De infancias y derivas
Provincia de Buenos Aires, Tres de Febrero
Allí están mis calles como fotos de un pedazo de infancia.
Esquinas del abandono eterno.
Barquitos de papel perdidos en agua podrida; baldosas flojas y barro.
Recuerdo esas calles en donde yo jugaba. Están así desde hace cincuenta años. Rotas veredas como el corazón, roto.
¿Qué será ser soberano?, me pregunto. Almanaques de la promesa de siempre.
Un mañana que nunca llega y la esperancita cada vez más chica.
El albañil que deja sus manos en una Babel ajena y pasa la noche de gotera en gotera; antes de que salga el sol espera arropado el colectivo que tampoco llega como no llega la bonanza para su cuerpo golpeado.
Llueve, y se inunda.
Calles marcadas
¿Cómo se mide la felicidad en calles que hace décadas nadie ilumina?
¿En qué olvido me llevan en andas con banderas azules y blancas y papel picado como en los corsos de antes?
Justicia divina que implora la doña que ya no barre por miedo, que ya no sale porque dicen que afuera su vida no vale nada.
Porque te pueden matar porque sí.
¿Un pan duro y un mate será ser soberano?
Jugar con el agua podrida y un palito, sortear pozos y roedores hasta que, cada tanto, viene la tele porque balearon a uno y ese uno era el hijo de la vecina y entonces nos juntamos, abrazamos, todos somos ese uno, lloramos y luego olvidamos.
Allí el afiche del señor gobernador se destiñe con la lluvia, como sus promesas.
Allí las manos de vecinos que cocinan lo que se puede para que coman los que no pueden, eso nunca falta; de remiendos cotidianos anda la soberanía.
Ser argentino es estar a la deriva
Somos un país que desde mediados de los años 70, viene remendado, con algunas breves y efímeras primaveras.
¿Qué será estar a la deriva?
Hoy me asomé a esas calles de la infancia que quedaron en el tiempo como si fuesen parte de un museo y no encontré inocencia, sólo desidia y postergación.
Un manojo de casas marcadas por las grietas inamovibles de la piel.
Después nos preguntamos por qué el odio, y la desesperación que entra sin golpear la puerta de la calle.
Después nos preguntamos, sin vergüenza, ¿por qué llegamos hasta aquí?
¿Por qué gobierna lo que gobierna?, sin que esto justifique la barbarie e insensibilidad de los actuales gobernantes de Argentina.
Esta fue la casa de mis abuelos en donde reímos, soñamos, jugamos y lloramos tantas veces.
Un barrio obrero donde se podía salir a tomar un refresco a la vereda, sacar las sillas a la vereda y sentarse; mis abuelos lo hacían y charlaban con vecinos en las lejanas tardes doradas de sol.
Volver
¿Cuál es la medida exacta de la injusticia?
¿Dónde desplegar qué bandera?
¿Dónde gritar a viva voz y con orgullo soy de aquí?
¿En qué bolsillo de escolar perdí mi paquete de galletitas Manón?
¿Será en su bolsillo General?
¿Será en su bolsillo Coronel?
¿Será en su bolsillo doctora?
¿Será en su bolsillo presidente?
¿Será en su bolsillo puntero político?
¿Será en su bolsillo, burócrata?
A regañadientes se muerde la penumbra que como sigilosa manera siempre vuelve «con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor».
¿Será ser soberano mirar las calles por donde caminamos de niños y ver / no ver un cielo limpio que abrigue el corazón?
Aquellas casas quizás guarden un poco del fulgor que nos hizo posibles.
Néstor Tenaglia Álvarez
Música de inspiración «Volver», interpretado por Carlos Gardel
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