Mujeres africanas unidas contra los microcréditos, la estafa a las más pobres
Ser mujer, pobre y africana. Son los tres requisitos preferidos por los buitres de los microcréditos que, con la excusa de combatir la pobreza y con el beneplácito de organismos como Naciones Unidas (PNUD), USAID o el Banco Europeo de Inversiones (BEI), las estafan, las endeudan y las arruinan.
Sus víctimas han sufrido amenazas e incluso cárcel, como en Mali; han perdido a sus familias, han caído en la prostitución o se han suicidado, como en Marruecos; o se han sobreendeudado para no morir por no poder pagar una cesárea, como en Congo Brazzaville. Pero las mujeres africanas de distintos países se están liberando, juntas, de la esclavitud de las microfinanzas.
Fatimata Boundy es una profesora jubilada de Mali. Asegura que en su país hay decenas de mujeres encarceladas por no poder hacer frente a las deudas provocadas por microcréditos de unos 150.000 francos CFA (unos 228 euros). Son mujeres que se dedican a la actividad informal, al pequeño comercio, al mercado ambulante, etc. En el momento en que no pueden devolver los intereses abusivos, son presionadas, retirados sus bienes e incluso detenidas. Los juicios aún no se han producido. “Hemos pedido solidaridad internacional. Habrá un encuentro de mujeres en Mali en 2017”, asegura Fatimata.
Fatima Zahra, estudiante marroquí de francés, de 30 años, explica que los agentes de las microfinanzas despachan microcréditos a mujeres que no saben leer ni escribir a intereses que pueden alcanzar el 45%. Como garantía, van a sus casas para ver si tienen algo de valor. Cuando ya no pueden pagar, vuelven a sus casas y les obligan a vender sus bienes. “Algunas mujeres se han prostituido. Otras se han suicidado. O han escapado de sus casas por la humillación y pierden a sus familias. Sus problemas con los microcréditos se trasladan a sus hijos, que dejan de estudiar para ayudar a sus madres a pagarlos. Incluso han llegado a ofrecer préstamos a niños en el instituto. Provocan problemas psicológicos y sociales”, explica.
Las instituciones locales de microfinanzas están amparadas por el régimen dictatorial, el Majzén, financiadas por el sector financiero marroquí (Bank-Al-Maghrib) o CDG (Caisse de Dépôt et de Gestion) y extranjero y subvencionadas por organizaciones internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Agencia de USA para el Desarrollo Internacional (USAID), el Banco Europeo de Inversiones (BEI), o la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
“La banca internacional tiene intereses estratégicos en el contexto global político y económico entre Norte y Sur. La pobreza es su mercado”, asegura Fatima Zahra. En su opinión, el movimiento de asociaciones de víctimas de los microcréditos es muy importante para “mujeres que han sido capaces de liberarse de todos los dogmas patriarcales, salir a la calle a luchar contra las políticas neoliberales y dejar de pagar. También para rebelarse contra la austeridad que imponen el Fondo Monetario Internacional(FMI) y el Banco Mundial (BM), auténticos responsables. No hemos ganado todas las batallas, pero seguimos”.
Amélie Kiyindou, representante farmacéutica de Congo Brazzaville, explica cómo su país aceptó el Programa para los Países Pobres Muy Endeudados (PPME) del FMI y el BM y cómo no invirtió en programas de salud, de modo que las mujeres, o se endeudan con microcréditos para poder recibir asistencia sanitaria, o mueren porque no pueden pagar una cesárea.
Émilie Atchaka, campesina de Benín, ha encontrado una salida autogestionaria a las necesidades de financiación de las mujeres de su comunidad. Tras los draconianos programas de ajuste estructurales que impuso el FMI a su país desde 1989, su marido perdió el trabajo. Madre de cuatro hijos, tuvo que ser ella la que llevara dinero a casa. Basándose en un sistema de colecta tradicional en África llamado tontina, creó el Círculo de Autopromoción para un Desarrollo Duradero (CADD), “nuestro propio banco de mujeres”, con intereses bajos “que se destinan a formación”. “Nosotras hemos creado esta alternativa porque el Gobierno no ha asumido su responsabilidad”, sostiene.
Émilie cuenta que la desfachatez de las empresas de microcréditos llega al punto de anunciar a través de la radio los nombres de sus morosas. Para ella, “todo esto nos lleva a mucha reflexión. El FMI y el BM han sobreendeudado mi país. Sus programas de ajuste estructural han hecho que las mujeres contraten los microcréditos, que están financiados por la banca mundial. Es una herramienta que arruina a las mujeres, las conduce al sobreendeudamiento y al empobrecimiento. No tienen nada de social, sólo de aprovechamiento. Ahora la misma austeridad se ha instalado en el Norte. Una austeridad que no hace desarrollar nada. Todos los pueblos tienen que tener mucho cuidado con estas instituciones de microcréditos, que son las migajas de la banca mundial. Hay que hacer un seguimiento estricto a esas instituciones y eliminarlas”.