El capitalismo dividido ante la pandemia
Estamos viviendo momentos muy trascendentales. El capitalismo como sistema no es capaz de hacer frente al virus. La mayoría de gobiernos europeos sí tomaron medidas drásticas en la primera ola, algunos más duras ya que el virus llegó antes, como Italia o España, con confinamientos estrictos, aprendiendo duramente sobre la marcha, con muchas muertes.
En aquella primera ola, otros países, mucho menos afectados en el norte de Europa, nos miraban con recelo y alguno incluso probó a conseguir la «inmunidad de rebaño», como Suecia, con un fracaso estrepitoso que pagaron muchos trabajadores. Pero quien más y quien menos se vio obligado entonces a actuar, incluido Reino Unido que al principio optó por dejar morir a la gente, sabiéndose sin alternativas.
Pero estaba la esperanza de reflotar la economía una vez el virus pudiese neutralizarse, bien por la llegada del buen tiempo, bien por conseguir la deseada vacuna… El verano fue un alivio para mucha gente, y también para parte de la economía que dependía del turismo. Pero pasó el verano y, como se ha demostrado, solo funcionan medidas drásticas como las tomadas en China, donde ya no hay virus y ni siquiera llevan ya mascarilla obligatoria. Erradicar al virus completamente, en vez de convivir con él, utilizando todos los medios posibles para acabar con él. Y una vez erradicado el virus, reflotar la economía. China lo ha hecho.
Otros países y estados de ideologías muy distintas, como Corea del Sur, Japón o incluso el estado de Nueva York (EEUU), han tomado medidas muy duras y están mucho mejor en número de casos que en Europa.
Sin embargo, en toda Europa se está priorizando ahora la economía a la salud. En esta segunda ola se niegan a cerrar colegios y negocios no esenciales. El resultado es que el número de casos no ha parado de crecer y amenaza con superar las cifras tan dramáticas de la primera ola. En Bélgica ya van a un confinamiento estricto y varios países están, como España, abocados a un confinamiento drástico nuevo, que sin embargo se niegan a asumir. En España tenemos una semana para «probar» las últimas medidas, y si las cifras no cambian, habrá nuevo confinamiento domiciliario.
El peligro aquí ahora es que las fuerzas que sostienen el capitalismo están divididas en esta crisis y es en esa división donde surgen los monstruos.
Tenemos, por un lado, a quienes saben que no pueden sustentar la economía sin tomar medidas drásticas y pretenden hacerlo asumiendo un endeudamiento brutal, una intervención estatal y una suerte de neo-keynesianismo, que ayude a paliar los daños del virus y parte de los daños económicos, pero solo cuando no quede más remedio, retrasando las medidas solamente para evitar un colapso sanitario, pero asumiendo miles de muertes y también el cierre de pequeños negocios. Juegan en una especie de balanza entre salud y economía, que provoca daños según si se toman medidas o no.
Pero por el otro lado tenemos a aquella parte del capitalismo que está alimentando un nuevo fascismo. Ante la imposibilidad desde capitalismo de responder a esta amenaza tan dura y el riesgo real de que se promueva un cambio de sistema político y económico, con China como ejemplo evidente, esta corriente opta por difundir teorías negacionistas del virus, conspiraciones oscuras para engañar al pueblo. Y promueve la violencia y la sin razón contra autoridades sanitarias y científicas. Ya que el sistema capitalista no puede sostenerse, es mejor dejar morir a la clase obrera, que la gente trabajadora se rebele no contra el capitalismo, sino contra seres imaginarios en clubes secretos. La coartada perfecta para impulsar una alternativa de estado autoritario, en el que sobra la sanidad pública, lo público, la democracia, la ciencia… Para esta facción del capitalismo, no hay que asumir ningún coste estatal para paliar esta crisis sanitaria, solo se necesita represión y un pueblo ignorante creyente en pseudo-ciencias, terraplanismo, conspiraciones de repitlianos, etc.
Ambas vías, la que mantiene el capitalismo a pesar de las muertes, como el fascismo, están muy bien representadas en la campaña electoral estadounidense, con Joe Biden y Donald Trump como representantes. La influencia de la secta QAnon en la campaña de Trump y su relación con los disturbios que se están produciendo también en Europa, es una muestra de a dónde pueden llegar estos discursos negacionistas y antipolíticos, como antesala del fascismo. Tanto una vía como otra del capitalismo son negativas, si bien una de esas vías es más dañina y tiene consecuencias más dramáticas a nivel directo.
Desde la izquierda no podemos mantenernos al margen del fenómeno negacionista, que si bien está dirigido por la extrema derecha, ha logrado calar en determinadas personas vulnerables de la clase trabajadora, si bien aún muy minoritario. En ese sentido, es necesario defender la ciencia y la medicina, y el pensamiento racional. Además, la izquierda debe defender la necesidad de salvar todas las vidas posibles, frente a quienes anteponen la economía. Necesitamos un nuevo sistema social y económico, con ayudas sociales para quien lo necesita, nacionalización de sectores estratégicos de la economía, inversión en I+D y tecnología, coordinación de todos los recursos públicos y privados para derrotar al virus. La salud siempre en el centro, no el dinero ni los beneficios de los de siempre.
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