La liberación de Berlín por el Ejército Rojo
El 25 de abril de 1945, las unidades de vanguardia de las 58 y 97 divisiones del 5º ejército soviético (general A. Zhádov) alcanzaron el Elba en la zona de Torgau. Allí, las unidades de la 58 división (general V. Rusakov) enlazaron con patrullas de la 69 división de infantería del Primer ejército norteamericano. Fue un momento histórico. Todo el frente de las fuerzas fascistas alemanas había sido roto. Los ejércitos dislocados en el Norte y el Sur de Alemania quedaron aislados. En conmemoración de esta gran victoria, Moscú disparó salvas en honor de las tropas del Primer frente de Ucrania.
La situación del enemigo empeoró muchísimo. No obstante, continuaba su desesperada resistencia. En Berlín no cesaba la formación de batallones Volkssturm (formados por adolescentes y mayores de 65 años). El 22 de abril, los fascistas sacaron de las cárceles a los delincuentes y les incorporaron también a la defensa. La guarnición berlinesa fue reforzada, integrándose en ella hasta 80.000 soldados de las unidades que se habían retirado a la ciudad y 32.000 policías. En total, los efectivos de la guarnición alemana pasaban de 300.000 hombres. El 12 ejército, formado de nuevo y destinado para operar en la línea del Elba contra las tropas norteamericanas, lo enfiló el Mando hitleriano hacia el Este, para oponerlo al Primer frente de Ucrania. Sin embargo, la situación de la guarnición de Berlín se hacía catastrófica. Al perder los arrabales de la ciudad, el enemigo quedó privado de la mayoría de los depósitos, sobre todo los de víveres. Se implantó un riguroso racionamiento a la población. El 21 de abril, dejaron de funcionar todas las empresas, pues se habían consumido las reservas de carbón y cesó el suministro de electricidad y gas. En la ciudad cundió el pánico. Abandonaron la capital muchos dirigentes del partido fascista, incluso los ayudantes más cercanos a Hitler: Goering y Himmler. Ya difícilmente cualquiera de ellos creía en el feliz desenlace de la lucha. Los habitantes de Berlín comprendían que les habían engañado cruelmente los fascistas. Por tanto, como resultado de la acción de los tres frentes se crearon todas las condiciones para acabar en corto plazo con el enemigo cercado en Berlín y al sudeste de la capital. Esta misión la cumplieron las tropas soviéticas en una semana: del 26 de abril al 2 de mayo.
En el sistema de defensa del sector central de la ciudad se destacaban los edificios macizos del Reichstag y del Ministerio del Interior, convertidos en potentes nudos de resistencia. El enemigo había construido también sólidas fortificaciones en el parque Tiergarten. Los combates por el Reichstag, que se iniciaron el 30 de abril por la mañana temprano, fueron muy reñidos. Solo en la segunda mitad del día, los soldados soviéticos de los batallones de V. Davídov y S. Neustróeu, con A. Berest, K. Gúsev e I. Siyánov a la cabeza, irrumpieron en el edificio. Entablóse una lucha a muerte por cada planta y cada habitación. Unos cuantos comunistas voluntarios -G. Zaguítov, A. Lisimenko, V. Mákov y Mijael Minin-, abriéndose camino con fuego de subfusiles y granadas, subieron hasta el tejado del edificio. Mijael Minin, suboficial de la 150 división del Primer frente de Bielorrusia, fue el primer soldado en izar la bandera roja. En la noche del 30 de abril al 1 de mayo fue izada en el frontón del Reichstag la bandera que el Consejo Militar del Tercer ejército de choque entregó al 756 regimiento. Esta tarea la cumplieron los exploradores del regimiento M. Egórov y M. Kantaria (es la bandera que se conserva en el museo de la Gran Guerra Patria de Moscú), sin embargo, el combate duró aún todo un día. Hasta la mañana del 2 de mayo no capituló el resto de la guarnición del Reichstag.
Cuando todavía se luchaba en la ciudad, el Mando soviético tomó medidas para organizar la vida en la capital. Se nombró comandante militar de Berlín al General N. Berzarin, jefe del 5º ejército de choque. El 28 de abril dió la orden de formar la Comandancia de la capital y constituir comandancias en los distritos berlineses liberados.
La situación del enemigo era ya desesperada. Seguidamente a la huída de Goering e Himmler de Berlín, empezaron a abandonar la capital otros dirigentes del Reich fascista. El 30 de abril se suicidó Hitler, dejando un testamento en el que transmitía el poder al almirante K. Donitz. Siguiendo el ejemplo de Hitler, se suicidó, en unión de toda su familia, Goebbels. Tal fue el fin ignominioso de los dirigentes de la camarilla fascista. A las 00.40 del 2 de mayo, los alemanes pidieron por radio el alto del fuego y anunciaron el envío de parlamentarios. El parlamentario que se presentó ante las fuerzas soviéticas, y, tras él, el general Weidling, jefe de la defensa de Berlín, declararon en nombre del Mando fascista que aceptaban la capitulación incondicional. A las 15.00 del 2 de mayo cesó totalmente la resistencia de la guarnición de Berlín. Largas filas de prisioneros, encabezadas por los oficiales y generales arrogantes en otro tiempo, iban tristemente por las calles de la capital vencida. Ni uno de ellos se atrevía a mirar a la cara a sus compatriotas. La cruzada al Este no había tenido como broche la parada militar en Moscú, cacareada por los nazis, sino su completa derrota y capitulación.
Durante la operación, el Ejército Rojo derrotó a 70 divisiones alemanas de infantería, 12 de tanques y 11 motorizadas, así como a numerosas unidades independientes. Se hizo prisioneros a unos 480.000 soldados y oficiales hitlerianos y se tomaron más de 1.500 tanques y piezas de asalto, 4.500 aviones y 8.600 camiones y morteros. Por su parte, los frentes 1º y 2º de Bielorrusia y 1º de Ucrania perdieron, entre muertos y heridos, unos 300.000 hombres, 2.156 tanques y cañones autopropulsados, 1.220 cañones y morteros y 527 aviones. Moscú saludó con salvas de artillería a los vencedores. A las grandes unidades que habían participado en la operación se les dió el nombre de «Berlinesas».
Fuente: Instituto de marxismo-leninismo. Moscú.