PEDRO CONDE: «Nadie puede cerrar la puerta de una cultura popular»
Tal vez hubiese sido más placentero encontrarnos, micrófono mediante, para revalidar un diccionario no perdido; evocar, sin torpe nostalgia, pero sí con gratitud, canciones que acurrucan, pero Buenos Aires ya está lejos y quema en las pupilas las gotas que se incendian y reverdecen.
Sin embargo la lejanía, quizás, también sea una excusa.
Este presente ignora más de 10.000 kilómetros entre la capital de la Argentina y la provincia de Valencia, en España para conversar con el músico, el hombre, el que escribe y se desangra, el que grita y sueña.
Aquel que pudo levantar su guitarra con versos sencillos y comprometidos ante el horror militar en retirada y seguir hasta hoy, con una realidad muchas veces adversa; sin recursos, ni difusión, ni nada. Conde asume el lugar desde donde habla, pero no ha hecho de la auto adulación una manera de promocionarse. La canción social, o poético social, ha estado en sus trabajos siempre presente; sin embargo, a contra mano de muchos y muchas, no se ha aprovechado de la moda «protesta» que ha dado excelentes dividendos al elenco estable en diversas épocas.
El valor del músico, en todo caso, es que ha devuelto en letras y melodías su observancia popular de manera simple, con el destino de aquella flecha de la que hablaba Yupanqui y no para inaugurar mostradores «comprometidos según el favor del viento».
Se percibe cercano, como aquel joven con cara de niño que entonaba con toda su valentía la «Milonga de Plaza de Mayo», o nos interpelaba contándonos que su niñez se había ido a bordo de un barquito azul en «Para las cenizas de Serafín«.
Gracias querido «Anartista».
«Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe»
Francisco Urondo
Yesterday
Tu comienzo musical fue un bautismo de fuego, sin metáforas. ¿Cómo fue y en qué contexto?
En tiempo de la guerra de Malvinas, Jorge Pistocchi y Pierre Bayona me apadrinaron y en abril de 1983, me abrieron las puertas para cantar en escenarios de artistas muy convocantes.
El día de mi debut con Piero en el teatro de la fundación Astengo de Rosario coincidió con la fecha del hundimiento del ARA General Belgrano.
En el mismo momento en que ocurría una salvajada de guerra, podía cantar frente a miles de personas lo que sentía un argentino de veinte años que no había hecho la «colimba» (servicio militar) por haberse salvado por número bajo (318 y ese año fue a partir del 320)
Esa noche reclamé a ese gran público que en vez de mandar mantas y chocolates, mandaran pasajes de vuelta a todos los soldados.
La gente lo entendió y lo recibió con gran fervor.
A partir de ese momento pasé a formar parte de la agencia que integraban grandes figuras y algunos que empezábamos por esos años… Claudia Puyó, los hermanos Maccioco del dúo Fantasía, Alejandro Lerner, Miguel Mateos y artistas consagrados como Rubén Rada, Miguel Cantilo, Piero, Pedro y Pablo
Esta agencia llamada «La corporación» que luego, junto con Abraxas (Santaolalla, León Gieco)
se unirían para realizar una reedición del festival Barock 1982.
¿Pensás que estuvo bien, en el fragor nacionalista de Malvinas, prohibir la música extranjera?
Prohibir no está bien, pero no puedo evitar pensar que gracias a eso, se pudo difundir ese disco «Realidad», que de otro modo hubiera quedado aislado y sin difusión como sucedió con todos los discos que saqué luego en casi cuarenta años.
No está bien prohibir, pero estaría bien otro modo de competir con los tanques de las multinacionales, artistas que respeto y a veces admiro, pero que a lo largo de mi carrera profesional, vi crecer y prosperar mientras mi música adolecía de packaging y de igualdad para llegar al público.
Esa relación desigual es la que debe ser eliminada, la música no tiene la culpa, pero al mercadeo no le interesa la música sino los dividendos.
Es desigual en suma.
Muchos de nosotros, lectores de medios «subtes o alternativos» y oyentes de rock argentino, percibimos en tu primer disco «Realidad», un profundo acto poético de coraje y valentía, no solo por sus letras, sino porque eras desconocido y sin embargo, la dictadura en retirada….
Fue un resultado de la combinación entre audacia e ignorancia en medio de una dictadura que nos mandó a la guerra de golpe, sin preaviso, para tapar sus atrocidades.
