Cuba. 26 de julio: Rebeldía y Revolución / Granma: tierra fecunda de historia y revolución
El asalto al Cuartel Moncada, en la oriental provincia de Santiago de Cuba, se convirtió en el detonante que avivó la conciencia del pueblo cubano y su lucha por acabar con la tiranía de Fulgencio Batista.
Santiago de Cuba cumplió 500 años. La tierra del sol más ardiente de la isla antillana, donde hospitalidad y epopeya se dan la mano entre calles empinadas y calor caribeño, celebró el 25 de julio cinco siglos de una historia marcada por hechos heroicos y trascendentales.
Como cada año en torno a esta fecha, la oriental provincia cubana disfruta de su fiesta popular más esperada: el carnaval, una tradición proveniente de la época de la colonia que este año será declarada Patrimonio Cultural del país.
El 26 de julio de 1953, esa celebración fue el escenario escogido por un grupo de jóvenes para echar a andar “el motor grande”, la Revolución.
La juventud reacciona contra el golpe de Estado
Casi medio siglo después de la instauración en Cuba de un República neocolonial, el 10 de marzo de 1952, la isla caribeña vivió un hecho que removió los cimientos de una sociedad descontenta: Fulgencio Batista dio un golpe de Estado que acabó con el Gobierno de Carlos Prío Socarrás, semanas antes de las elecciones presidenciales para las que el Partido Ortodoxo se perfilaba como favorito al triunfo.
Esa fecha marcó el inicio de una dictadura caracterizada por la represión, la violencia, la persecución y el empeoramiento de las diferencias sociales existentes en la nación antillana.
Un abogado de solo 25 años, Fidel Castro, demandó al golpista ante el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, un trámite que no tuvo éxito alguno. Tras esa inoperancia de la justicia y la inacción de los diferentes grupos políticos del momento, el joven letrado se propuso revertir la situación del país por medio de la movilización popular y la lucha armada.
De la juventud ortodoxa salieron los primeros miembros del Movimiento, al que posteriormente se incorporaron personas de diversos sectores de la población: obreros, estudiantes, campesinos, profesionales, completamente desvinculados de la política tradicional.
Inspirados por el legado del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, esos jóvenes protagonizaron una marcha de las antorchas con motivo de los 100 años del nacimiento del prócer independentista, el 28 de enero de 1953, a partir de lo cual pasaron a ser conocidos como la Generación del Centenario.
Abel y Haydée Santamaría, Jesús Montané, Melba Hernández, Boris Luis Santa Coloma y Raúl Gómez García fueron de los primeros en unirse a la organización, que llegó a tener más de mil integrantes.
Para aquellos hombres y mujeres decididos a cambiar el destino del país, era necesario echar a andar un motor pequeño que ayudara a arrancar el motor grande de la Revolución. El motor pequeño, entonces, sería una acción armada: el asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba; y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.
El día heroico:
El 26 de julio de 1953 Santiago de Cuba debía haber amanecido con resaca de carnaval. Los días anteriores apuntaban a que esa mañana dominical sería como otra cualquiera, con el aliciente de que los lugareños, así como los visitantes de otros territorios del país, saldrían a las calles a disfrutar de las fiestas populares.
Pero precisamente ese ambiente festivo fue aprovechado por los revolucionarios para pasar inadvertidos en medio de las actividades de las jornadas carnavalescas y los visitantes que arribaban desde fuera de la ciudad.
A las 5:15 de aquella madrugada calurosa Santiago de Cuba comenzó a despertar bajo el ruido de las balas. De manera simultánea se iniciaron las acciones en Bayamo.
Esa jornada era la culminación de un plan elaborado en absoluto secreto. Además de Fidel Castro, solamente lo conocían dos compañeros de la dirección del Movimiento y su responsable en Santiago de Cuba, Renato Guitart. Los demás sabían que se iba a realizar un combate decisivo, pero ignoraban en qué consistía exactamente la acción.
