India, cuando la tierra trema
Los medianos y pequeños productores agrícolas protestan, desde hace varios meses, contra las reformas a la legislación agrícola impulsadas por el gobierno neofascista de Narendra Modi.
Desde el pasado ocho de junio se inició en la India, una lucha, que por varios meses se mantuvo sorda, entre los medianos y pequeños productores agrícolas o kisans y el gobierno neofascista de Narendra Modi, tras conocerse la intención del Primer Ministro, de impulsar una serie de reformas a la legislación agrícola. Esta está vigente desde la Revolución Verde de la década de 1960, en la que se incrementó la producción gracias al uso intensivo de fertilizantes y pesticidas, y salvó al país del abismo de la hambruna, a las que se le agregó una serie de normas en la comercialización de esas cosechas, por lo que la actividad se incrementó de manera exponencial hasta los años noventa. Aunque hoy solo representa alrededor del 15 por ciento de la economía del país, en su tiempo alcanzó a significar un tercio del Producto Bruto Interno.
La propuesta de Modi, con la excusa de la “modernización” y que las antiguas metodologías no son sustentables, y con la utopía de atraer mayor inversión privada, aspira a quitar al Estado su condición de árbitro entre los productores y los grandes consorcios de la alimentación y la exportación, lo que provocaría de manera inmediata la cartelización de esos holdings, que impondrían sus condiciones, por lo que los trabajadores del sector agrícola y actividades vinculadas, casi el setenta por ciento de los 1400 millones de indios, han decidido resistir al nuevo avance de Modi, los que algunos han dado a llamar hond di ladai, (una batalla por su existencia).
Los agricultores, en crisis debido a las erradas políticas económicas del Bharatiya Janata Party o BJP (Partido Popular Indio), que llevó al poder a Modi en 2014, y a la desertificación que está sufriendo el Estado de Punjab, la región agrícola más productiva del país, por el uso intensivo de sus acuíferos, han ido incrementado sus protestas desde el pasado septiembre, cuándo las leyes en discusión finalmente fueron aprobadas por el Parlamento.
La disputa tomó carácter nacional, bajo el lema Pind Jagao, Pind Hilao (despertar aldeas, sacudir aldeas), miles de productores desde todos los rincones de la India han marchado hacia Nueva Delhi, y levantaron sus morchas, (campamentos) donde se han instalado comedores y lavaderos y se mantiene una actividad contante organizando pequeñas jatha, (marchas) en las que se levantan consignas y “cantos de guerra” contra el gobierno y las nuevas leyes, en espera de las cruciales conversaciones entre el gobierno y las diferentes entidades que reúnen a los kisans.
El gobierno lo único que ha concedido a los requerimientos de los campesinos ha sido demorar un año y medio la implementación de las nuevas normas, lo que fue rechazado por los campesinos, que en noviembre habían decidido finalmente entrar con sus tractores, zorras y camiones (más de 15 mil vehículos) a Nueva Delhi, lo que entonces fue impedido por el accionar policial, aunque los morchas, se han mantenido de pie y las mismas consignas, a pesar de las bajísimas temperaturas, que en este año han sido particularmente bajas alcanzado por la noche tres y dos grados.
Según un registro elaborado por Anuroop Kaur Sandhu, un docente de la Universidad de Delhi, han muerto hasta el 25 de enero, 157 personas vinculadas a las protestas, en las que se incluyen muertes por accidentes, suicidios y enfermedades contraídas a raíz de su permanencia en la protesta.
Los kisans, que se mantienen firmes en sus campamentos a las afueras de la capital, encontraron en el 26 de enero, “Día de la República”, por el aniversario de la adopción de la constitución en ese día de 1950, la fecha más oportuna para expresarse. Ya que la atención de la India iba a estar puesta en el famoso Fuerte Rojo, un templo laico de la India independiente, construido en el siglo XVII para servir como palacio de los emperadores mogoles, allí se realiza la ceremonia central del día con el izamiento de la bandera nacional por parte del Primen Ministro, acto que es transmitida en vivo por cientos de canales de noticias a todo el país.
Los campesinos esperaron pacientes el final del desfile militar del boulevard Rajpath, que, a pesar de lo menguado por la pandemia, (India es el tercer país del mundo después de Estados Unidos y Brasil, con más de 155 mil muertos e infectados que ya han sobrepasado los 10 millones) Modi, pudo disfrutar de la parada militar, mostrando al mundo, particularmente a Pakistán y China, su poder militar, incrementado por las recientes compras a su nuevo y gran amigo el Primer Ministro sionista Benjamín Netanyahu.