«Realidad», salió en junio del 1983 y en ese caso, la fecha es crucial pues los milicos estaban quemando papeles en la huida, pero la gente, ya celebraba su nueva fuga y se preparaba para el renacimiento democrático.
Esa dictadura no se retiró, se metió en la gente distribuyendo su odio entre el pueblo. Eso vendría muy pronto en seis meses, con la llegada de la democracia.
(Argentina, 1983, presidente Alfonsín)
Pasiones
¿Seguís teniendo los mismos referentes que tenías a los veinte años?
A cuarenta años de los veinte, seguramente que no.
Pero a pesar del tiempo, Alejandro Del Prado, el flaco Spinetta, Charly de la primera hora sobreviven. A los veinte eran ellos por sobre todo lo demás y permanece la emoción que me provocaron cuando los descubrí a cada uno.
Ahora la cantidad de información musical no permitiría una comunión tan profunda con artistas que atestiguan su tiempo con originalidad, el rito del vinilo, el viaje por las tapas, cosas que hicieron a nuestra forma de vincularnos con la música. Hoy la aproximación es otra.
¿En qué momento sentiste que había que dar una vuelta de página en tu carrera y por qué?
Cuando vi la Ovation (1613 estéreo) girando en un espiedo.
Esa viola me la había traído Edelmiro Molinari desde Los Ángeles, nuevita, nadie le había puesto la mano encima excepto él, que también era un referente, pero en ese momento era mi productor y mi amigo.
Una guitarra que luego se usaría en el disco «Pintada» de Emilio del Guercio (quien me había prestado la suya cuando grababa en ION mi primer trabajo) y que me pedía Miguel Abuelo para tocar un set acústico en los recitales de los Abuelos de la Nada…
Y luego se usaría para grabar el disco «Viaje de Vida» de Mezo Bigarrena y muchísima gente que puso sus notas en ese cuerpo de plástico.
Esa guitarra es el símbolo de toda mi carrera artística. Y a la vez el último bastión de una forma de vida que no daba para comer y que muchas veces anduvo corto de medios, pero que no se terminó jamás… esa viola es mi vida musical.
A menudo te posicionás por fuera de circuitos diversos. ¿Es un mecanismo de defensa o te sentís excluido?
Tocar en Buenos Aires es demasiado caro.
Vengo de un tiempo en donde una compañía te bancaba discos en el mejor estudio y te pagaba con instrumentos que jamás hubieras soñado tener. Hace más o menos treinta años atrás, sobrevino otro mundo: el que te refriega en la cara que la única condición para tocar en los bares es garantizar la venta de todo el alcohol y la cerveza en existencia.
Para ese entonces tocábamos con Rodolfo García en el grupo «La Barraca» y ya con Juan en camino (mi primer hijo) debíamos sacar la banda a la cancha y generar dinero.
Allí supe la nueva modalidad, en donde el bolichero pasaría a ser la estrella de la noche y los músicos, simples animadores de su recaudación.
Eso no se modificó más y a eso se le suma la falta de difusión y además la competencia desleal de los que por componer melodías cantábiles en canchas y cumpleaños, obtienen el agrado de sponsors, productores, difusores y público deseoso de «alegría“ y no bajones.
Me gustaría tener más trabajo, pero con las clases de música y la ayuda de gente que cree en lo que hago, me arreglo para no correr detrás de la zanahoria del éxito ni vender la viola. Ahí sí sería la expulsión para siempre.
Estilos
De la música folk al afrocandombre, ¿Qué encontraste en los tambores?
La ruptura de la perspectiva exclusiva del baterista de rock.
Entendí que los tambores son un acuerdo entre personas y no un sólo músico resolviendo en todas las áreas del universo percusivo.
Ese acuerdo produce lenguajes y diálogos que no encuentro en la batería de rock; mi mano rítmica y mi voz deben moverse en un «bosque» percusivo que no siempre es el mismo y que obliga a tener cintura en cada interpretación
Tus composiciones hablan de un tiempo injusto, del loco o del marginado, pero también del amor: ¿pensás que se ha bastardeado en la Argentina la canción social?
Miguel Cantilo en su libro «Qué circo» (cincuenta años de rock nacional), propone un capítulo donde explica la inyección de guita que impulsó a la cumbia de bailanta y a otros estilos alejados de esa crítica social y más amables con lo establecido.
