La acción insurreccional de 1933 (Primera parte)
La CNT, cada vez más dominada por la estructura revolucionaria de la FAI, parecía haber elegido, definitivamente, el camino de la violencia desesperada que consistía en una «acción insurreccional», para impedir la consolidación de la «República burguesa» en España.
La insurrección se inicia el 1 de enero, cuando, desde las 7 de la tarde, hacen explosión en La Felguera (sede de la CNT de Asturias) varias bombas de gran potencia que afectan principalmente al Ayuntamiento y a diversos cuarteles de la Guardia Civil y Guardias de Asalto, acompañadas de diversas algaradas, algunas muy violentas, en diferentes localidades del país.
El día 8, las bombas colocadas en la puerta de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, dieron la señal de ataque a los grupos anarquistas catalanes. La intentona fracasó, prácticamente, desde el primer momento: Los principales dirigentes fueron detenidos tras algunos tiroteos en las calles de la ciudad. Hubo, también, refriegas importantes en Lérida donde murieron varios libertarios al intentar el asalto de un cuartel. En Madrid, hubo pequeños tiroteos en las inmediaciones de varios cuarteles (Carabanchel, de La Montaña y María Cristina). En varios pueblos de Levante (Bétera, Bugarra, Pedralba, Ribarroja, etc.) y de Ciudad Real (Pedro Muñoz), los revolucionarios se apoderaron de los respectivos ayuntamientos, proclamaron el «comunismo libertario» y quemaron en auténticas piras, los títulos de propiedad y varias viviendas y negocios de la burguesía local, para ser, finalmente, aplastados, con numerosas bajas, por los guardias civiles y los de Asalto. Asimismo, se declararon huelgas parciales en Zaragoza, Sevilla, Murcia… Las situaciones más dramáticas ocurrieron en diversos pueblos de Andalucía. Efectivamente, hasta el día 10, hubo verdaderos levantamientos en Jeréz de la Frontera, Utrera, Alcalá de Guadaira, La Rinconada, Medina-Sidonia, etc. Los sucesos más graves, y con amplias repercusiones negativas para el Gobierno republicano, sucedieron en Casas Viejas, pequeño pueblo de apenas 1.500 habitantes muy cercano a Medina-Sidonia, también en la provincia de Cádiz, cuando ya la insurrección había fracasado en el país.
El día 11, los cenetistas del pueblo, después de ocupar el Ayuntamiento, izar la bandera rojinegra y declarar el «comunismo libertario», cercaron la casa-cuartel de la Guardia Civil, donde se encontraban tres guardias y un sargento. Se produjo un fuerte intercambio de disparos siendo alcanzados mortalmente el sargento y uno de los guardias. A las 5 de la tarde llegaron más fuerzas de este Cuerpo acompañadas de guardias de Asalto, que lograron, después de un prolongado tiroteo, romper el cerco y hacer huir a los aldeanos. Sin embargo, un grupo de tres hombres, dos mujeres y un adolescente se encerraron en una choza dispuestos a hacer frente a la fuerza pública. El grupo lo dirigía Curro Cruz, militante libertario apodado «Seisdedos». Los intentos para reducirlos fracasaron, con el saldo de un guardia de Asalto muerto y la unión a los rebeldes de un preso enviado para parlamentar. Ante estos acontecimientos el Director General de Seguridad, Arturo Menéndez, dió la orden de enviar una compañía de guardias de Asalto al mando del Capitán Rojas Feigestán. La orden de Menéndez, según el capitán, fue tajante: ¡Ni heridos ni prisioneros!. En la madrugada del día 12, llegó la expedición de Rojas, que ante la resistencia de los encerrados, recurrió rápidamente al fuego a discreción. Como no diera resultado, se procedió al incendio de la choza con gasolina. Fue, entonces, cuando una mujer y el chico la abandonaron a la carrera siendo acribillados por los guardias, mientras todos los demás perecieron abrasados en el interior de la humilde casa.
Más tarde, las fuerzas registraron el pueblo y el Capitán Rojas ordenó asesinar, a sangre fría, a 14 personas detenidas y esposadas ante el cadáver del guardia en las cercanías de la choza.
Poco después, abandonaron el lugar. La masacre había concluido . Diecinueve hombres, dos mujeres y un niño perdieron la vida. Tres guardias corrieron la misma suerte.
En la declaración del Capitán Rojas, días después, a la Comisión Parlamentaria de Investigación de los Hechos dijo: «Como la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso y las órdenes que tenía eran muy severas. Advertí que uno de los prisioneros viendo al guardia muerto que estaba en la puerta me miró de una forma… que, en total no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos y cayeron los que estaban allí mirando al guardia que estaba acribillado y quemado. Y luego hicimos lo mismo con los otros que no habían ido a ver al guardia muerto que me parece que eran otros dos. Así cumplía lo que me habían mandado y defendía a España de la anarquía que se estaba levantando en todos los lados de la República».
Posteriormente, ante la gravedad de los hechos, el Director General de Seguridad, Arturo Menéndez, no tuvo más remedio que dimitir. El Diputado del PSOE, Luis Jiménez de Asúa, no vaciló en declarar en el Congreso «que aunque creía que el Gobierno no era responsable, lo incomprensible era que ese mismo Gobierno se hubiese pasado días y días sin saber la verdad de los hechos».
Fuentes: Julián Casanova (De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España, 1931-1936)
Manuel Tuñón de Lara (La España del Siglo XX)