La caravana de buses que venía del norte del país rumbo a Managua fue atacada con armas de fuego por desconocidos. Al momento el saldo es de un muerto y al menos 22 heridos, algunos de gravedad.
Mientras la movilización ‘azul y blanco’ llegaba sin mayores problemas al punto de reconcentración final (la Universidad Centroamericana UCA), y a menos de un kilómetro el presidente Daniel Ortega concluía su intervención llamando repetidamente a la paz, grupos de manifestantes ‘pacíficos’ se acercaban al nuevo estadio nacional de béisbol, entrando en contacto con activistas del Frente Sandinista que regresaban de la actividad oficialista.
Armar el enfrentamiento ha sido algo muy sencillo. Acto seguido, los mismos manifestantes pacíficos (hay imágenes muy claras de cómo cargaban armas y disparaban) atacaban las instalaciones del estadio y al contingente de policías que resguardaban el lugar. En el intercambio de disparos hubo los primeros muertos y heridos de ambos lados, incluyendo a dos jóvenes militantes sandinistas Kevin Antonio Cofin Reyes y Heriberto Maudiel Pérez Díaz.
El enfrentamiento continuó por largos minutos, mientras los grupos de choque de la oposición (el termino no es propiamente correcto, porque hay sectores de la oposición que todavía apuestan por una salida pacífica y negociada al conflicto) se replegaban hacia la UCA, donde miles de personas permanecían en total tranquilidad.
Y mientras se levantaban las primeras barricadas cerca de la Universidad de Ingeniería (UNI), a pocos centenares de metros del estadio, la plataforma mediática #SOSNicaragua y similares lanzaban su ataque en las redes sociales, copando en pocos minutos el éter y rebasando la capacidad de los medios oficialistas de contar lo que verdaderamente estaba ocurriendo.
Se imponen las redes
Una vez más, Nicaragua volvía a ser el ‘país de nunca jamás’, rehén de una realidad ficticia que se mueve al ritmo de las redes sociales, donde la realidad virtual puede más que la realidad real. Donde las víctimas son verdugos y los provocadores armados son manifestantes pacíficos. Donde la masa de gente que de forma autoconvocada, genuina y respetuosa de la paz se moviliza por la democracia es convertida en carne de cañón, en ‘daño colateral’ para lograr el objetivo final: botar al gobierno, cueste lo que cueste.
Cunde el pánico. Miles de personas corren sin rumbo, muchas de ellas se refugian en la UCA. Hay muertos y heridos. En represalia, los mismos ‘manifestantes pacíficos’ atacan nuevamente la oficialista Nueva Radio Ya, queman, saquean y destruyen lo que quedaba de ella. Luego pasan a la Caja Rural Nacional (Caruna), cooperativa que por años ha administrado los fondos ALBA para proyectos sociales que han beneficiado a miles de familias. Atacan las instalaciones y queman todo, incluyendo a vehículos parqueados.
No contentos, atacan el edificio del Ministerio de Economía Familiar. En Masaya destruyen las oficinas de Renta, saquean tiendas y negocios. En Estelí tratan de destruir los locales de la alcaldía y de Renta, pero son rechazados por grupos de ciudadanos. Hay muertos y heridos.
Pero no importa. Como hemos dicho, la realidad virtual es más fuerte. Medios nacionales e internacionales, organizaciones de derechos humanos, rectores de universidades y hasta obispos que integran la Comisión Mediadora del Diálogo Nacional reproducen automáticamente (sin la más mínima prueba) lo que les llega a su celular o computadora por #SOSNicaragua y #NicaraguaSOS: es una masacre del gobierno.
Nadie menciona que hay muertos de ambos lados, que hay policías muertos, que hay muertos en la caravana que fue atacada en La Realidad, Estelí. Nadie se pregunta qué estaban haciendo manifestantes armados cerca del estadio, a menos de dos cuadras de donde iban a pasar los activistas sandinistas. Nadie habla de lo que pasó en Masaya y Estelí.
Todo se lo traga la indiferencia. Los periódicos del mundo hoy repiten al unísono lo mismo: fue una masacre del gobierno.
Veamos El País -cuyo articulista trabaja en Confidencial, el principal portal electrónico de la oposición- como describe la jornada de ayer:
“El presidente Daniel Ortega mostró su rostro más brutal la tarde del miércoles en Nicaragua, tras ordenar el ataque a una gigantesca manifestación encabezada por las madres de las víctimas de la represión de abril en este país. Numerosos testigos informaron que seguidores del Frente Sandinista, grupos parapoliciales y oficiales antidisturbios dispararon contra los manifestantes, que marchaban desarmados por la céntrica Carretera a Masaya de Managua. El ataque ha dejado decenas de heridos y al menos seis muertos en Managua, entre ellos un adolescente de 15 años”.
Ya no importa la verdad. La realidad real se convierte en virtual o es todo lo contrario. Quién sabe.
¿Quién trae provecho del caos?
La pregunta es: ¿a quién benefician el caos y las muertes? Es algo tan obvio que casi asusta ver la falta de análisis en este momento, no sólo en Nicaragua, sino a nivel internacional.
Veamos.
Hay un gobierno que ha mostrado estar dispuesto a sentarse a una mesa de diálogo, a permitir el acceso al país de organismos internacionales de derechos humanos (hasta los más hostiles y parciales como Amnistía Internacional) para que investiguen y elaboren informes, a acatar las 15 recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a discutir el tema de la democratización del país que incluye reformas electorales y adelanto de elecciones (siempre y cuando no rompa el orden constitucional).
Hay sectores de la sociedad que, desde la mesa de negociación, han aceptado este camino y que comparten abiertamente la posición de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de su secretario general Luis Almagro. Todos ellos ven el diálogo nacional como la única salida posible al conflicto.
Pero también hay sectores de la autodenominada sociedad civil, movimientos políticos ultra conservadores sin representatividad popular, sectores conservadores de la jerarquía católica y la empresa privada, estudiantes conmocionados por las muertes y otros que son punta de lanza de movimientos que pretenden capitalizar políticamente la crisis, que apuntan a una sola cosa: la renuncia incondicional de Ortega, de su gobierno y de todas las autoridades públicas legalmente electas. Sectores que miran al diálogo como un obstáculo a su proyecto, a su venganza (de eso también se trata). Sectores que ya están infiltrados por elementos violentos.
Vuelvo a la pregunta. ¿quién saca provecho de esta situación de violencia y caos?
¿Acaso un gobierno que está abriendo espacios de diálogo y negociación? ¿Una oposición dispuesta a negociar y consensuar medidas para ‘democratizar’ el país, siguiendo los planteamientos de la OEA? No creo, no tiene sentido.
¿Quién entonces? La respuesta es tan fácil como es tan absurdo que tanta gente caiga en este engaño de ciencia ficción. Porque si hay algo seguro es que la próxima movilización de la oposición será aún más grande, más gigantesca. Y posiblemente habrá más ‘daños colaterales’.
Seguir este camino, arrinconando y dejando sin salida a un gobierno y a un partido organizado y experto como el Frente Sandinista es peligroso. El temor es que generar una respuesta violenta de la masa sandinista sea lo que estos sectores persiguen, para luego capitalizar la conmoción mundial.
Hay que volver al diálogo, a las reformas, al respeto del orden democrático y constitucional. Solamente aislando a los sectores que quieren capitalizar crisis y caos, Nicaragua podrá intentar salir del atolladero. Hay que dar una oportunidad a la paz.