El género existía pero se puso mucha plata para lograr imponerlo y también imponer un nuevo exilio interno de quienes cultivamos la canción con mirada social y una estética propia
En mi caso, mi carrera estaba hundida y eso lo sé luego de treinta años de continuarla con proyectos que no fueron apoyados por ningún medio, a excepción de esas barras de amigos seguidores y gente que se sumaba a medida que los discos iban llegando por copias de copias y otras magias.
La Barraca (1992), Afrocandombe (1999), un nuevo disco solista llamado «En el barrio de La Boca» (2002 al estilo de «Realidad», solo con la viola y la voz), un trabajo instrumental grabado para vender en el subte llamado «Subterráneo» (2007), que fue mi disco más vendido y que, al fabricarlo en mi computadora, podía recibir el monto total de venta y no un dudoso 4% de las compañías discográficas y luego la nada, canciones sueltas con Afrocandombe o con otros artistas.
El año pasado grabé voces y produje percusión en casa para un tema de Jorge Durietz que se grabó en cuarentena… y donde muchos artistas de varias partes del mundo se prendieron e hicieron su parte.
Nunca dejé la música y nunca dejó la música que vendiera la guitarra.
Quienes te seguimos en las redes, notamos tus sarcasmos respecto de esa suerte de elenco estable cultural que cada tanto se apropia de escenarios como de escritorios….
Las redes son lo mismo que grabar discos para mí.
Esas frases sueltas, diarias, espontáneas me dan la misma sensación de largar ideas como con las canciones… es un nuevo modo de jugar con palabras y frases, gatillos poéticamente libres, usando mi amor, mi astucia, mi sinceridad y la síntesis al unísono, lo que produce pequeños big bangs en cada frase.
Algún día las juntaré y haré canciones pero por ahora son el modo de expresión más libre del que dispongo y me divierto y hasta me felicitan algunas personas porque, estén de acuerdo o no, presienten que detrás de cada boludez se oculta algo más.
Un vasco en Buenos Aires
¿Cómo conociste al vasco Mezo Bigarrena y cómo lo definirías hoy?
En el otoño de 1986 se organizó un festival solidario en la ciudad de Resistencia y allí coincidimos, aunque la primera vez que lo vi fue en una fiesta en el Centro Cósmico La Paternal, que era donde vivíamos los que seguimos junto a Pistocchi, luego del cierre de la revista Pan Caliente.
En Chaco tocamos a beneficio de los inundados y en el hotel me cantó su tema: “En este barrio“
La canción me movilizó hasta niveles nunca imaginados, me hablaba a mí, me había visto el alma y el alma de mi ciudad.
Ese fue el principio de un mar de casualidades, de otra forma de ver el mundo, la apertura a otros universos, la explosión de todos los horizontes posibles.
Con el vasco caminamos la ciudad un millón de veces y en el trayecto, tuve una clase magistral de sociología poética... algo que solamente él podía dictar.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano se pregunta en un texto: «¿Quién no reproduce dentro de sí el mundo que lo genera?». ¿Qué cosas tenían en común el mundo de Mezo y el tuyo?
(Mezo Bigarrena)
La canción que impacta por lo que dice, por cómo lo dice, con el peso que lo dice, con la dulzura y la aspereza con que se debe decir, con la coincidencia de rostro e ideas… un rostro cruzado por un siete mal cosido en el medio de la cara y una poética que devolvía el tajo y yo un pibito con cara de niño y con menos calle que Venecia y con dos discos llenos de sueños que no alcanzaban para pagar un café.
Él iba hacia su meta y yo volvía apaleado… en esa encrucijada, la canción era la crema de dos galletitas descartadas del paquete. Él podía decir lo que yo no sabía expresar.
El vasco era la poesía cantada con clavos en la boca y yo un juglar amable.
Cuadros de una exposición
A casi cuarenta años de tu debut, ¿Qué cosa no volverías a hacer de la misma manera?
Las adicciones como ansiolíticos más que recreaciones. La ansiedad produjo una enfermedad, resultado de esos excesos… hoy tocaría más, para mí, para nadie, como ahora y bucearía en la comprensión de la música como me permito hacer en la actualidad, utilizando los recursos que tengo, que son los que descartan otros. Claro que para llegar aquí no podría dejar de hacer lo que debió hacerse.
Nombranos cinco referentes argentinos de la música y cinco de las letras.
Atahualpa Yupanqui, Piazzolla, Nebbia, Charly, Spinetta…
Borges, Gombrowicz, Oesterheld, Arlt ……
¿Qué significa para vos ser argentino?
