El arte y la memoria histórica se combinan en la exposición «Aeronáutica (vuelo) interior» del Museu Nacional d’Art de Catalunya
- El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) expone desde el 18 de junio las réplicas exactas de dos aviones soviéticos que participaron en la Guerra Civil española (1936-1939).
Los visitantes del Museu Nacional d’Art de Catalunyaestán invitados hasta el 26 de septiembre a desentrañar los misterios del acto bélico, en palabras del artista Francesc Torres «un cataclismo y una pérdida de vida increíbles» que, pese a todo, «la mayoría de nosotros aceptamos».
A esta misión se destinaron dos réplicas a escala real del Túpolev SB-2 (Katiuska) y el caza Polikárpov I-16 (Mosca) que durante la Guerra Civil española (1936-1939) despegaron innumerables veces por la causa de la República.
La muestra comisariada por Torres, especialista en el arte visual y las grandes instalaciones, evoca con dureza los últimos instantes de un bombardero antes de impactar contra el suelo en un homenaje a los pilotos republicanos, incluidos los voluntarios soviéticos, que dieron su vida durante el conflicto.
El sacrificio como acto de fé
La idea tras la creación bautizada como «Aeronáutica (vuelo) interior» surgió durante una visita de Torres al Campo de Aviación de la Sènia (Tarragona), bastión del ejército republicano hasta la ocupación de la Legión Cóndor en 1937. Este aeródromo jugó un importante papel durante la Guerra Civil por su posición estratégica y fue el refugio de militares soviéticos y españoles formados en Rusia.
Cerca del campo se encuentra el Centro de Aviación Histórica de la Sènia, donde su responsable, José Ramón Bellaubí, se encargó personalmente de recrear los dos aviones a escala real, algo que inspiró a Torres. «Le pregunté si en un futuro me dejaría utilizar los aviones para algún proyecto. Pensé que eran una maravilla. Un avión que no vuela, mirando desde la perspectiva de un artista, es una escultura y una obra de arte», explicó el artista.
La primera idea que surgió para el proyecto fue aprovechar la Sala Oval del MNAC, uno de los espacios de exposiciones más grandes de Europa, para colgar el caza del techo como si estuviera a punto de estrellarse. El comisario partió de la lógica de que un avión boca abajo se convierte en una cruz invertida, lo que dentro de la tradición iconográfica religiosa occidental evoca a la crucifixión de San Pedro. «Una crucifixión es un sacrificio, y a partir de aquí surgió la idea del concepto del sacrificio, y de cómo este adquiere dimensiones bíblicas durante una guerra», afirmó el artista, que decidió convertir este misterio en una analogía entre la fe bélica y la religiosa.
Para ello, en el punto donde se prepara para impactar el caza ubicó una enorme reproducción de un retablo del martirio de San Pedro fechado del siglo XIV, cuyos fragmentos se diseminan por el resto de la sala.
El coraje en el aire
A través de su instalación, Francesc Torres transmite de forma amplia la ofrenda de vida: pilotos que nunca llegaron a aterrizar, 9.000 olivos talados para construir el aeródromo y mujeres reclutadas para los burdeles. Entre los aviones aparecen olivos auténticos, bidones de combustible usados en el conflicto e imágenes documentales de la vida en la base. Como epítome del sacrificio humano están los retratos de Francisco Gómez, fallecido a bordo de un Túpolev en el último bombardeo republicano en la Sènia, y el también piloto del Katiuska Leocadio Mendiola, protagonista de un ataque casi suicida contra la Legión Cóndor.
El objetivo es rendir homenaje a los pilotos republicanos, tanto españoles como rusos, «que lucharon por una causa justa pero como perdedores fueron los grandes olvidados», según Torres. Al menos un centenar de aviadores soviéticos murieron defendiendo la República española a bordo de ejemplares como el Mosca o el Katiuska. «Si estar dispuesto a sacrificarse por tu país y tu familia ya es un hecho encomiable, que venga alguien que no tiene nada que ver con tu país y tu familia para ayudarte para librarte de una amenaza es de una generosidad intelectual y física absoluta», añadió el creador.
Torres recordó como los pilotos del Mosca, ágil y sólido aeroplano diseñado por Nikolái Polikárpov, utilizaban su hélice como sierra para destrozar los alerones traseros de los bombarderos alemanes. Esta operación les costaba como mínimo el avión, y aunque se dieron casos en que los aviadores conseguían volver a la base, muchos perecieron con el enemigo tras derribarlo. «Lo que pretendo, muy modestamente, es recordarlos, porque no volvieron pero hoy están aquí», concluyó el artista.