Federico Rubio Herrero •  Memoria Histórica •  28/11/2024

La espantosa masacre de Sevilla (18-23 de julio de 1936)

En Sevilla, al mediodía del 18 de julio, el General Queipo de Llano (Director General de Carabineros, pero enviado por los conspiradores para hacerse cargo de la ciudad), en un golpe de audacia, acompañado tan sólo por cuatro oficiales, detiene al General Villabrille y luego al Coronel del Regimiento de Granada.

La espantosa masacre de Sevilla (18-23 de julio de 1936)

Con poco más de cien hombres de tropa y quince falangistas voluntarios (número dado después por el mismo Queipo), paseándolos una y otra vez por la ciudad desata su operación sorpresa. Poco después se le unen los artilleros y se apoderan de la estación de radio. Las fuerzas de Asalto, mandadas por el Capitán Escribano, resisten por la tarde en la Plaza Nueva, pero tienen que ceder. Los rebeldes a los que se ha unido ya la Guardia Civil, se apoderan del Ayuntamiento y de teléfonos. Los de Asalto se atrincheran en el Hotel de Inglaterra, pero cuando este es batido por la artillería, el Gobernador Civil decide la rendición a cambio de que se le respete la vida. A las seis de la tarde, los sublevados dominan el centro de la ciudad y comienzan a radiar partes de victoria. Los obreros que han tardado en movilizarse varias horas y no tienen, apenas, armas, se agrupan en los barrios periféricos, donde alzan barricadas para una desesperada defensa.

El día 19, el barrio de Triana amaneció con sus accesos cubiertos por barricadas, tras las que se parapetaban un numeroso grupo de militantes de izquierda con algunas armas ligeras y escopetas de caza. Los sublevados colocaron varios cañones de artillería en la orilla opuesta, entre el puente de Triana y el de San Telmo, apuntando al barrio.

La advertencia de los militares sublevados a los vecinos de Triana fue la siguiente:

«Dentro de un cuarto de hora, a partir de esta orden, deberán todos los vecinos de Triana abrir sus puertas, a fin de que pueda hacerse el rápido servicio de captura de los pocos que aún disparan desde las azoteas para producir la alarma. Los hombres deberán estar en la calle, levantando los brazos en cuanto se presenten las fuerzas de vigilancia para dar la sensación de tranquilidad y coadyuvar al mejor servicio».

El día 20, los sublevados, ante la falta de respuesta de los obreros, lanzaron su primer asalto, fallido, al mando del Comandante Castejón. Al día siguiente los golpistas volvieron a atacar, esta vez por tres puntos diferentes. En la fase final del asalto, en las calles interiores del barrio, los sublevados atacaron con ametralladoras y granadas de mano toda casa en la que encontraban, o sospechaban, resistencia. Hubo numerosos fusilamientos. A la una de la tarde la lucha, prácticamente, había terminado, salvo algún tiro esporádico de algún francotirador.

Al igual que ocurrió en Triana, en los barrios populares de La Macarena, San Gil y San Julián, los obreros levantaron barricadas y se prepararon a defenderse. Fracasaron los ataques rebeldes los días 20 y 21. Pero el día 22, los sublevados lanzaron un ataque de mayor envergadura. Las barricadas se batieron con bombas de mano, tomándolas después a cuchillo. Los sublevados se apoderaron así del barrio de La Macarena y fusilaron a toda persona capturada con un arma en la mano. Por la tarde fuerzas sublevadas de caballería, regulares y voluntarios derechistas, atacaron y tomaron el barrio de San Bernardo, último reducto obrero en la ciudad de Sevilla. Hicieron cientos de prisioneros, casi todos ellos fusilados.

Fuentes: Manuel Tuñón de Lara (La España del Siglo XX)

               Francisco Espinosa (La Justicia de Queipo).        


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