«EE.UU., gracias por la ‘Green Card’, pero me quedo en Alepo»
"Alepo es mi casa y no voy a dejarla". Un médico, una mujer que cuida de niños huérfanos y un joyero comparten la idea de permanecer en esa ciudad siria devastada por la guerra.
Un médico cuyo hospital fue tomado por los rebeldes, una mujer que cuida de niños huérfanos y un joyero que tiene una tienda han explicado a RT por qué han decidido quedarse en Alepo (Siria), a pesar de los enormes riesgos que supone.
Ibrahim Hadaidi es un médico sirio formado en el Reino Unido cuyas habilidades le permitirían abandonar un país devastado por la guerra. Sin embargo, sigue tratando a los pacientes en Alepo porque «estar aquí es mi deber, siento que estoy entre mi familia».
«Siria es mi casa y no voy a dejarla»
«Mis alumnos, mis pacientes, mis parientes, mi pueblo, todos ellos son mi familia. Siria es mi casa y no voy a dejarla, pase lo que pase», asegura Hadaidi, quien tiene «una gran esperanza de que reconstruyan este país», incluso de que logre ser «mucho mejor que antes».
Según este médico, los terroristas «no quieren que la gente se quede en su país» y que se construyan instalaciones sanitarias y centros de salud vitales para sus habitantes.
Ibrahim Hadaidi relata que los médicos también han sido blanco de los extremistas, mientras que su propio centro sanitario fue tomado por los rebeldes, un recuerdo que aún le provoca tristeza: al atacar y tomar el hospital, «los terroristas robaron la mayoría de las máquinas que habían proporcionado los servicios de salud en Alepo».
Actualmente, este médico trabaja como administrador en el Hospital de la Universidad de Alepo, después de que su predecesor muriera a manos de un francotirador rebelde. Se trata de uno de los dos hospitales públicos de la ciudad que funcionan, a pesar de que antes de la guerra había ocho recintos sanitarios.
«Nos atacan porque estamos con nuestra tierra y nuestro Gobierno»
Razan Mahfouz ha decidido permanecer en Alepo por los niños que se quedaron huérfanos durante la guerra y no tienen dónde ir. Tiene dos escuelas, en las que aloja y educa a los niños. Uno de esos inmuebles se encuentra en plena línea de fuego, en el barrio de Hamdaniyeh.
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«Desde 2014, tres misiles han alcanzado nuestra escuela; uno de ellos mató a siete niños e hirió a otros 24», cuenta Mahfouz, quien considera que «la razón de todo lo sucedido es que estamos con nuestra tierra y nuestro Gobierno».
Esta docente está segura de que los terroristas quieren que se cierre la escuela, pero asevera que «seguirá dando educación a nuestros hijos» y explica que nunca pensó en abandonar Siria, a pesar de tener los recursos para hacerlo.
«¿Dónde he ganado mi dinero? Todo lo que tengo es gracias a mi país. ¿Cree que puedo agarrar mi plata y abandonar Siria?», se pregunta. En lugar de marcharse, ha decidido abrir una piscina para niños en una de sus escuelas.
«Gracias, EE.UU., pero prefiero quedarme en Alepo»
Joseph Fannoun, un joyero de renombre, va a trabajar todos los días a pesar de las constantes batallas: su barrio, Azaziyeh, también está en la línea de fuego.
Fannoun denuncia que los residentes de Alepo «se despiertan con el sonido de los bombardeos» y que los terroristas «tratan de generar miedo a salir», pero advierte que «seguiremos viviendo y yendo a trabajar».
Este joyero también tenía una tienda en Detroit (Michigan, Estados Unidos), pero decidió cerrarla cuando comenzó la guerra para poder permanecer en Alepo.
A pesar de que posee un permiso de residencia permanente en EE.UU., conocido como ‘Green Card’ (tarjeta verde, en inglés), Joseph Fannoun manifiesta: «Gracias, pero yo prefiero quedarme en Alepo».