Redacción •  Memoria Histórica •  06/04/2023

29 años del asesinato de Juvénal Habyarimana, el atentado que dio inicio al Genocidio de Ruanda

  • El 6 de abril de 1994, las milicias ruandesas del Frente Patriótico Ruandés derribaron el avión que transportaba al presidente ruandés Juvénal Habyarimana, y a su homólogo burundés, Cyprien Ntaryamira, dando pie al inicio del Genocidio Ruandés.
  • Tras el asesinato de Habyarimana, sectores ultraderechistas hutus aprovecharon el caos en el que se encontraba sumido el país para asesinar a la primera ministra Agathe Uwilingiyimana e iniciar el Genocidio Ruandés.
29 años del asesinato de Juvénal Habyarimana, el atentado que dio inicio al Genocidio de Ruanda

El 6 de abril de 1994, el presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana se disponía a trasladarse desde Dar es Salaam, junto al presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, hasta el la capital de Ruanda tras una visita diplomática a Tanzania. El avión presidencial Dassault Falcon 50 jamás llegaría a aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Kigali. Justo cuando se disponía a tomar tierra, dos cohetes tierra-aire impactaron en el ala y en la cola del avión, derribándolo y causando la muerte de todos sus pasajeros.

El acontecimiento precipitó uno de los peores episodios del siglo XX. En un país ya inmerso en la tensión por el sempiterno conflicto entre hutus y tutsis, el asesinato de Habyarimana precipitó el caos, derivando en una revuelta incontrolada en la que las milicias hutus más radicales asesinarían a la primera ministra Agathe Uwilingiyimana y asesinarían a centenares de miles de personas en los siguientes dos meses.

El conflicto hutu-tutsi

Representado como un «conflicto étnico» por los medios de comunicación occidentales, el conflicto entre hutus y tutsis en realidad no tiene nada que ver con ninguna cuestión étnica. De hecho, las dos castas son en realidad exactamente el mismo pueblo, de origen bantú, que ha dominado una amplia zona de Los Grandes Lagos desde hace siglos.

Los cierto es que los conceptos de hutu y tutsi respondían originalmente a castas socio-económicas de la región, cuyas diferencias fueron exacerbadas por el dominio colonial, de alemanes hasta 1919 y, posteriormente, de Bélgiva. Las concepciones profundamente racistas que dominaban las metropoli en aquella época, construyeron un relato mítico según el cual los hutus eran inferiores, provenientes de pueblos bantúes, mientras los tutsis eran descendientes de pueblos nilóticos y una raza superior.

Todo este absurdo constructo, inspirado en formas de pensamiento tan en boga en la época en Europa y que conducirían a algunos problemas que no vienen al caso, bien sirvió al Imperio Alemán y al Reino de Bélgica para establecer un sistema de segregación que permitía a los tutsis acudir a escuelas y contar con toda una serie de derechos, mientras los hutus eran considerados poco menos que esclavos.

A pesar de que la argumentación de la administración colonial se asentaba en todo un complejo relato pseudocientífico y de mitología pseudo histórica, en la práctica, la diferenciación fue muchísimo más pragmática y directa. Todo aquel que tuviese un nivel de renta determinado, marcado por la posesión de más de 10 cabezas de ganado, era tutsi. Todos los demás, hutus.

Un sistema tan marcadamente identitario y tan explícitamente excluyente de la mayor parte de la población, tan solo podía generar consecuencia completamente catastróficas. La independencia de Ruanda se fraguó, de hecho, entre terribles choques entre hutus y tutsis tras el asesinato del líder social hutu Dominique Mbonyumutwa por paramilitares tutsis en noviembre de 1959.

Tras la independencia del país, las tensiones se mantuvieron durante más de dos décadas, con un dominio de la política en manos de grupos mayoritariamente hutus, pero con una terrible inestabilidad generada por el conflicto y los resentimientos entre los dos grupos de población.

Habyarimana y el Movimiento Democrático

A principios de los años ’70, tras apenas una década desde el proceso de independencia de la mayoría de los estados del continente, las primeras experiencias democráticas y parlamentarias habían dado paso a una serie de dictaduras militares, promovidas por los estamentos militares de los nuevos estados y apoyadas por las antiguas metrópolis y los Estados Unidos que temían una oleada de revoluciones socialistas en el continente.

En este contexto, Habyarimana, oficial de las Fuerzas Armadas de Ruanda y Ministro de Defensa, promovió un golpe de estado en 1973 que acabó con 11 años de dominio del Parti du Mouvement de l’Emancipation Hutu, (Parmehutu). Habyarimana buscó trascender el sistema de dominio militar, dotando a su régimen de instituciones civiles, mediante la creación en 1975 del Mouvement Révolutionaire National pour le Développement (MRND), con el pretendido objetivo de trascender las diferencias entre hutus y tutsis y desarrollar el país en cooperación.

Los objetivos estuvieron muy lejos de cumplirse. La presión de los movimientos radicales hutu condujeron a Habyarimana a readoptar medidas de segregación y cuotas. Y los ataques de la guerrilla tutsi de las Fuerzas Patrióticas de Ruanda, lideradas por Paul Kagame, condujeron a la inestabilidad y, finalmente, la guerra civil en 1990. El conflicto entre las fuerzas armadas de Ruanda controladas mayoritariamente por hutus, y las guerrillas tutsis, aumentó aún más las tensiones y resentimientos en el interior del país.

A pesar de todo, Habyarimana buscó mantener su dominio en la política del país con una tímida democratización y la negociación de la paz, supuestamente alcanzada a través de los Acuerdos de Arusha.

Sin embargo, ni Paul Kagame y su Fuerzas Patrióticas, ni la extremista pro-hutu Coalition pour la Défense de la République y sus milicias Impuzamugambi, estaban realmente dispuestos a asumirlo.

El asesinato de Habyarimana, acompañado de una ofensiva general de las Fuerzas Patrióticas de Ruanda, desataron el caos en todo el país. En esas circunstancias, las fuerzas extremistas Impuzamugambi aprovecharon las circunstancias para promover una revuelta general en el país, asesinando a la primera ministra hutu Agathe Uwilingiyimana y dando inicio a la matanza masiva de hutus moderados y tutsis.

A lo largo de los dos meses siguientes, se calcula que entre 500.000 y 1.000.000 de personas fueron asesinadas. Las estructuras del gobierno, asaltadas, colapsaron inmediatamente sumiendo el país en el caos. La población tutsi fue esquilmada, con el asesinato o expulsión del 70% de los miembros de su grupo de población.


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