De los miembros de la organización, fueron escogidos más de 150 para participar en los asaltos, tras una selección cuidadosa que tuvo en cuenta aspectos como su capacitación militar.
En Santiago de Cuba, vestidos con uniformes del Ejército, 131 combatientes se organizaron en tres grupos. El primero, con Fidel al frente, atacaría la fortaleza. Los otros dos grupos, comandados por Abel Santamaría —segundo jefe del Movimiento— y Raúl Castro, respectivamente, tratarían de tomar dos importantes edificios contiguos al cuartel: el Hospital Civil, donde se atendería a los heridos, y el Palacio de Justicia, donde radicaba la Audiencia, para desde ahí apoyar el ataque.
“El gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante.”
«Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante”, expresó el Manifiesto del Moncada, redactado por el joven poeta Raúl Gómez García y que se leyó antes de salir a la acción.
Los grupos dirigidos por Abel y Raúl lograron tomar el Hospital Civil y la Audiencia. El grupo principal, dirigido por Fidel, llegó según lo previsto hasta la posta número 3 y la desarmó, pero una patrulla de recorrido que llegó inesperadamente provocó un tiroteo prematuro que dio la alerta a la tropa y permitió que se movilizara rápidamente el campamento, lo cual perjudicó el factor sorpresa, necesario para el éxito del asalto.
Inmersos en un combate desigual, frente a un enemigo con más armas y hombres, los revolucionarios resistieron hasta las 8:00 am pero comprendieron que no era posible continuar el ataque en aquellas condiciones, por lo que Fidel ordenó la retirada. Simultáneamente, los más de 20 jóvenes que asaltaban el cuartel de Bayamo tampoco tuvieron éxito en esa operación.
Después del asalto
Las pérdidas en combate durante las acciones fueron pocas. Sin embargo, el 95 por ciento de las muertes entre los jóvenes asaltantes fue producto de la crueldad de las torturas, y de los asesinatos a sangre fría y a traición en el momento en que eran apresados.
Todo esto fue demostrado por Fidel durante su autodefensa en el juicio de la causa número 37, realizada a raíz del hecho.
Los crímenes realizados por la dictadura después de los sucesos del Moncada despertaron una ola de protestas en todo el país, que obligaron al régimen de Batista a presentar juicio a los sobrevivientes de la acción armada que se encontraban detenidos. Entre ellos estaba Fidel, quien había sido capturado en plena montaña días después del asalto.
“Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamusqueados por los disparos a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre. Las manos criminales que rigen los destinos de Cuba habían escrito para los prisioneros a la entrada de aquel antro de muerte, la inscripción del infierno: Dejad toda esperanza«, manifestó el joven abogado en octubre siguiente durante su alegato de autodefensa.En ese discurso, conocido como la Historia me absolverá, Fidel se refirió a los principales problemas del país y al propósito de, cuando triunfara la Revolución, darles respuesta en beneficio del pueblo.
Preludio del motor grande
Pese a la derrota en términos tácticos que significó el asalto al Moncada, testigos y protagonistas de los hechos, historiadores y el pueblo de la isla coinciden en reconocer la victoria estratégica que supuso, al convertirse en el detonante que avivó la conciencia de los habitantes de la nación antillana y su lucha por acabar con la tiranía.
Tras la excarcelación de los moncadistas gracias a la presión popular, una parte de los revolucionarios se exilió en México, donde prepararon las condiciones para realizar la lucha armada. De ese país partió el yate Granma, que arribó a las costas del oriente cubano el 2 de diciembre de 1956, en el inicio de una lucha rebelde que llevó al triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959.
Ese mismo año, el Consejo de Ministros de la mayor de las Antillas decidió declarar el 26 de Julio como Día de la Rebeldía Nacional, una efeméride que se celebra cada año con actos masivos en todo el país, en recuerdo de los protagonistas de aquellos sucesos y como reafirmación de los principios del pueblo cubano.