Diseccionando a Santiago Alba Rico… «Izquierda y democracia»
Empecemos matizando el párrafo con el que Santiago Alba Rico trata de aleccionar a una izquierda que -entiendo- considera como no democrática. Cita al periodista argentino Pablo Stefanoni –«La invasión de Ucrania es una guerra de agresión. En Venezuela no hay Estado de derecho y el resultado oficial no es creíble. En Gaza, Israel está cometiendo una masacre espantosa sobre la población civil. Después se puede y debe complejizar»- para introducir un artículo titulado «Izquierda y Democracia«, publicado el 14 de agosto en Público.
Lo hace con un lenguaje audaz y frases auténticamente épicas, e incluso acertadas en algunas ocasiones, como esta introductoria: «Hay un cierto sector de la izquierda que, al revés, empieza complejizando los principios y acaba simplificando los alineamientos«. Bravo.
Comienzo con un parafraseo torcido del párrafo de Stefanoni, quiero decir, la corrección y matización del mismo según mi punto de vista;
«La invasión de Ucrania es una guerra de agresión, pero también un enfrentamiento experimental entre la OTAN y Rusia en el que los ucranianos sirven como carne de cañón. En Venezuela hay Estado de derecho y las alocadas cifras del único actor que no ha presentado las actas ante el CNE, el liderado por Edmundo y Corina, no son creíbles. En Gaza, Israel está cometiendo un genocidio espantoso sobre la población civil. Después se puede y debe complejizar»-
Y efectivamente, alargando el párrafo empezamos a complejizar antes de tiempo, como decía Alba Rico. Lo hacemos conscientemente, porque decir -por ejemplo- que la «invasión de Ucrania es una guerra de agresión» se queda tan corto que resulta casi infantil como punto de partida.
Es una guerra por el control de los recursos, que es la base primordial de casi todas las guerras desde la Antigüedad; por la preminencia de Estados Unidos frente al nuevo orden mundial multipolar, de la mano de los BRICS en lo económico, y de Rusia / China en lo militar; o -si se quiere- por la consolidación del dominio estadounidense sobre una Europa que hacía guiños a las exportaciones energéticas rusas, véase el reventado NordStream. Pero no solo eso. Es una reacción de Rusia a la expansión de la OTAN hasta sus propias fronteras, o al control y sumisión de Ucrania a los intereses norteamericanos tras Maidán, una respuesta a la agresión ucraniana contra la población filorusa del Dombás. Es todo eso y más, y podemos afirmarlo sin considerarnos pro-rusos.
Quizás sea cierto que complejizamos los principios y simplificamos los alineamientos, porque un análisis simplón de la realidad, sin grises y con fuentes adulteradas, puede llevar a un alineamiento dudoso o contrario a la democracia. Porque -tiremos de topicazo- democracia no es soltar una papeleta cada varios años… Es el proceso por el que el pueblo logra acceder a herramientas de poder efectivo, una evolución iniciada muy lentamente en Venezuela, pero cuyos resultados ni Alba Rico ni otros muchos están preparados para escuchar.
Alba Rico habla de cierto sentir de la izquierda que sigue justificando, con ambages o sin ellos, la invasión rusa de Ucrania»; que se muestra escandalizada por el genocidio israelí pero defiende a Bashar al-Ássad; y que, ciega ante las sospechas fundadas de un pucherazo en Venezuela e indiferente ante la represión desencadenada por el gobierno, denuncia un golpe de Estado muñido desde el exterior contra el siempre democrático y siempre anti-imperialista Nicolás Maduro.
Lo hace como si esas cuestiones de política internacional se constituyesen como un todo, como un bloque homogéneo que esa «cierta izquierda» firma. Si apoyas la Venezuela chavista automáticamente apoyas la invasión rusa de Ucrania y, por descontado, defiendes al presidente de Siria.
Si estás contra las matanzas del ISIS en Siria, defiendes a Bashar al-Ássad; Si observas que esta organización terrorista de dudoso origen (y vamos a dejarlo ahí) fue aniquilada por el ejército sirio gracias al sólido apoyo militar de Rusia, defiendes a Bashar al-Ássad; si hablas del gaseoducto que atravesaría Siria, al-Ássad; Si recuerdas las causas y causantes de la invasión rusa de Ucrania, la justificas; si mencionas los intereses económicos y geoestratégicos de EE.UU. en la voladura del Nord Stream, y en la consiguiente exportación de su gas licuado…. o la sumisión de Europa, o la resurrección de la OTAN, justificas la invasión de Ucrania… Y así con todo.
Y a continuación, cita un manifiesto «acompañado de trescientas firmas« donde se denuncia una «operación desestabilizadora del imperialismo», identifica las protestas duramente reprimidas (más de 2000 detenidos, según el propio gobierno) con una maniobra orientada a «justificar una intervención extranjera».
Y nos lo dice tratando a quienes hemos firmado como un atajo de paranoicos, como si la injerencia de EE.UU. en aquellos países que cuentan con recursos a saquear fuese cosa nueva, particularmente en Latinoamérica. Luego no entremos en detalles con los detenidos, nada que mencionar sobre los daños que provocaron en escuelas, colegios, liceos, hospitales, ambulatorios, etc. ampliamente documentados en medios y en redes sociales.
EN DATOS: centros destruidos y violentados por los "comanditos" de Maria Corina Machado en Venezuela tras las elecciones. Fíjense en un detalle: se ensañaron con los centros educativos y de salud. ¿Por qué será? Saque usted sus conclusiones.