Pendulear entre Shylock y Momo. Lo digo corto como en meme porque pienso de ese modo. Pendulear entre la libra de carne y el papel picado. Extremos estirados hasta el absurdo.
Eso para mí es ser argentino … estirado hasta el absurdo.
¿Existe hoy el rock argentino? y si no existe, ¿Quién cerró la puerta?
Adentro mío, sí. En la discoteca de mi corazón. Una máquina del tiempo que te estaciona en los momentos donde nuestra cultura nos iluminó para siempre. Existe en cada uno. Las puertas no se cerraron, se llenaron de carteles. El rock argentino existe y es propio de nosotros.
Nadie puede cerrar la puerta de una cultura popular, sólo se puede cobrar tickets y reservarse el derecho de admisión. La cultura viaja en otra compañía.
¿Cuál sería tu mayor cuestionamiento a esta realidad actual, argentina y latinoamericana?
Los medios de comunicación. La manipulación de la industria del consentimiento. La falta de espacios donde compartir en lugar de mostrar.
Me entretengo en una Argentina de ir a hacer las compras y conocer la economía desde ahí y lo poco que se puede percibir de la gente que vive atrincherada detrás de su barbijo
Latinoamérica…?, sigue esperando (aunque mientras tanto…)
¿Tuviste algún momento, sobre el escenario, en donde dijiste, es por aquí?, ¿Cuál fue?
Siempre, a pesar de las carencias técnicas y de la falta de difusión.
Cada música que hice era la correcta y estaba en contexto con la audiencia, muchas veces, distinta.
Hubo noches de fin de siglo donde tocaba música celta, rock y candombe en tres cuevas distintas en la misma madrugada.
En el libro “Qué circo“, Miguel Cantilo cuenta algo que me marcó… luego del enorme éxito de su carrera en los 80, los 90 alimentaron géneros que al fin dejaron sin efecto la canción de alto contenido y él debió tocar en bares del puerto con horarios durísimos y yendo en su autito.
Eso me enseñó que aún en la “dura“, la música es un oficio y como tal tiene sus bajas y sus altas, por lo que pude romper el prejuicio de la caída y llegar al subte Línea C, estación San Martín y desde allí construir una economía propia, fabricando mis disquitos y vendiéndolos en los pasillos durante horas y tocando esas mismas horas hasta lograr acercarme al guitarrista de mis sueños.
De ese entonces guardo amistad con personas que conocí en esas circunstancias…
En mi página http://www.pedroconde.com.ar/ hay cuentos de esos días y son pequeñas aguafuertes de personajes que me brindaron una perspectiva nueva de la gente, más humana, más cercana a la realidad.
Como Séneca, un contador que tenía un sueño: dejarle un disco a sus hijas con sus canciones.
En casi veinte años ya hizo varios discos (hicimos) ya que nunca dejó de estudiar y producir desde la estación San Martín.
Busco una sede
¿Cuáles son tus motivaciones actuales para componer?, ¿y qué género abordas?
La musa me dejó por otro.
Hace muchos años que estoy enredado con canciones que no terminan de ser... las grabo una y otra vez con instrumentos de la computadora, pero no logro conmoverme.
A veces pienso, como decía Roberto Arlt «se escribe mejor sobre cojines».
Un sostén económico, llámese manager, sponsor, benefactor o lo que sea, es imprescindible para conseguir las herramientas que produzcan el sonido adecuado, para enmarcar las canciones por las emociones que provocan, como una escenografía para un cuadro escénico.
El último género que abordé fue la canción, igual que el primero.
Allí no estoy obligado a honrar la forma.
(Jorge Pistocchi, periodista)
Dentro del contexto actual, ¿pensás que hay temáticas sobrevaloradas y otras sin explorar?
Es imposible descubrir los márgenes de todo lo que gira en una licuadora. Y lo que no gira, brilla por su ausencia…
Quizá habría que buscar ese brillo.
Aquel mundo deseado en tu tema «Busco una sede» sigue siendo una utopía; la violencia, las guerras, las etiquetas se han incrementado y multiplicado, ¿seguís soñando que es posible encontrar esa sede?
Vivo ahí, con los míos y cuido esa zona franca, sin perder el afán de derrumbar las fronteras políticas y las de la mente y probar andar con mis hijos sin miedo por Buenos Aires.
(Fotos de Pedro Conde tomadas por la reportera gráfica argentina Laura Tenenbaum: Instagram @lautenenbaum)
Néstor Alejandro Tenaglia
Relacionado
Néstor Tenaglia Álvarez