Redacción •  Memoria Histórica •  12/08/2023

Brundage, el apartheid y el Comité Olímpico Internacional

  • El 12 de agosto de 1964, el Comité Olímpico Internacional adoptaba la exclusión de la Sudáfrica del apartheid de los Juegos Olímpicos de Tokio que se celebrarían en octubre de ese año.
  • El controvertido papel del presidente del Comité, el estadounidense Avery Brundage, mostraría la ambigüedad de Occidente ante el régimen racista.
Brundage, el apartheid y el Comité Olímpico Internacional

El 12 de agosto de 1964, la exclusión de la Sudáfrica del apartheid de los Juegos Olímpicos se hizo efectiva. Una exclusión antecedida por la advertencia del Comité Olímpico Internacional al régimen de los Boers de la imperativa necesidad de incorporar equipos multirraciales en consonancia con los valores de la organización olímpica. La reiterada negativa de Sudáfrica a adoptar el requerimiento provocó su ausencia en los juegos que ese año tendrían lugar en Tokio, entre el 10 y el 24 de octubre.

Sin embargo, la decisión no resultó unánime, ni sencilla de aplicar. La negativa del presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, descaradamente favorable a las tesis racistas del gobierno sudafricano, dificultaron la adopción de una medida encaminada a redoblar la presión internacional sobre el régimen racista.

Desde mediados de los años ’50, poco después del establecimiento del apartheid y de la recuperación de los eventos olímpicos tras la interrupción causada por la II Guerra Mundial, las voces contra la exclusión de deportistas no blancos en el deporte sudafricano habían proliferado. A principios de los ’60, en un momento histórico marcado por la independencia de los países africanos, con su consecuente incorporación al Comité como miembros de pleno derecho, basculó la situación.

En las Olimpiadas de Roma de 1960, las reservas del bloque del este y de los primeros países africanos participantes, Nigeria, Ghana, Uganda, Kenia o Etiopía, no lograron establecer la exclusión de Sudáfrica, a pesar de que su principio de excluir a los deportistas negros, indios y mulatos atentaba frontalmente contra los principios de la Carta Olímpica. Brundage, en una muestra de hipocresía fácilmente reconocible, asumía las excusas de Sudáfrica, que afirmaba que el deporte era libre en el país y que la ausencia de deportistas no blancos respondía únicamente a que no eran lo suficientemente buenos como para clasificarse.

La participación del país no fue gratuita. Identificado por los movimientos opositores, con el Congreso Nacional Africano a la cabeza, como una muestra de reconocimiento internacional al apartheid, la decisión del COI provocó numerosas protestas en un contexto marcado por la creciente respuesta popular al régimen y la Masacre de Shaperville.

Sin embargo, esa realidad no condujo a Brundage a modificar su posición. No era la primera posición controvertida del estadounidense, que en 1936 ya había realizado una campaña activa contra el boicot a los Juegos Olímpicos de Berlín, escaparate del nazismo al mundo.

Carolyn Marvin, explicaba esta decisión en un artículo crítico publicado en 1982, en el que describía que «los fundamentos de la visión política de Brundage partían de la premisa de que el comunismo era el mal supremo, frente al que cualquier otro mal era prácticamente insignificante». En este contexto, Marvin señalaba a la abierta simpatía de Brundage a Hitler, al que consideraba como el «reestablecedor del orden en Alemania».

A pesar de los esfuerzos de Brundage, en 1963 el COI adoptó una posición definitiva: si Sudáfrica no permitía la conformación de equipos multirraciales, no podría participar en las Olimpiadas. La negativa tajante del régimen racista concluyó en su directa exclusión, que se mantendría, a pesar de los esfuerzos del presidente del Comité por facilitar su participación.

De hecho, en 1968, la intención de volver a permitir la participación sudafricana en México, causó una seria amenaza de boicot por parte de los equipos soviéticos. A pesar de todo, Sudáfrica no podría volver a participar hasta Barcelona ’92, tras el fin del régimen racista.


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