La hipocresía terminal de campaña
Jesús Portillo | El Nobel de la Paz y presidente de Costa Rica en dos periodos Óscar Arias Sánchez advertía en su discurso en Cancún de 2010: “No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de restringir libertades individuales y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático, para subvertir las bases de la democracia. Un verdadero demócrata, si no tiene oposición, debe crearla. Demuestra su éxito en los frutos de su trabajo, y no en el producto de sus represalias. Demuestra su poder abriendo hospitales, caminos y universidades, y no coartando la libertad de opinión y expresión. Un verdadero demócrata demuestra su energía combatiendo la pobreza, la ignorancia y la inseguridad ciudadana y no imperios extranjeros, conspiraciones secretas e invasiones imaginarias”.
Estar desinformado es vivir desarmado, pero informase mal es incluso más peligroso que no hacerlo. Durante las campañas electorales muchas fuerzas políticas utilizan a minorías necesitadas como herramientas para impulsar su credibilidad ante las urnas. Se dignan a aparecer ante las cámaras junto a asociaciones de enfermos, olvidadas el resto de la legislatura, para retratarse en los medios y presentar un puñado de proyectos solidarios que después caen en la trituradora. Más preocupados de no soltar el bastón de mando que de mejorar la vida de su pueblo, se muestran interesados en conocer instalaciones y proyectos locales financiados por fuentes particulares (crowdfunding), siempre filmados y transmitidos en franjas de gran audiencia.
Sin embargo, las tripas de muchos puentes están llenas de colchones y cartones en las que se guarecen cientos de personas que no tienen qué echarse a la boca, las listas de espera para intervenciones crecen a un ritmo inversamente proporcional al agujero de las arcas del Estado y cada vez son más las familias de tres generaciones que malviven con la pensión de los abuelos. Desgraciadamente, para que la desesperación venda en los medios tiene que anunciar casos extremos, pero ¿acaso pasar hambre, morir esperando una operación, dormir al relente en zonas inundables y a merced de la violencia callejera, no recibir atención sanitaria básica o engrosar las listas de suicidios, no es extremo? La progresiva insensibilización de la sociedad debido a su modelo individualista de vida ha terminado por anestesiarse ante el mal ajeno, no intercediendo activamente para evitarlo ante las urnas o mediante movilizaciones sociales.
No es que la democracia haya evolucionado de forma natural, como algunos nos pretenden hacer creer; más bien, está desapareciendo a la par que se desmantela el Estado de Bienestar. No debemos olvidar que el enemigo que roba fondos públicos no es extranjero ni pobre, sino nacional y rico (a costa de los contribuyentes). La estrategia contra los inmigrantes es sencilla: consiste en hacer creer a la población que la escasez de oportunidades y de riqueza está causada por los extranjeros; cuando las provisiones para pensiones, educación y sanidad se han gastado en sufragar deudas bancarias. En otras palabras, pagar deuda privada con fondos públicos y después justificar la necesidad de sanear económicamente a los bancos por ser los mecanismos encargados de reiniciar el flujo de capital a las familias.
Durante la campaña electoral parecen reblandecerse las sanciones propuestas por medidas tan impopulares como la Ley de Seguridad Ciudadana, la conocida Ley mordaza, que a fin de cuentas modera la insubordinación de los ciudadanos contra las medidas impuestas por el gobierno. La verdadera democracia, como dijo Óscar Arias, es aquella que permite la oposición (ordenada y pacífica, por supuesto), que no persigue a sus adversarios ni restringe las libertades individuales, sino que más bien las acrecenta. Se mire por donde se mire, resulta injustificable el crecimiento exponencial de las grandes fortunas durante los años de recesión y crisis económica, el aumento de la brecha salarial entre empleados y patronos, la oleada de despidos “procedentes” con carácter preventivo y la economía sumergida no perseguida. Los votantes no deben olvidar las catastróficas consecuencias que ha tenido para el ciudadano de a pie la apuesta por la privatización del suelo público (como la inexplicable zona azul cerca de centros educativos y hospitales), la reducción presupuestaria en I+D+i y en becas, los recortes en sanidad, el pago de las tasas judiciales (negando el acceso universal a un proceso judicial gratuito) y el re-pago de las medicinas (que no co-pago).
El incumplimiento punto a punto de los programas electorales, las coaliciones entre grupos que se definían como contrarios, el apoyo de medidas rechazadas en la presentación pública y la aplastante farsa presupuestaria de dietas y viajes no declarados, han disparado la desconfianza y el desencanto electoral. La paulatina desaparición de la clase media desde comienzos de siglo presenta una mayoría empobrecida que trabaja cada vez más horas, que gana menos y que necesita más dinero para pagar alimentos, medicinas y suministros básicos. Si esta situación no es una involución democrática de manual, díganme qué falta.
Por último, quisiera recordar la silenciosa homogeneización entre las fuerzas políticas mayoritarias, el acercamiento de sus programas y la simulación del rechazo mutuo ante los medios. La centralización del socialismo y el desplazamiento de la derecha hacia posturas más radicales dejó un nicho ideal para que proliferaran minorías políticas que en poco tiempo les han forzado a recurrir a pactos y tener que negociar; propio de la política e impropio de los políticos que llevando tanto tiempo en el poder creen que el parlamento es su casa, cuando es la de todos. Combatir la amnesia colectiva que sufren los votantes agasajados de promesas es sin duda uno de los objetivos de la filosofía, de ahí que muchos quieran hacerla desaparecer del mapa, porque ¿quién querría formar a jóvenes libres con actitud crítica en lugar de ofrecerles la verdad del partido?
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