No se trata de dar voz sin filtro a los mentirosos, la prioridad del periodista es defender la verdad
Hay tener con muchas tablas como periodista del Grupo PRISA especializado en información sobre lo que ocurre en Latinoamérica y -en concreto- en Venezuela para llevar al titular esta frase de Leopoldo López: «No descartamos la intervención militar porque es constitucional«.
Nos imaginamos la escena durante la creación de esta noticia de El País, y suponemos las instrucciones del redactor jefe de la sección de Internacional: Sobre Venezuela, me colocas siempre en el título y en el subtítulo lo más bruto e impactante que haya declarado el protagonista de la noticia. Y al periodista respondiendo –¿Y si lo que dice no es cierto?. A lo que el redactor jefe replica: –Nosotros no nos asomamamos a la ventana para ver si llueve o no cuando, de hecho, esta lloviendo. Ni siquiera damos los argumentos a favor y en contra de que llueva, manteniendo una estricta neutralidad sobre el tiempo que hace. Nosotros decimos abiertamente que no llueve, y tomamos las palabras de nuestra fuente como no solo verídicas, sino además ciertas. A continuación, las colocamos en un lugar destacado listas para consumir por nuestros lectores, sin filtro. En los tiempos que corren, dominados por el Imperio de las Fake News, un periódico Global debe seguir la últimas tendencias en la era de la información. Luego, después de servir semejante truño, podemos hacer como los amigos de La Sexta: «suyas son las conclusiones», y nos quedamos tan panchos. -Y el periodista: a sus ódenes.
El resultado provoca tal bochorno que solo puede criticarse con sentido del humor, porque desde la indignación la cosa solo podría acabar en el insulto franco y descarnado. Ejemplos como este en Venezuela, todos los días. Ahí tenemos a Mike Pompeo, Secretario de Estado de EE.UU. diciendo que Maduro tenía preparada su huida, pero Moscú le disuadió. «Hace tiempo que nadie ha visto a Maduro, él tenía un avión listo para marcharse esta mañana y los rusos le indicaron que se quedase». Semejante burrada fue amplificada por todos los medios de comunicación, incluido, por supuesto, El País, sin cuestionar ni media palabra, sin colocar ni siquiera un «supuestamente» en algún lugar.
Como lo dice EE.UU., palabra de dios, te alabamos señor. El periodista también debió replicar al refactor jefe en esa otra ocasión. –Señor, esto no se lo cree nadie. Y el jefe: -Colocamos un «dice» y las declaraciones de Pompeo entrecomiladas y luego, si quieres, tomas alguna fuente chavista al final de la noticia. Pero, sea como fuere, me la terminas con esa frase tan inquietante: «Todas las opciones están sobre la mesa». –De acuerdo, a sus órdenes.
En el Día Mundial de la Libertad de Prensa podríamos hacer hincapié en muchas cosas, desde la propiedad concentrada de los medios de comunicación, la participación de bancos y multinacionales, el monopolio de la información por parte de unos pocos grandes grupos, su sesgo neoliberal… pero, en esta era donde la manipulación da paso a la mentira abierta y descarada, optamos por señalar cuál es la responsabilidad del periodista en estos casos: no hacerse eco de informaciones de dudosa credibilidad en las que el interlocutor, tenga la autoridad que tenga, no ofrece ninguna prueba o miente manifiestamente. Sin contraste de esa información por nadie más, o contando con otras dos o tres fuentes que la niegan con rotundidad, en este caso, el Gobierno de Venezuela, el Gobierno de Rusia y el Gobierno de Cuba.
El mismo criterio para la información nacional. Si, por ejemplo Pablo Casado dice que la subida de impuestos que plantea el PSOE no afecta «a los ricos sino a las clases medias», está mintiendo descaradamente, y la información no puede servirse así. El titular correcto debiera incidir en la falsedad de sus palabras una vez revisadas todas las cifras detalladas en los PGE: «Casado insiste en que los impuestos que plantean PSOE y Unidas Podemos no afectan a los ricos, pero las cifras dicen lo contrario«. La labor del periodista no es servir declaraciones falsas en bruto, sino comprobar las fuentes y veracidad de las mismas antes de publicar la información.