— El Necio (@ElNecio_Cuba) August 5, 2024
Cosas que no te muestra @Residente pic.twitter.com/FSbZJfGb7e
Como un sin fin de medios corporativos, Alba Rico los presenta como manifestantes pacíficos, aunque no llega al extremo de llamarlos los 2.000 valientes que han sido encarcelados por clamar contra la dictadura y por la libertad de Venezuela. Eso sí, omite intencionadamente los saqueos y destrozos en varias regiones del país. Detienes a alguien que procedía a quemar una escuela, eres un represor; que estampa un coche contra una comisaría de policía, represor; que daba una paliza a un chavista, protesta duramente reprimida.
A continuación, una frase con cierto desprecio hacia los firmantes, con repetido tratamiento como bloque compacto, pretendiendo situarlos en el extremismo, en el peor sentido de la palabra, calificándolos como «un retal no insignificante, que yo llamo «estalibán», impermeable a los cambios geopolíticos globales»;
Cabe señalar que entre los firmantes españoles hay miembros poco notorios de Podemos o del PCE; y entre las organizaciones mencionadas, diminutas y sin relevancia alguna, figuran un autodenominado «Movimiento de solidaridad con el pueblo ruso» o, verbigracia, con Putin y sus políticas imperialistas; y un sedicente «Movimiento de apoyo a Siria» o, verbigracia, de apoyo a Bashar al-Ássad y sus crímenes bestiales contra el pueblo sirio.
Ello pese a que entre los firmantes también hay parlamentarios españoles y algún europarlamentario, además de destacados periodistas e intelectuales.
De la última parte de su texto, sorprende la crítica a las alianzas de la izquierda latinoamericana con Siria, Irán o Rusia. Moralmente cuestionables, pero fruto de una obligada supervivencia ante el acoso y derribo desde EE.UU. y sus aliados, ante los bloqueos y las sanciones, también desde multinacionales y entidades financieras supranacionales. ¿Se espera de estos países acosados se mantengan en el aislamiento? Buscarán alianzas que prevengan de golpes de Estado, duros o blandos. Y a la par, el silencio a lazos de Occidente que vienen de más atrás, con dictaduras africanas, con países si cabe más siniestros (Arabia Saudí, Israel…), y sin ninguna resignación previa, buscados no para saltar un cerco, sino para acrecentar poder.
Y aunque hay que reconocer frases contundentes y bien hilvanadas –La hipocresía occidental fabrica terroristas; la hipocresía de izquierdas fabrica imperialistas y destropopulistas. Una y otra son en parte responsables de la deriva autoritaria y neofascista que se impone a nivel global– estas lo son formalmente y a medias.
La hipocresía occidental efectivamente fabrica terroristas y neofascistas, y sin entrar en el cambio climático, las desigualdades, los bombardeos, las masacres o los genocidios, sobre todo fabrica las armas que posibilitan todo lo anterior.
Porque la cuestión no es Venezuela. La cuestión es la democracia. La mayor parte de la gente -es decir- no cree hoy en la democracia, y eso incluye a este sector de la izquierda que, entre otras malas causas, apoya un fraude electoral en Venezuela en nombre del «antiimperialismo» y la «verdadera democracia».
Y llegamos al fraude. Ni siquiera presunto. «Fraude» porque sí, porque no podemos creernos lo que dice el Consejo Nacional de Venezuela (CNE), cuya web sigue sufriendo ataques informáticos y permanece caída. Tenemos que tragarnos lo que dice una web paralela creada un día antes de las elecciones en Venezuela, que ofrece datos inverosímiles si tenemos en cuenta la situación actual del país, en franca recuperación, o que Edmundo y Corina sean los únicos que no han entregado las actas al Tribunal Supremo porque incurrirían en un delito grave.
Alba Rico ni se molesta en demostrar tal fraude. Si no lo ha hecho una oposición que -sencillamente- te invita a creer en sus 7 u 8 millones de votos y un 70% del electorado ¿Para qué va a hacerlo él? El nivel de demonización de Venezuela y de su presidente es tal que basta con gritar «fraude» y presentar unas cifras sacadas de la chistera, cuyo respaldo no entregas -repito- a nadie.
O compararlo con Somoza. El recorrido ya está hecho: «es un hijo de puta pero es nuestro hijo de puta». Una frase que podría aplicarse esta izquierda de la que se nos habla, pero con los líderes que se enfrentan a Estados Unidos. Como ya hemos metido a Nicolás Maduro en el saco de los ayatolás o genocidas, ¿Por qué no compararlo con Somoza, Pinochet o Marcos?
La conclusión a la que nos lleva el escritor es que «si la izquierda no es democrática, entonces no es de izquierdas«. De acuerdo, pero… a continuación traza la típica equiparación entre extrema derecha con extrema izquierda (no democrática), bajo ejemplos actuales;
En América -quiero decir- habrá que apoyar a Lula, a Boric, a Petro, a Claudia Sheinbaum, pero también a Kamala Harris; y nunca a Milei, a Trump, a Ortega o a Maduro, cuatro versiones de la misma medusa global.
Permítame -esta vez sí- que me quite la careta en este último párrafo, y muestre descarnado mi antiimperialismo dogmático, ese que mamé directamente de la teta de Noam Chomsky. Permítame tres preguntas: ¿A Kamala Harris? ¿También cuando siga proporcionando a Israel los medios para masacrar palestinos? ¿Y acaso los sionistas no dirán «es una hija de puta pero es nuestra hija de puta«?