La presencia del Primer Ministro parece haber enervado a los campesinos que de manera inmediata abandonaron sus morchas y avanzaron sobre Delhi, buscando llegar al Fuerte Rojo, donde el jefe del estado terminaba la ceremonia. A pesar de los esfuerzos de la policía, que utilizó gases lacrimógenos, cañones de agua, y la carga de la infantería con los clásicos y contundentes lathis, un bastón heredado de los británicos y barricadas. Los kisans, tras chocar con la policía y superar las vallas, alcanzaron el emblemático monumento, poco después de que Modi se había retirado. Alcanzaron a colgar de sus almenas, banderas de sus gremios y pancartas. En los enfrentamientos murió un manifestante, al tiempo que otros 400 resultaron heridos. En previsión de lo que iba a suceder, las autoridades habían cerraron estaciones del metro y en varias áreas del capital, se interrumpió el servicio de Internet, con el fin de incomunicar a los manifestantes. Además de haber aplicado “en parte” la Sección 144 del Código Penal, que prohíbe las reuniones públicas.
Tras esta última acción, el All India Kisan Sangarsh Coordination Committee (Comité de coordinación de la lucha de todos los agricultores de la India) había decidido acudir el primero de febrero al Parlamento, donde se discutirá el presupuesto nacional, pero dado la violencia del día 26, se suspendió esa acción y se decidió hacer un día de ayuno, aunque los campamentos seguirán instalados a las puertas de Nueva Delhi.
El suicidio, la otra pandemia
El desequilibrio entre la producción y la venta final, queda expuesta con un solo dato: por cada taza de café vendida a 250 rupias en las cafeterías, los agricultores reciben solo una. Estas asimetrías han provocado la quiebra de miles de pequeños emprendimientos, lo que ha llevado a miles de los kisans al suicidio, la mayoría endeudados por prestamistas locales, que operan junto a las mafias, para quedarse con las tierras de sus víctimas. Por lo que el suicidio, que hasta 2014 fue considerado un delito penal, se ha convertido en una epidemia.
Según los registros oficiales se produjeron entre 2018 y 2019 con 20.638 suicidios. Muchos de ellos dalits o parias hindúes (intocables) y mazhabi de crecía sij, en su mayoría dalits, que se convirtieron al sijismo (2 %), la cuarta minoría religiosa de la India, detrás del hinduismo (85%) el islam (14%) y el cristianismo (2.5%), para abandonar su oprobiosa condición de paria.
Según datos del Accidental Deaths and Suicides in India (ADSI), 28 personas que dependen de la agricultura se suicidan por día, lo que representaron el 7,4 por ciento del total nacional. Durante 2019, según los últimos datos consignados, unas 10.281 personas del sector agrícola se suicidaron, de un total nacional cercano a 140 mil. La cifra de suicidios de kisans en 2019 fue más baja que la de 2018, que había alcanzado a 10.348. Según la misma fuente, en los últimos 20 años, aproximadamente unos 300 mil granjeros se han suicidado.
En una protesta realizada en 2018 en las cercanías del parlamento, los agricultores de Tamil Nadu, uno de los estados más pobres de India, levantaron una pirámide con las calaveras y los huesos de los granjeros que se habían suicidado, tras la mayor sequía de los últimos 140 años.
El aumento del número global de suicidios de 2019, que es el más alto de los últimos cinco años, está relacionado sin duda con las políticas del gobierno de Modi contra las minorías religiosas, particularmente la musulmana. Las leyes impulsadas por el partido Bharatiya Janata Party, como la Enmienda de Ciudadanía (CAA), ponen a muchos ciudadanos indios, fundamentalmente musulmanes, al borde de la expulsión del país, más allá de haber nacido en él.
Frente a las alarmantes tasas de suicidios de los agricultores, el ministro de agricultura Basavanagowda Patil, en una conferencia de prensa del pasado 19 de enero, mientras presentaban una serie de medidas con las que se pretenden duplicar los ingresos para el sector recién en 2023, señaló que la ola de suicidios de los agricultores no se debe a las políticas del gobierno de Modi sino “a la debilidad mental de los campesinos”. Una respuesta afónica, cuando la tierra trema.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/210754