La factoría y el tamaño del lenguaje
Jesús Portillo | Decía el prolífico escritor británico Samuel Johnson que el lenguaje era el vestido de los pensamientos, por esta razón debemos vestir a nuestros niños antes de salir a la calle. Puede que en ocasiones no encontremos las palabras para expresar algo maravilloso o desgraciado, pero cargar con un baúl de muletillas y de comodines para ir salvando escollos no es desde luego la mejor solución al desafío de la comunicación. No se trata de sacar a pasear el diccionario, ilustrar con palabros raros o recurrir a la etimología en cada ocasión, se trata de hacernos entender y entender lo que nos dicen. Wittgenstein decía que los límites del lenguaje son los límites de la mente, pero también los límites de la mente son los límites del lenguaje, de cualquier lenguaje. Si no eres capaz de comunicarte mediante la palabra, la pintura, la música, la escultura, el dibujo, los gestos, la gastronomía, la decoración o cualquier otro medio, eres un prisionero que vive en soledad.
Siendo seres simbólicos, icónicos, lingüísticos, sociales, tecnológicos, artísticos e instrumentales, ¿cómo podemos permitirnos no ser capaces de nombrar la realidad por los nombres que se les ha designado en propiedad? ¿Se han preguntado alguna vez cómo funciona la Factoría del lenguaje de la que nace la comunicación? Los niños comienzan siendo Etiquetadores en el gran almacén del mundo, van poniendo etiquetas a cada elemento de la realidad para reconocerlos y poder nombrar a otros similares con el mismo nombre. Marcan con post-it todo lo que les rodea y luego comienzan a guardar en cajas aquellos que guardan alguna relación. Con el tiempo pasan a ser operarios de Clasificación, creando archivos ordenados por su forma y su contenido para tenerlos listos para la próxima fase de producción. En tercer lugar, toda esa información clasificada se envía a la planta de Logística en la que se establecen rutas directas y atajos alternativos. A continuación, ya en la adolescencia, ocupan puestos en el departamento de Selección y administración lingüística. Criban la parte del lenguaje en uso del resto y separan los contenidos explícitos de los inferidos. Por último, en el departamento de Empaquetado y Envíos se prepara el catálogo de exposición que va a ser usado en público y se envía de nuevo al almacén el remanente, que se convertirá en lengua pasiva utilizada para descodificar los mensajes de fuera.
Dependiendo del nivel de rendimiento de cada departamento, los empaquetados y envíos serán diferentes. Unos se especializarán en palabras rimbombantes, idóneas para tareas académicas e inútiles en la vida diaria al oscurecerlo todo con expresiones desconocidas para la mayoría. Otros se dedicarán a exportar comunicación low-cost, barata en tratos locales, pero nada rentable a medio y largo plazo. Y como en todo, muchas de las factorías se dejarán llevar por la moda que va y viene, perdiendo a veces parte de la producción que una vez tuvo, adoptando tendencias y cambiando de aspecto para camuflarse. El tamaño del lenguaje de una persona es proporcional a sus oportunidades: de hacer distintos tipos de amigos, de encontrar un trabajo, de compartir sus sueños, de crear proyectos, de rememorar aventuras y de comprender a los demás.
¿Cómo debemos hablar, entonces? Debemos hablar atendiendo a los demás, a la situación en la que nos encontremos, al estatus que ocupemos en relación a los otros, midiendo la familiaridad o el desconocimiento, prestando atención a nuestras necesidades y controlando nuestras emociones para que no se conviertan en impulsos de los que arrepentirnos. Pese a todo, lo mejor que tiene el lenguaje es que cada cual hace el suyo, personalizándolo como su principal seña de identidad, y eso si que no viene de fábrica. “El lenguaje de hoy no es peor que el de ayer, es más práctico, como el mundo en que vivimos” (Noam Chomsky).
http://blogs.tercerainformacion.es/cincel/2015/06/07/la-factoria-y-el-tamano-del-lenguaje/