Emilio Herrera: aviador, científico y presidente del gobierno republicano
- Emilio Herrera, presidente del gobierno republicano en el exilio desde 1960 a 1962, es una figura de especial talento en la historia del siglo XX. Representante claro de un perfil humano expulsado y suprimido de España durante el franquismo.
Emilio Herrera Linares nació en Granada un 13 de febrero de 1879. Sus padres fueron Rita Linares Salanava y el militar Emilio Herrera Ojeda. Uno de sus antepasados fue el arquitecto Juan de Herrera, quien diseñó el monasterio de El Escorial y la catedral de Valladolid.
En sus Memorias, Emilio Herrera recordó su infancia feliz en el seno de una familia burguesa, felicidad solo perturbada por una serie de calamidades naturales que conmocionaron la vida de su ciudad natal: terremotos de 1884, epidemia de cólera de 1885, desbordamiento del río Darro.
Herrera ingresó con diecisiete años en la Academia Militar de Ingenieros de Guadalajara, graduándose como teniente en 1901 e incorporándose en la Escuela de Aerostación de Guadalajara en 1903, centrada en el manejo de los aeróstatos.
Desde entonces, Herrera participó en competiciones de la especialidad (aeróstatos), como la Gordon Bennet o el Gran Prix de París, en el que consiguió una brillante segunda posición. En 1906, además, alcanzó la plusmarca nacional de altura en un aeróstato al llegar hasta los 6.000 metros.
Tras casarse con Irene Aguilera en 1909, Herrera participó como capitán y jefe de la Sección de Globos Aerostáticos de Melilla en la Guerra de Marruecos.
El 13 de febrero de 1914, Emilio Herrera, junto a José Ortiz Echagüe, atravesó a bordo de un monoplano Nieuport el estrecho de Gibraltar, consiguiendo nuevas plusmarcas, en este caso las de los vuelos Travesía del Estrecho, España-Marruecos y Europa-África. La magnitud de su gesta provocó que, al aterrizar en Tablada, el rey Alfonso XIII le nombrase gentilhombre de cámara. El logro alcanzado estaba al nivel de su hazaña de 1906, cuando alcanzó una altura de 6.000 metros en un aeróstato.
Tras su gesta, Herrera fue enviado a Estados Unidos para comprar aparatos Curtiss JN-4 Jenny y montó en España la primera escuela de pilotos de hidroaviones, siendo durante la Primera Guerra Mundial observador aéreo en distintos frentes.
Acabada la Primera Guerra Mundial, Emilio Herrera dirigió la construcción y diseño del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, embrión del actual Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). En el Laboratorio, estudió y proyectó vestimentas y sistemas de respiración para la navegación aérea a altitud elevada, llegando a inventar en 1935 la escafandra estratonáutica autónoma para tripulantes de globos a gran altitud, la cual fue una precursora del posterior traje espacial.
En la década de 1920, Herrera fue el representante de España en múltiples congresos internacionales de aeronáutica, publicó una larga lista de artículos y ayudó a Juan de la Cierva en la construcción de su famoso autogiro.
En 1928-1929, Emilio Herrera realizó la travesía del Atlántico y la circunnavegación aérea del globo terráqueo en el dirigible Graf Zeppelin LZ 127, consiguiendo dos nuevas gestas, equiparables a las alcanzadas en 1906 y 1914. En 1928, Herrera también participó en la creación de la Escuela Superior Aeronáutica.
Cuando se proclamó la Segunda República Española en 1931, Emilio Herrera, aun siendo desde 1914 un gentilhombre de cámara del rey Alfonso XIII, optó por la lealtad al nuevo régimen, una lealtad que llegaría muy lejos.
En aquel momento, el aviador disfrutaba de un gran prestigio y la Sociedad de Naciones le nombró experto internacional de aviación y la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales le eligió académico. Unos años después, en 1936, siendo teniente coronel, Herrera también se convirtió en el director técnico de la Fuerza Aérea Republicana (FARE).
Al producirse el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Emilio Herrera se mantuvo fiel a la Segunda República, peleando por ella y alcanzando el rango de general en 1938, año en el que padeció la muerte de su segundo hijo, Emilio, también aviador, en acto de servicio en Belchite. Su hijo mayor, José, fue un reconocido escritor y poeta.
Al finalizar la Guerra Civil Española, Herrera se exilió en Francia, un exilio que duraría hasta su muerte. El aviador de las grandes gestas, el gran científico, el hombre genial no tuvo más remedio que abandonar su patria por la fuerza. Lo que creyó provisional, resultó definitivo.
Desde esa fecha, Herrera se dedicó a la investigación aeronáutica y científica, colaborando en revistas francesas especializadas. Ingresó en la Office National d’Études et de Recherches Aérospatiales (ONERA) y fue nombrado consultor de la UNESCO sobre física nuclear, cargo del que dimitió al ser aceptada la dictadura de Francisco Franco en la ONU. Su preocupación por el drama de los exiliados españoles le llevó, además, a implicarse en actividades políticas en el exilio. En 1944, fundó, junto con Picasso, Victoria Kent y otras personalidades, la Unión de Intelectuales Españoles. En 1946, fundó la revista Independencia, Revista de la Cultura Española. En 1957, fundó el Ateneo Ibero-Americano de París. También formó parte de varios gabinetes del gobierno de la Segunda República Española en el exilio: Ministro de Defensa (1951-60), Presidente del Gobierno (1960-62) y Ministro de Hacienda y Defensa (1960-62).
Emilio Herrera falleció en Ginebra el 13 de septiembre de 1967, en un exilio doloroso que le impidió regresar a España y morir en su tierra. En 1993, sus restos regresaron a Granada.
Emilio Herrera Linares fue un hombre de talento, ilustre. Ahí están sus gestas, su capacidad creativa, su trayectoria política. Fue un gran hombre perseguido por la dictadura franquista, como tantos y tantos. El odio y la persecución de los mejores fue una de las tarjetas de presentación de Franco, aplicada incluso en sus propias filas. Herrera murió en el exilio, pero merece nuestro recuerdo. Un recuerdo permanente. Ha habido pocos como él.