Los hombres y la lucha feminista
Se acerca el día 8 de Marzo, que el calendario marca como día de lucha de las mujeres contra el sistema patriarcal que las oprime, aunque ellas se pasen todo el año luchando contra esa opresión, porque la misma se produce diariamente.
Me considero feminista y por ello considero importante escribir aprovechando la cercanía de la fecha para contribuir a esa lucha. Sin embargo, como feminista considero que quienes tienen que liderar esa lucha, quienes tienen que llevar la voz cantante y quienes tienen que visibilizarse en la misma son ellas, las oprimidas, las mujeres, por lo que me resultaba contradictorio ponerme a escribir para darles lecciones a ellas acerca de esta lucha, aunque fuera con el fin de colaborar.
Por ello, he decidido que escribiré un artículo dirigido hacia los hombres y el papel que debemos tener al respecto de la lucha contra el sistema patriarcal en que vivimos. Voy a empezar por la conclusión, y es que los hombres debemos hacer en lo que respecta a la lucha feminista lo que quieran las mujeres.
¿Por qué?
Porque son ellas el sujeto a quien afecta la opresión que el sistema ejerce. Que sí, que ya se, que el sistema también oprime a los hombres porque nos exige que nos guste el fútbol y si no somos los raros, o porque nos tacha de flojos si decidimos ser sensibles o llorar en algún momento… Eso es cierto, sin embargo, ¿cuantos hombres mueren al año por esa opresión? ¿cuantos tememos quedar con una chica a solas por si nos fuera a violar si decidimos que no queremos tener sexo en ese momento? Son sólo dos ejemplos cuya gravedad nos indica que las opresiones no son siquiera comparables, y es que los sistemas de opresión asignan roles a opresores y oprimidos, y no cumplir con dichos roles siempre conlleva un castigo, aunque formes parte de los opresores, pero eso no indica que todos sean oprimidos.
Esto lo tenemos por lo general muy asumido cuando hablamos de la opresión del sistema capitalista por ejemplo, en que el sujeto oprimido son los y las trabajadoras, mientras que los empresarios son los opresores. ¿Eso indica que los empresarios son totalmente libres, que puedan hacer lo que quieran? Imagínense que mañana un gran empresario (propietario de un banco, por ejemplo) se diese cuenta de la opresión que ejerce, le pareciera mal y decidiera dejar de ejercerla sin dejar de ser empresario. Dejaría de intentar llevarse dinero y pagaría a los y las trabajadoras la totalidad de lo que producen. Incluso dejaría libertad a los y las trabajadoras para opinar sobre las cuestiones que afectan a la empresa y podrían votar al respecto de la misma. Imaginen, que soñar es gratis.
¿Qué ocurriría?
Por un lado, que el empresario sería “castigado” por no cumplir su rol en el sistema. Sus colegas, aquellos empresarios que le rodean se reirían de él y se burlarían, seguro, le dirían que es gilipollas. Sería castigado económicamente pues carecería de ingresos y si pidiera ayuda económica le dirían que pagase menos a sus empleados o se jodiera, y seguro que le costaría encontrar apoyo de otras empresas y empresarios… ¿significaría eso que los empresarios sean también oprimidos por el capitalismo? No, significa que para que un sistema se perpetúe requiere de una cultura, de unas costumbres, de unas normas muchas veces no escritas, y que el opresor que quiere deja de cumplir con esas costumbres y códigos que sustentan el sistema es castigado. Exactamente igual pasa con el sistema patriarcal, e igual que el empresario no es sujeto oprimido por el capitalismo, el hombre no lo es por el patriarcado.
Pero siguiendo con el ejemplo, ¿qué pasaría en las reuniones en que los trabajadores pudieran opinar? Probablemente muchas y muchos dudarían antes de contrariar a este nuestro empresario molón, porque al fin y al cabo saben lo que pasa cuando se contraría a un jefe, pero otras muchas no lo harían no ya por miedo al jefe, sino porque es la primera vez que les dejan opinar sobre un negocio y tienen miedo de equivocarse, o de no expresarse del todo bien, y que el jefe que siempre se ha encargado de esas cosas y se supone que entiende, les corrija y les haga sentir que son menos o quedar mal ante sus compañeros. Porque el jefe no quiere mandar, pero le han educado para entender de economía, de como llevar una empresa, a tener en cuenta mil cosas y hablar con soltura de esos temas, está acostumbrado y aunque la cague o esté diciendo una gilipollez la dice con convicción y sin temor a que le juzguen continuamente, y entonces cuando considera que una trabajadora se equivoca en su opinión le aclara en qué está errando, cuando no se explica bien trata de explicar lo que cree que esa trabajadora quiere decir, y así sin quererlo no hace más que hacer sentir a sus trabajadores y trabajadoras que él sabe más que ellos, y que sabe hacer las cosas mejor, por lo que aunque no quiera o no de órdenes, seguirá mandando en gran cantidad de aspectos.
Para que esto cambiara y realmente los y las trabajadoras tuvieran la oportunidad de empoderarse en la empresa, probablemente el jefe debería dejarles hablar si corregirles continuamente, dejarles expresarse aunque se trabaran o no lo hicieran de la manera más clara posible sin interrumpirles para expresar él las ideas que cree que ellos tienen, y posiblemente, tuviera incluso que dejar de asistir a las reuniones para que los y las trabajadoras se sintieran libres de hablar y opinar sin tener a lo que el sistema les impone como figura autoritaria delante.
¿Como se traslada esto al feminismo?
Pues las conclusiones son muy claras: en primer lugar que el sujeto político que debe ser protagonista de la lucha es la mujer. En segundo lugar, que el papel del hombre feminista en la misma debe ser el apoyar la lucha de las mujeres de la manera en que ellas quieran, y no de la manera en la que el hombre juzgue por muy buenas intenciones que tenga. En tercer lugar, respetando las decisiones, espacios y tiempos que las mujeres requieran en cada momento, lo que implica apoyar la existencia de grupos sólo de mujeres cuando ellas consideren que es necesario para su lucha y empoderamiento, o escuchar las críticas, entenderlas y ponerse a uno ante el espejo para ver como puede mejorar al respecto. Por último, la tarea de los hombres feministas es ayudar a que el discurso feminista que generan las mujeres, así como las medidas y propuestas que proponen, se transversalicen a otros ámbitos de la vida social y política, consiguiendo que las oportunidades de empoderamiento de la mujer no se queden reducidas a los espacios feministas.
Este es mi razonamiento al respecto, dirigido a los hombres y abierto a toda clase de críticas y aportaciones, especialmente de las mujeres.
Y para finalizar no puedo terminar el artículo sin referirme a dos temas:
– La lacra de la violencia de género, que mata muchas más mujeres que el terrorismo que no para de ocupar portadas de periódicos o llenar debates de la agenda política y hashtags de Twitter, y sin embargo, mientras de este se juzga y señala a las organizaciones que lo ejercen y su entorno, o se censura a todo aquel que comparte mínimamente alguna de sus reivindicaciones, el machismo causante de la violencia de género no sólo no es señalado por los medios, sino que quienes lo practican son tolerados y muchas veces hasta aplaudidos, mientras las que lo sufren suelen recibir como respuesta un “algo habrá hecho”, y cuando no un “es que la tonta es ella por permitirlo”, y si lo denuncian son histéricas, exageradas o se duda de si están seguras.
– El retroceso de derechos que supone la reforma del la ley del aborto, en tanto que la mujer deja de ser dueña de su propio cuerpo para que lo sean otros, que deciden lo que puede o no hacer con él.