Redacción •  Internacional •  09/05/2021

Alianza por la Solidaridad denuncia el impacto ambiental y social del cultivo de Caña de Azúcar

  • El estudio, realizado conjuntamente con cinco organizaciones de cuatro países (Colectivo Madreselva de Guatemala, PRO-VIDA y ASPRODE de El Salvador, APADEIM de Nicaragua y ASOM de Colombia) revela que el cultivo de caña de azúcar está muy lejos de generar el desarrollo económico que el sector azucarero asegura promover en las comunidades.
  • Alianza por la Solidaridad denuncia la contaminación ambiental y los problemas de salud que genera el monocultivo en Centroamérica, mientras su consumo crece a nivel global.
Alianza por la Solidaridad denuncia el impacto ambiental y social del cultivo de Caña de Azúcar

La creciente superficie dedicada a monocultivos en regiones del mundo como Centroamérica está generando graves impactos tanto sociales como ambientales en las poblaciones en un momento en el que la crisis generada por el cambio climático dificulta su subsistencia. Un caso emblemático de esta situación es lo que está sucediendo con la expansión del cultivo de la caña de azúcar. Así lo refleja una investigación que ha promovido Alianza por la Solidaridad-ActionAid en cuatro países de América Latina, como son Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Colombia.

Bajo el título de Amargo negocio: la caña de azúcar”, el informe pone de manifiesto cómo la mala práctica de los monocultivos está asociada a un incremento de la inseguridad alimentaria, disminuyendo el área dedicada a cultivos de subsistencia y propiciando el aumento de las migraciones desde las regiones afectadas. Al mismo tiempo genera una mayor escasez de agua en zonas de gran estrés hídrico, la contaminación por el uso masivo de agroquímicos, promueven la deforestación y propician la destrucción de la biodiversidad.

La caña de azúcar es uno de los productos agroalimentarios con un consumo global más creciente, tanto por su uso en comida preparada (se alcanzan ya los 35 kilos per cápita al año en los países desarrollados) como por su utilización como agrocombustible. El estudio, realizado conjuntamente con cinco organizaciones en estos cuatro países (Colectivo Madreselva de Guatemala, PRO-VIDA y ASPRODE de El Salvador, APADEIM de Nicaragua y ASOM de Colombia) revela que, sin embargo, está muy lejos de generar el desarrollo económico que el sector azucarero asegura promover en las comunidades.

Los testimonios y datos recabados reflejan cómo en las zonas de cultivo de caña de azúcar se destruye el entorno ambiental a cambio de salarios que no permiten vivir con dignidad: el equivalente a unos cinco o seis euros al día, según el país, sin contratos, seguridad social o días festivos libres. Al mismo tiempo, la contaminación generada por el masivo uso de agrotóxicos, impide el desarrollo de los cultivos de subsistencia en los alrededores y genera problemas importantes de salud en las comunidades rurales aledañas, llegando a causar la muerte. A destacar, el elevado índice de enfermedades renales que hay en zonas cañeras.

Sólo entre Guatemala, El Salvador y Nicaragua hay actualmente más de 4.300 km2 de explotación azucarera en departamentos altamente vulnerables por falta de agua potable para sus poblaciones. Son zonas donde, además, ha habido una masiva deforestación de grandes extensiones de terreno. Las organizaciones han recogido testimonios de comunidades como Tiquisate (en Guatemala), donde apenas conservan un 0,5% de sus bosques originales.

“En Tiquisate, no hay cobertura forestal. La producción agrícola y ganadera y la tala ha reducido los recursos forestales prácticamente a nada. (…)”, señala una de las personas entrevistadas en el informe.

A esta deforestación, se suma que una hectárea de caña requiere de media 36 metros cúbicos de agua al día, mientras que una familia de cinco miembros precisa apenas 0,6 metros cúbicos. Para obtener ese recurso en época seca (de noviembre a mayo), la investigación revela que las empresas azucareras desvían cauces de ríos y bombean las aguas subterráneas, procesos que deterioran el terreno y suponen el acaparamiento de agua de las comunidades. Luego, cuando llegan las lluvias, denuncian que les abren diques y presas y el agua inunda sus pequeños cultivos, arrastrando la capa fértil de la tierra y favoreciendo su deterioro.

Según señala la organización, las consecuencias negativas del monocultivo de caña, se suma a los impactos cada vez más graves en Centroamérica del cambio climático, con la ampliación del denominado Corredor Seco centroamericano, donde están concentradas buena parte de la industria cañera. En definitiva, cada vez tienen menos suelos de cultivo de calidad, menos agua y cada vez más contaminada con agrotóxicos. En el caso de Colombia, este proceso se ha visto favorecido por los desplazamientos provocados por el conflicto armado.

La investigación pone de manifiesto los impactos que los monocultivos tienen en las mujeres, dado que son ellas las cuidadoras familiares y las responsables de los cultivos de subsistencia.

Alianza por la Solidaridad-ActionAid recuerda que es posible otro modelo de producción y de consumo, que no destruya la tierra ni acapare y contamine el agua potable, poniendo en riesgo la supervivencia de millones de personas que viven de la agricultura en los países en desarrollo y se ven abocadas a emigrar.

En este sentido, Almudena Moreno, responsable del programa de Desarrollo Local Sostenible, señala que “La comunidad internacional debe promover una producción responsable del azúcar y otros monocultivos, imponiendo restricciones al comercio de aquellos cultivos en los que no se garantice un respeto a los derechos humanos y ambientales. El futuro pasa por promover una producción y un consumo responsable de productos que no colaboren en convertir el planeta en un desierto mientras, por otro lado, la alimentación se deteriora quitando medios de vida a las comunidades y haciendo que lo que consumimos sea más insano”.


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